jueves, 29 de diciembre de 2011

HESSE 37

Es una wittgensteiniana. De pura cepa. A la inversa: no puede decir las cosas, pero encuentra el modo de decirlas repudiando un lenguaje no ya limitado, sino embaucador, la máscara protocolaria de lo indecible. ¿Cómo dice las cosas? Las muestra. El abecedario de las visiones. Y ese lenguaje tiene la lógica del mundo y su basural orgánico y su embeleco metafísico. Una mística del objeto y sus connotaciones irrebatibles. Un arte extrínseco, sin necesidad de ahondar en lo esencial ni dotarlo de proposiciones: óxido, vidrio, madera, acero... También siliconas, fibras, polietileno… Conforma una química. Presenta el laboratorio de su fabricación. La magia de la metamorfosis. La tautología de la imagen ha sido desterrada, también sus equivalentes lingüísticos en este muestrario íntimo de que hace gala. Inventa el verso avenido por aluviones de materia, el párrafo es creado por la estupefacción que depara. Propone el desconcierto. Su epistemología se basa en lo chocante: de ahí se gestan las grandes ideas: el método del delirio, de la invención constante. Su discurso sintácticamente inclasificable: eso ya es un habla. Luego, articula emociones escondidas, los terrores, una gran apostasía: atisba dentro de sí en una ontología que tiene mucho de mortificación.
Abusa del objeto, lo muestra tal cual es. No piensa a través de él. Sólo es una consecuencia.

Entre el pensamiento y el mundo está el lenguaje, que no significa nada en realidad más allá de su propiedad referencial y comunicativa. Ahí es donde trabaja. Labora telas de araña, una plástica de intríngulis constante.

Todo había empezado muy pronto.
Es una adolescente. (¿Lo había sido alguna vez?).
Es una mujercita entregada a sus labores, y bien pronto se da cuenta de cuál es el camino y lanza la cestilla de la costura por la ventana con una mueca de asco.
El acné paralizante lo envía ella al diablo, toda la pereza e indolencia criminal de las espinillas y la dentadura irregular no son muros para ésta que sabe perfectamente lo que quiere.
No es ella de esos adolescentes
ensoñadores que hacen de la espera la llave prodigiosa del futuro: ninguna puerta abre la espuma de los días mientras yaces en tu dormitorio con la vista fija en el techo, imaginando para tu existencia mil desarrollos felices, finales venturosos, la dicha y la gloria.
Nada de eso. No es una ilusa que espera que el mundo se detenga a la puerta de su casa y suba las escaleras hasta su cama donde sueña despierta.
Cogió su bloc y su lápiz, se precipitó a la calle y se fue ella en busca del mundo, que es aquello que está fuera de ti, diverso y extraño, implacable y proteico, presto a las dentelladas propias o ajenas.

viernes, 23 de diciembre de 2011

HESSE 36

Corrige a Dios: crear el arte nuevo, adánico, sin modelo, mirar a su oscuridad o a la luz escondida dentro de sí.
Su barro inerte sin hechuras humanas.
Descripción de una lucha:
Delgadas láminas de material orgánico se mueven al compás del viento, los leves zarandeos provocan diversos estados en su forma, es lo aleatorio el principal factor del juego artístico, el que niega el principio de validez inmutable de lo escultórico: la piedra, la estatua incólume de Miguel Angel se mueve, se dobla y cambia de postura para desentumecerse, deshacerse, abstraerse de la forma, componerse de trastos, y finalmente resuelve por sí sola la infinita combinatoria formal recreada de mil pedazos distintos: lo que es es lo que ves.
Comprendo. La belleza es.
No hablamos de belleza, al menos en el sentido convencional de la acepción.
Hesse, eres literatura: una obra como una colección de tableaux diversos en la gran mesa del ingenio y la improvisación, alterables, intercambiables. Ninguna regla prevalece en su ordenamiento, pues su disposición obedece a un alumbramiento sin fórceps ni medicinas preventivas, y fue la gestación el fluido constante de un pensamiento sin trabas mientras:
se duerme,
se sueña,
se anda por las calles,
se come con una amiga,
se asiste a una obra de teatro off-Broadway,
se adquiere un libro de segunda mano (que resulta ser una joya bibliográfica) en The Green Train,
se contempla extasiada fragmentos inexplorados de cuadros en el Whitney,
se admira catástrofes en el museo de los monstruos de Queens,
se pasea inspirada a lo largo y ancho de Great Lawn, en Central Park, recordando viejas canciones de los años cincuenta,
se deambula (¡de nuevo!) por Coney Island, bajo un sol de oro y un mar de tópica turquesa,
está una sentada en la butaca afelpada de un cine de la calle 42,
está una oculta en el río primaveral e incesante de personas de la calle 23 a las 18 p.m.,
está una, sucia y cansada de la noche de julio, bajo la marquesina de Birdland a las cinco de la madrugada viendo salir a los jazzmen exhaustos,
está una en silencio, absorta en el círculo de su sangre, aferrada al crepúsculo lluvioso de noviembre,
está una, lúcidamente, quieta,
está una frente al puente de Brooklyn y recuerda la vida y la obra de aquellos dos poetas que fueron el vate de barba blanca y el suicida que miraba al Sur,
está una cansada,
reniega de Dios,
arroja otra creación al mundo como quien lanza una piedra a sus enemigos,
tiene miedo
y cae moribunda,
cierra los ojos
y está muerta.
“Ya te enseñaré yo a ti a hacer cosas incomprensibles, deicida.”

domingo, 18 de diciembre de 2011

HESSE 35

¿Cuáles son las proporciones correctas?
Un montón informe de trastos desafía cualquier escala vitrubiana: mirad, entre esos desechos se agazapa mi alma desnuda, todo aquello que me angustia o emociona: lo que en ello gozo o me torturo se halla ahí sepulto o insepulto entre los cables, los plásticos, los cristales y las telas… ¡los polímeros!
No eres un enunciado definitivo; con el tiempo terminas siendo una caricatura, unas líneas desgarbadas y feas, un rayajo gótico cargado de analogías ojivales y desprovisto de gracia.
Deconstrúyelo, entonces, desarma esa carne corrupta sostenida por huesos endebles. Tranfórmalo a ese cuerpo en abigarrado montón de materiales cuyo orden y concierto sólo a tu espíritu conciernan.
El Siglo XX es una solar donde arrojar todo aquello que expulsa el alma.
La belleza, bien es cierto, es sólo una relación… ¡pero de infinitas y variadas unidades simples!
Categóricas sí, pero arbitrarias.
Una dipendenza apenas perceptible, emboscada a lo largo y ancho y alto y bajo de ese amontonamiento o disposición objetual, detrás del cual se encuentra un ser humano.
Talleres de reflexión teórica:
adonde ningún ojo descubrirá el barro maleable, el torso monstruoso adivinado a través de la bolsa de plástico preservadora de la humedad: nada en estas iglesias del novicio depara lo humano, nada nos transporta a las sosegadas visiones de la estatuaria griega, cuando la levedad de la piedra tallada con mimo encomiable transmutaba en carne apetecible, en una piel tersa e inmaculada, en un reflejo del agua del color de la luna, de la pátina del deseo. ¿Qué manos modernas –se dicen como orantes- osarían replicar la clásica belleza de unas estatuas que, a despecho de su naturaleza canónica o ideal, se verían rebajadas a ejemplo estético de pusilánimes, a copistas sin talento? Ninguna alquimia contemporánea ha de mejorarlas en una apariencia inaugural que ha sido venerada siglo a siglo, ningún apócope ni remiendo hará de ellas materia superior.
Mejor dejarlas dormir en su sueño de siglos.
A otra cosa.
Para una teoría de los formatos de equiparación: pintura expandida y vídeo. Conceptos e idearios sobre el soporte plástico contemporáneo. Alternativas de una semántica de confrontación en el siglo XXI, logra leer en un cartel pegado junto a la puerta de entrada (¿a qué? ¿adónde? ¿hacia qué? ¿por qué?).
Hay un pequeño trabajo para ti, negro.
¿A cuánto por página?
Tú decides, pero no pases la raya roja. Lo malo es el tiempo.
¿Plazo?
Dos meses y medio.
Estará lista.
No esperaba menos de ti.
Además, tengo el título.
Magnífico.
Para un entendimiento poético de la instalación en espacios de adecuación plástica. Comportamiento y ejecución escultórica mediante un vocabulario matérico, espacial y objetual intuitivo: la moderna sintaxis del arte tridimensional.
Es perfecto.
Eso creo. Propende al esclarecimiento.
Afín al debate de los avisados, del entendido en la materia.
Pues manos a la obra.

Cuanto de bullshit tenga esta maldita reunión de objetos, será difícil saberlo. Quizás esta farfolla no responda sino a un autoengaño sublime y alimento visual para incautos. Un decorado quackery, aseados humbugs para soplagaitas bien vestidos de la Quinta o tipos marrulleros intelectuales del Village atrincherados en sus trenkas, sus libros de bolsillo, su cine europeo, su whisky de malta y sus botas de piel vuelta.
¿A eso aspira tu obra?
Existen pruebas suficientes para negar esa insidia, Escribidor.
Veamos eso, dijo Hesse casi inaudible, inconsciente, y me condujo a una habitación donde se apilaban cientos de objetos heteróclitos.
Me condujo a la confusión más absoluta: a lo sinnombre.

lunes, 12 de diciembre de 2011

HESSE 34

¿Y ése que contigo va? Un escritorzuelo del demonio. El cronista del pasado que se aburría y bajó a la tierra, un seudocreador de puñados de planos interrelacionándose donde termina borrado finalmente a despecho de su omnisciencia. La sombra de una sombra. Un notario que levanta actas de materiales apócrifos, retales deshonestos, suposiciones, mentiras… Un negro con el depósito de la estilográfica demasiado cargado que mancha de tinta azul (la sangre más repugnante y cobarde) todo aquello que queda a su alcance.
Ella: necesita todo el espacio y mucho más de seis días. Es la Diosa. Y no descansa el séptimo día. ¿Para qué? El tiempo vuela.
Tampoco necesita un hombre a su lado.
Es una diosa, y eso es mucho más que un dios.
Aunque si cometes una transgresión tal vez sólo seas impuro hasta la puesta del sol (Levítico, III, 11-24).
Sed santos, porque santo soy yo (Levítico, IV, 19-3).
Ella, pura o no, improvisa levíticos, autos sacramentales de propia inspiración.
He aquí, mis hermanos en la muerte del arte, su Kashrut, un conjunto de leyes que no ha de demandar la consigna ni la prohibición en ninguna de las manifestaciones artísticas del futuro. Ejerce el libre albedrío. La fe sólo es el vacío, el miedo a la nada.
Eva, hoy, es la nada, está en la nada.
La libertad absoluta: mente, cuerpo y materia forman un revoltijo del que la afición ha de nutrirse.
1948: Así pues, dedico este modesto dibujo a mi daddy y al público en general.
Porque su vida en nada se parece a la de los otros, y sus sendas son extrañas (Sabiduría, I, 2-14).
¿Acaso no era su propósito vaciar la obra de toda condición estética aun sin incluirla en el discurso diario de las trivialidades humanas? Tal vez el arte, el objeto final susceptible de especulación y observación descabellada sea un maldito juego, un entretenimiento, pero no lo es en modo alguno la intervención del artista, levítica y solitaria, de recogimiento, y el proceso coadyuvante de su plasmación.
Y he ahí el fracaso, pues más tarde o más temprano, dependerá del cambalache programado, la obra adquiere una validez financiera (cuando no la tenía estética por deliberación), o plástica o histórica: se ha convertido en un producto artístico lo que sólo era lo residual de un proceso mágico, alquímico, esclarecedor y luminoso como el rayo gótico que de improviso recorre la oscuridad del espacio sagrado de la catedral y desvela el caleidoscopio de las vidrieras.
Una obrera del arte: unos, se manchan; otros, se envenenan. Los demás son los farsantes que comercian e inflan sus estómagos de aire: porque es desdichado quien desprecia la sabiduría y la disciplina, sus esperanzas son vanas y sus afanes estériles (Sabiduría, I, 3-11).
Come resina, respira óxido, úntate de cáncer. Muere por tu obra. Si es preciso, te cortas una oreja, te descerrajas un tiro en el pecho y tardas dos días en morir como el bueno de Vincent. ¡Bella agonía!
Puedes ahorcarte. Estrellarte con un automóvil. Cortarte las venas. Arrojarte al vacío. Galopar a lomos del caballo con la lanza de Thor clavada en el brazo. Ser más hombre que artista (o ser sólo hombre).
Y entonces estará el justo en gran seguridad frente a los que le afligían y menospreciaban sus obras (Sabiduría, I, 5-1).
O ser Picasso, sencillamente: El Gran Español Feliz

sábado, 10 de diciembre de 2011

HESSE 33

¿Conectada a qué?
A toda la brujería del bosque sumido en la niebla primitiva, pero también al nuevo reino del material, la urbe, la creencia y el ideal modernos. La suya es una cultura de la promiscuidad, de la yuxtaposición de lo creíble con lo antiguo del enredo metafórico. Reina sobre esta otra selva de piedra y acero que si artificial, abusiva y heterogénea no es tan distinta de aquélla prodigiosa, mágica, natural y llena de misterios y oscuridades cuando el fuego y la pintura en la cueva.

Aquella niña miraba al ojo de la cámara como viendo el futuro, como desentrañando del cristal brillante y negro los sucesos que iba a vivir, las personas que conocería, todas las imágenes del mañana que se escondían detrás de ese artilugio capaz de robar al tiempo una escena ya irrepetible y muerta pero tan auténtica y creíble como la niña que era y que en ese mismo instante aguardaba con la sonrisa en los labios aún inocentes el chasquido del disparador.
Veía luego las fotografías, lo fabricado en una décima de segundo por la cámara: de modo que eso era el tiempo, y eso era ella.
Un dibujo cabal del concepto.
Lo invertía: ese sonriente manchón blanco y negro y gris a duras penas expresaba la enorme complejidad que se escondía debajo de la falda, más allá de la carne, circulando invisible en los torrentes sanguíneos, subiendo y bajando entre los escollos de unos órganos y sustancias que alimentaban tan sólo lo visible, lo físico.
Ella era un millón de veces más difícil de dibujar que la fotografía que atestiguaba una apariencia sin duda fiel e inequívoca.
Descubrió, entonces, la vacuidad de la representación: el pensamiento debería carecer de un forma predeterminada, incluso reconocible.
El pensamiento era el objeto.

Anot. (c. 2/1961): Ha leído el breakfast de Capote.
Pero ella nunca quiso ser Holly Golightly, falsa e inútil y es posible que completamente idiota.
Subrayó algunas frases (solíamos ir al bar de Joe Bell en la esquina de Lexington Avenue unas seis o siete veces al día, no para beber, o al menos no siempre, sino para telefonear…) y encuadró con tinta verde un pasaje: el rodeo que dan ella y el escritor en ciernes para evitar el zoológico con los animales enjaulados y que tan difícil de soportar le resulta a la chica.
¿Qué piensa del tipo que escribe?
Lee a Simenon. Eso ya es una garantía siendo un… novelista norteamericano.
¿Cómo puede un auténtico escritor interesarse por una chica que tiene un gato, toca la guitarra, pronuncia merde y se lava la cabeza sólo cuando hace sol? Además canta tonterías como viajar por las praderas del cielo y ripios semejantes.
Amigo, eso sólo ya vale por un montón de chicas aseadas y… tediosas que, sin duda ninguna, nunca se tomarán un par de “manhattans” seguidos ni tres cócteles de champaña sin desplomarse al suelo.
Qué tipo… Un enano que no vende nada de lo que escribe y encima tiene la indecencia de publicar en una revistucha universitaria que no tiene la menor intención de pagarle ni un centavo por su trabajo.
Ella no lo hubiera consentido, se rebela ante eso.
Al final, él vende dos cuentos y se queda con el gato. Aunque su poco talento aún da para mañas: ha reemplazado los rieles del travelling por una silla de ruedas.
Ella ahueca el ala.
Fin.

jueves, 8 de diciembre de 2011

HESSE 32

¿Crisis?
Hesse al Negro Con Máquina De Escribir A Cuestas (otra vez no sabe donde ir, sin sitio donde dormir):
“Mozart para los días grises.”
Un piano a todas horas.
Y, con el sol, un jazz templado.

“El lenguaje es comunicación antes que significación. Puedo comunicarme con alguien a través de sonidos, sin extrañar por tanto los significados. Y esa es una manera interesante de hacer arte”.
La artista le ha pagado al Gran Escritor un sandwich de queso y pollo.
Sin dejar de comer, él la sigue hasta Central Park cargando la mochila y la máquina de escribir.
Ella bebe directamente del botellín de una Coca-Cola.
Después: tumbados en medio de la llanura verde de Sheep Meadow, rodeados por la ciudad invisible de la que sólo emergen al cielo blanco las líneas regulares de los rascacielos que sobresalen por encima del cerco de los árboles. Son como monstruos callados, hoscos, que acogen en su interior otros monstruos pululando, maniobrando, encerrados en sí mismos.
No contesta. Parece dormir. No está.
Y otro día:
Él le lleva manzanas secas que le ha comprado por unos pocos centavos a una niña Amish en Columbus.
No prueba bocado.
Si por ella fuera, dejaría hasta de beber agua. Pero no para matarse. Vivir del aire… y no morir nunca. Límpida en su interior de cristal.
Sólidos, indiscutibles, los materiales de la artista del aire, hasta podredumbre, una sucia escombrera, la desesperación… y la calma.

Misticismo: he ahí el silencio, sólo lo intuitivo te acerca a la verdad secreta de todo, a su más profundo significado y esencialidad: el arte es una praxis de la conciencia. El silencio me conduce a lo maravilloso, a lo creado realmente; el lenguaje me condena a lo trivial, a lo insulso de una tautología que se enmascara mediante el signo: ya no nos basta un solo universo; tienen que haber más, muchos más, miles de millones de ellos. Sólo así se explica el silencio.

¿Qué hay de las repeticiones? Si repito algo absurdo, es doblemente absurdo. Morir joven: morir dos veces adulto.

domingo, 4 de diciembre de 2011

HESSE 31

En el 69.
De Kooning en el MOMA. Más de un centenar y medio de cuadros. Un bosque cromático que se desparrama a lo largo y ancho de las inocentes paredes.
¿A qué joven de los cincuenta y primeros sesenta no podía gustarle De Kooning? Bastan tres dedos de una mano.
En efecto, un tipo atractivo, listo y con gran sentido de la oportunidad: el niño de oro de su tiempo. Otro más.
Aunque doblemente precavido y astuto que Pollock, que Gorky, que Barnett Newman el Jovial.
Alargaría su vida hasta acabar medio idiota, mojando el pincel inútil en la baba que se escurría a los lados de la boca.
Una especie de misa negra a la que le obliga a ir la artista enamorada (en el fondo la acompaña muy complacido, y a duras penas cogen un taxi en el SoHo que los deja abandonados en la 79 con Lexington por no se sabe qué manifestación que interrumpe el tráfico. Comprará el catálogo sin dudar ni un segundo: en el 2000 lo podría vender a algún coleccionista incauto a muy buen precio).
Como niños malos: si rascamos (descascarillamos) revelamos una mezcla de astucia, habilidad, época, mercado, estética…
Grandes cuadros, grandes embelecos memorables.
Como niños malos: despotricamos… o alabamos. Al 50%.
Habéis tocado el cielo. Y en Londres, en la Tate: Morris, Ellsworth Kelly, Tony Smith; en la Whitechapel: el show de la Frankenthaler.
Como niños malos, nos acercamos a los “padres” resucitados en el Guggenheim: los silencios de Klee, la ascesis de Giacometti, la matemática de Braque, la lujuria incansable de Picasso y su desmedida y voraz correría pictórica.
¿Cómo definir esta ciudad, acallar los cantos de sirena de la desmesura de sus mercados, Hesse?

sábado, 3 de diciembre de 2011

HESSE 30

Julio de 1953. 35 grados a la sombra. Es Nueva York, la fétida: las aceras se derriten, los árboles polvorientos bajo el sol agonizan a la mitad del día.
¿Qué tienes en las manos?
La realidad del dibujo la confunde. Medita un rato.
Lo cierto es que no hay que figurar el mundo. He ahí el error.
Arranca la hoja.
¿Qué tienes en las manos?
Un tubo de goma, y enseguida descubre, en un ángulo de la habitación, el pedazo de cartón, restos de arena de la playa de Coney Island.
No hay nadie en casa. Se halla completamente desnuda, a solas como nunca había estado estado, y teme los espejos.
De pronto, queda inmóvil, pensativa.
¿Qué tienes en las manos?
Si cierras los ojos, te ves mucho mejor. No sabe cuanto tiempo permanece quieta, sintiendo la calentura húmeda y asfixiante sobre cada centímetro de su piel.
Con los ojos cerrados se contempla de una pieza en la penumbra abrasadora de la tarde.
La desnudez en todo, en lo más ardiente del día.
¿Por qué?, brama en todas sus páginas el Talmud.

Te voy a enseñar a comer yo a ti.
Y, al cabo de un rato, pone debajo de sus narices un bonito plato ribeteado con vírgulas azules y rosas, una jarra de agua fresca, vino dulce del color de la miel y un par de vasos y servilletas amarillas de papel.
¿Qué demonios es esto?
Plato único: tarta de queso con fruta glaseada comprada en la tienda de frau Böta.
¿Qué clase de ayuno judío es éste?

Curiosamente el pensamiento, la conciencia, se pudre sin despedir olores y muere mucho antes que el propio cuerpo, que tarda sus buenos días en hacerlo, descomponiéndose asquerosa, agusanadamente. La materia se toma su tiempo pútrido, lo hizo antes: 4.000 millones de años. No obstante, la conciencia (chasquea los dedos), zas, en un santiamén, adiós, hasta nunca, e incluso en el sueño inocente/inconsciente toma las de Villadiego. La conciencia… ¡A saber en qué cementerio acaba la volandera!
-Doctor… Se muere.
-No sufre.
-Parece que quiere hablar.
-Es un acto reflejo –masculla el doctor suspirando.
De repente, todo ha acabado. Y, sin embargo…
El doctor se rasca la barbilla, mira el cuerpo yacente, inmóvil, un fardo que habrá que enterrar o quemar: “Qué cosas… Nunca me acostumbraré.”
El doctor tiene la bata blanca inmaculada. Casi hiere a los ojos su blancor.

Y El Fantaseador Infatigable prosigue su mentira.

Joanna la portuguesa bajo su cuerpo. Gime. Es bella y delgada, de ojos hermosísimos, se entrelaza a él con fuerza, se funde en su piel con el calor de la noche de julio. La ventana abierta, los ruidos incansables de la urbe y sus sombras rojas, de una Nueva York que nunca despierta del día: él sueña con la judía.