lunes, 29 de octubre de 2012

HESSE 83


Agarra como una arpía el códice-de-su-obra.
Hierofante sabelotodo.
Una sacerdotisa que ocultara magnificencias ocultas, pero que finalmente las expusiera en público: a la mofa general.
¿Qué extraño animal te proporciona la piel para fabricar el santo pergamino? ¿Qué mezclas de especies, qué hipogrifos, qué híbridos te proporcionan el pan y el vino de este-es-mi-cuerpo y esta-es-mi-sangre?
Pulida la piel, tensada en el marco de madera, la escritura se torna oráculo: el arte del futuro, el objeto hecho la nada.
Existe un protocolo, aunque no sea visible al espectador.
Existe una metodología procesual e intelectiva que organiza la propuesta plástica: la bofetada visual.
Pero que la obra sea. Hasta intonsa, intocable, incomprendida, vilipendiada. Pero que sea.
Primero la escritura; luego, las capitulares y, por último las ilustraciones.
¿Con qué cuentas para tamaña obra?
Con lápices de plomo. El gran color, el rojo hecho con minio, pigmento de óxido de plomo y origen de la palabra miniatura que nunca aludía al tamaño de los dibujos, sino que daba luz al color rojo.
Rojo brillante: sangre arterial; rojo oscuro: la vena mala.
 Azul: lapislázuli traído del Asia, de Afganistán, el país de las montañas y la ira de Alá, de los cielos limpios. Difícil y caro pigmento que iluminaba las escenas más sabrosas.
Ella utiliza los ocres, y los enredos de la química y sus pestilencias.

¿Quién soy yo?
¡Qué pregunta! Todo el mundo sabe muy bien quien es. Engañar a los demás es fácil, pero engañarse a uno mismo… ¡que tiene que olerse y registrarse detrás de la piel todos los días!
Eres una artista.
Veámoslo.
¿Qué es un artista?
Un mago. Sublima las piedras, sus manchas. Caza y figuraciones logran complementarse en su mente primitiva (la mejor para el arte, según mentía Picasso). Si el arte es cosa de locos, su práctica se esconde en lo más profundo de la cueva. La artista metropolitana de nuestros días, en los apabullantes 60’, requiere de las multitudes para su ocultamiento. Lo que de ella se exhiba en ocasiones es la parte desprendida e inerte del muñón, lo que va a terminar pudriéndose.
¿Qué es una artista?
Un ser especial: maneja azules.

miércoles, 24 de octubre de 2012

HESSE 82


Pelucas.
¿Y si fuera una neoyorquina elegante?
El Literato soñaba en otro tiempo de atrás donde las épocas fueran acaso más sosegadas: iba de la mano de la Vreeland del Harper’s Bazaar y del suntuoso Vogue, hombro con hombro junto a los cuentistas bien pagados, arrastrando la Remington perfumada con aceite de esencias y provista de un silenciador de plata: a todos ellos les instigaba un miedo cerval a lo prosaico. Precisamente lo que Él buscaba en su circunvalación literata (pero enseguida descubrió la vulgaridad que se escondía tras aquellas biblias de la sofisticación, de las máscaras y los disfraces: disertaban sobre algo tan evanescente para el mundo, sus miserias y terrores, como el vuelo de una mariposa vistosa que sólo sobreviviese una mañana australiana).
¿Y Ella?
Adelante con la fibra de vidrio y los demás envenenamientos del futuro.
¿Y la apariencia?
Esas mujeres, esos lectores, creen en la inmortalidad, “somos eternos”, se confiesan a sí mismos elegantemente ocultos tras una trapería minuciosa y mundana: les aterra lo enfermo, lo precario, el desaliño, esa media-tarde del ser humano agotado que casi arrastra los pies cuando el cielo se agrisa y comienzan a hervir de cansancio las calles y su espesura. Unos toman camino del cóctel, al compromiso social donde las sonrisas son tan frías en realidad como los cubitos de hielo en el fondo del vaso corto de la bebida; a otros les basta llegar al apartamento maloliente o a la casa de madera de las afueras, ducharse, cenar y plantarse frente el televisor o hojear una revista ilustrada mientras oyen música en el canal clásico de la radio. (También los hay que leen a Ayn Rand, Yerby, Jacquie Susan y Leon Uris o escuchan musique canaille o se embelesan con la Paramount, la Metro y la Columbia Pictures en sus versiones más pedestres de chico-encuentra-chica.)
Pelucas.
He ahí la cosa.
Sigue siendo el mundo: pero como sus reflejos en los cristales de los cuadros de Richard Estes.
La Mujer del Sombrero ha dado paso a La Mujer Calva.
Una mujer con sombrero ha de enseñar, aunque sea poco, algo de cabello. Es ahí donde está la gracia.
Lo maravilloso: Anna Karina en Bande à part. Jamás un sombrero dio tanto de sí ni la cámara de Godard, a lo largo de sus filmografía, se regodeó de tal forma en una imagen.
Es un arte éste indetectable. Nadie tiene por qué conocer su verdadera función. “Que cabello precioso, y que corte tan esmerado y preciso”. Indetectable.
Pelucas:
De modo que indetectable. Un arte sutil. Las apariencias engañan. Una peluca es todo un engaño, pero no como objeto, que es tan real como lo parece, sino como función.
Notas algo raro. Pero no descubres nada.
Existe en la expresión una huella de desaliento que no parece coincidir con la magnífica tersura y fantástico brillo de la melena dorada o nogalina.
¿Buscas lo que hay debajo?
Tal vez.
¿Qué esperas encontrar?
Un tumor.
Pelucas:
La caída del cabello es un efecto secundario de resultas de un tratamiento con quimioterapia. Los efectos secundarios de los fármacos administrados a La Mujer Calva producen en los f0lículos pilosos una acción devastadora que acaba destruyéndolos, lo que provoca con carácter temporal la pérdida del pelo. ¿Temporal? En cualquier caso, se trata de una carrera contra el tiempo entre los beneficios terapéuticos y la muerte. Arrojar la peluca al cubo de la basura sería el triunfo de la técnica sobre el mal. No obstante, nos hallamos ante una patología en extremo traidora frente a la cual no sirven los esquemas previos. El protocolo es, simplemente, lo que la experiencia clínica ha demostrado como más aceptable en la práctica oncológica. Cancerosa, no se deje engañar. Huya de las prótesis capilares permanentes, pues sus pegamentos y cintas de doble cara ahogan en buena medida los folículos pilosos del cuero cabelludo impidiendo a éste que respire durante al menos las siete horas recomendadas. Algo tan sencillo que puede llevarse a cabo mientras dormimos, hacemos el amor o leemos de cabo a rabo el New York Times del domingo. Elija la peluca oncológica o estética fabricada a medida. Puede mantener su imagen de siempre o darle un giro copernicano: si rubia antes, morena ahora; si antes morena, luzca ahora su melena dorada. Color y textura, corte y estilo conforman la base estética de La Nueva Mujer. Puede usted encasquetarse una peluca de cabello natural: se fabrican sobre una base transpirable y transparente; se ajustan a la piel mediante una tira de silicona, de modo que su colocación es segura y confortable: en ningún momento notará que está calva, ¡hasta usted misma creerá que el pelo es suyo! Además de materiales como el tul de hilo tramado, se confeccionan en su parte alta con monofilamento y cabello natural implantado a mano; por este motivo en las zonas más expuestas, el área frontal y el vértex, el nacimiento del cabello parece absolutamente natural, como si creciese de su mismo cuero cabelludo (ahora pelón). El modo de fijación es natural, sin adhesivos de ninguna clase. Como interesante colofón añadiremos que el origen étnico del cabello humano utilizado responde a todas las garantías deseables de salubridad, sin que en ningún instante sean añadidos en su composición pelos de origen animal (caballo, yak, oveja, cabra…)
Escucha, alemana: en la Roma imperial te habrías quedado sin cabellera: entre las damas patricias reinaba la moda de las pelucas rubias, y éstas se confeccionaban con los cabellos de los antiguos habitantes de los pueblos germánicos sometidos al Imperio a los que se les despellejaba sin mayores miramientos con objeto de hacerse con sus tirabuzones trigueños y sus melenas amarillas como el sol.
U3-A (existen los universos binarios, sabes.):
La industria del crecepelo ha evolucionado de una forma prodigiosa. Por el momento, se están llevando a cabo estudios y sesudas investigaciones sobre el gen responsable de la caída del cabello. En unos años: adiós, pelucón.
Entretanto, los dermatólogos y otros charlatanes ya disponen de un auténtico arsenal que destierre de una vez las cabelleras postizas y fraudulentas como un cuadro falsificado de míster Warhol o monsieur Monet.
La luz láser es capaz de inyectar nueva energía a las raíces y activar la circulación sanguínea al oxigenar de nuevo a aquéllas, lo que a su vez resucita el nacimiento del cabello.
Existe, asimismo, la estética del plasma. Un salto más en la evolución procesual del discurso alopécico. Veamos: se aplican micro-infiltraciones en determinadas áreas del cuero cabelludo mediante el PRFC (Plasma Rico en Factores de Crecimiento) del propio paciente, obtenido extrayéndole cierta cantidad de sangre a la que se separan los factores de crecimiento del plasma. Su finalidad es palmaria hasta para un profano en estas artes: estimular la formación de colágeno y aumentar la vascularización del folículo piloso.
Incluso en U3-A el dinero, como en el planeta Tierra, es el cebo para entretener el espacio de tiempo que media entre el nacimiento y la muerte. El entretenido es el charlatán; el pagano, el calvo: cuesta 250 pavos el baño de las unidades foliculares que se van a implantar, a modo de plus, en aquel suero rico en proteínas y factores de crecimiento. Y otros 200 pavos la sesión de mesoterapia por el mantenimiento consistente en infiltrar sustancias revitalizantes y fecundos compuestos de vitaminas, oligoelementos, minerales y principios activos de origen misterioso en el cuero cabelludo. Por 675 dólares usted tiene vía libre a la carboxiterapia, ¿o no sabía usted que la aportación de CO2 al cuero cabelludo incrementa la microcirculación sanguínea y suministra una buena cantidad de aminoácidos esenciales?
Una vez superada la barrera de los 10.000 dólares nos hallamos en el fértil campo de los trasplantes y la clonación del cabello. Entonces el cuero cabelludo, ya en barbecho, puede recibir una de las dos clases de trasplante de siembra, a tiras, o por medio de la técnica FUE. Respecto a la clonación… En fin, todavía se encuentra en fase experimental en el laboratorio a través de ratas.

¿Utilizan ratas para sus experimentos?
Grandes y peludas. Aunque todas acaban muertas y con el pelo al cero.
Investigan con ratas. Como en el cáncer. Qué te parece…
Eso es.

Contre Sainte-Beuve.
ContraBorges (2015-David Grau).
Contra la quimio:
Luz blanca directa a la cara; poco fondo, tenue.
Y la peluca. Es todo.
A rodar.

-Cáncer de pulmón.
-¿Era fumadora?
-No. Era mala persona.
-Dios te castigó.
-Tu arte es malo.
-Es maligno.
-Una proliferación de malentendidos.

-Me llamo John Smith. Nací en 1920, en Nueva York. Después de la escuela secundaria estudié Economía en un Instituto Técnico y enseguida empecé a trabajar en una entidad financiera. No fui a la guerra a causa de mi mala vista. Siempre he tenido problemas serios con los ojos. Me casé en 1945. En realidad, yo era un conformista. He trabajado en el banco Limerman&Stein Savings durante 27 años. En 1961 terminé de pagar la hipoteca de nuestra casa en Cobble Hill, en Brooklyn. En el 62 alcancé el puesto de director en una sucursal de Queens. En el curso de los años he realizado varias inversiones inteligentes que van a garantizar de sobra los años de Universidad de mis hijos. Todo marchaba como la seda. He cambiado de coche cuatro veces a lo largo de mi vida. El actual es un Chevrolet azul del 68. Seguramente será el último volante que coja. Tengo cáncer de garganta. Y ha metastizado. Ha ido deslizándose hasta el esófago y los pulmones. En fin, nunca me lo hubiera imaginado. Pero así son las cosas. Yo creo haber sido una buena persona, o al menos trabajadora, incapaz de cometer cualquier delito o infracción del tipo que fuese. Nunca he sido violento. He amado a mi patria. No tengo deudas. Pagaba mis impuestos escrupulosamente (alguien lo tendrá que seguir haciendo, después de todo). Fumaba una cajetilla de cigarrillos ChesterField al día, algo que ahora me atormenta cada minuto que pasa, y, al anochecer, tomaba una copa de bourbon, quizá dos, paladeaba el licor tranquilamente mientras hojeaba el periódico de la tarde. He sido un hombre moderado, sin fanatismos de ninguna clase y, según creo, accesible, aunque algo reacio a manifestar mis emociones en público. Mis distracciones consistían en escuchar la radio después de la cena, y luego, años más tarde, quedarme embobado frente a la pantalla del televisor.  Veía los noticiarios de Walter Cronkite y concursos del tipo de Quiz Show. Siempre terminaba en la cama antes de las once. Y siempre he dormido como un niño, de un tirón. Creo que jamás he tenido una mala pesadilla. También solía ir un par de semanas al año a pescar a Island Current, aunque tardé bastante en comprarme una buena caña de pescar, una Penn con un reel squidder modelo K que superaba con creces mis expectativas. Creo en Dios. En su bondad infinita. Aunque no pertenezco a ninguna iglesia. He tenido dos hijos, chico y chica, John y Mary Ann. Se llevan un año y medio. Buenos muchachos los dos, inteligentes y divertidos, no demasiado estrafalarios para los tiempos que corren. Estudian en la Universidad Pública de Nueva York. Mi mujer, Eva Miller,  es de ascendencia judía. Ha sido una estupenda ama de casa y una excelente esposa entregada por entero a su familia. Nuestro hogar es bonito y confortable. Por la tarde, Eva vendía productos de Avon. Y ganaba un buen dinero. Ya de jovencita era muy inteligente relacionándose con el dinero, tenía un don especial para eso. Siempre le decía que habría hecho mucha más carrera que yo trabajando en la banca, sobre todo en la de inversiones, o incluso en la comercial. Pero ahora, debido a mi enfermedad… no sé. He tenido una vida tranquila, yo diría que una buena vida, y hasta muy buena (el amor y el cariño de Eva, el nacimiento de mis hijos, mis días de pesca). No me gustaría que esto acabase, y sigo deseando cosas buenas, sentarme en una terraza arbolada del Village al atardecer y tomar una copa junto a mi esposa y unos amigos, charlar con mis hijos mientras nos desayunamos un domingo por la mañana, pasear por la playa de Coney sland sintiendo el aire y el olor marinos en el rostro mientras escucho llegar a la orilla las olas infatigables después de un largo viaje… La muerte no puede ser buena, ni aceptable, pero, sí, al menos me gustaría que fuese tranquila… En fin. Mis padres… No se me ocurre nada que pudiera decir acerca de ellos… Se divorciaron cuando yo tenía 7 años y quedé al cuidado de mis dos abuelas viudas. Ambas han muerto. Una de ellas vivía en Manhattan. La otra nunca salió de Brooklyn... que yo recuerde. Pero lo curioso de veras es que no logro adivinar desde hace tiempo quien era la abuela materna y quien la abuela paterna, quien era la que vivía en Brooklyn y cual de las dos la que vivía en Manhattan. Aunque ahora que lo pienso…
(El padre de John Smith era un tipo que aún olía al aceite industrial de Nassau cuando se casó y de quien lo último que se supo era que vivía en Detroit agarrado a una botella de whisky: a veces aparecía tambaleándose por las inmediaciones de Renaissance Center, donde, al parecer, mendigaba los dólares necesarios para proveerse de alcohol. Un amanecer gélido y nevado de cielos inhóspitos fue hallado muerto en River Rouge. Ella, la madre, era una damita muy ambiciosa de Suffolk County capaz de maquillarse tres veces al día y cambiar de vestido otras tantas. Unos años después de dar a luz a John Smith se dejó seducir por un vendedor de Saks y voló del nido, y tres años más tarde, luego del crac del 29, volvió a volar y desapareció sin dejar rastro cuando su seductor cometió una serie de desfalcos que lo metieron entre rejas.)
John Smith, hijo de John Smith y Sussy Bird, nacido en Brooklyn, Nueva York,  el 7 de Julio de 1920, murió después de una larga enfermedad, la noche del 14 de Mayo de 1970 en Brooklyn, Nueva York, pocos días después de haber escrito un sucinto resumen de su vida a instancias de nuestra empresa Last Words, especializada en imprimir, encuadernar y editar los últimos deseos y recuerdos de sus seres más queridos en bellos volúmenes de cuero gofrado y teñido a la antigua usanza con letrería y portadas orladas en oro.
[Fundido en negro.]

lunes, 22 de octubre de 2012

HESSE 81


Son parcos los medios con los que cuenta para alcanzar una celebridad basada en lo arbitrario, lo social, lo económico, lo político o lo excéntrico de las apariencias. Su misantropía le impide abrir esa caja de herramientas y reparar los desperfectos de la ignorancia universal. Ningún montaje va a urdirse en torno a ella y su obra, de modo que ha de refugiarse en el silencio y, acaso, en el malditismo, el ostracismo o una muerte temprana (extravagante, por así decirlo).

Te hallas ante el gran momento cíclico permanente, aquel que bien expresa la espiral doble: muere y vivirás. La muerte te convierte en semilla.
Mas tú has sido consciente de la muerte,  has sido  noser frente a un mundo viviente tan ajeno e indescifrable antes de ti y después de ti.
Todo lenguaje es infinito, pues más allá de su comprensión, la invención de su combinatoria traspasa cualquier límite sin que su posible significado sea una correspondencia con una idea u objeto existente.

 Una gramática es una ordenación… ¡pero no necesariamente de algo aprehensible!

“Existen los universales plásticos.”
“El arte es una cuestión de crecimiento.”
“La materia del yo.”
“Una guía latente, y todas las estructuras ocultas del aprendizaje innato lingüístico u ontológico.”
“Tú eres la artista, así que me exoneras del pasatiempo enojoso de su construcción… La inteligencia y el talento son facultades de la especie no del individuo. ¿Qué importan tus manos o las mías?”
¿Cuánto tiene el arte de biológico más que de fundamentos intelectuales, emocionales y espirituales?
Todo arte, a despecho de su ilusión (antiguo) o desorden visual (moderno), es cartesiano.
No se expresa con un alfabeto plástico (todavía no, quizás en el 3970), sino con fonemas de un lenguaje aún por dilucidar: hipidos, graznidos, gritos, bufidos, mugidos, zumbidos, arrullos, gruñidos, rugidos, cloqueos, silbidos, maullidos, rebuznos, berridos, ladridos, gañidos, gemidos, ronquidos, bostezos…
Un amontonamiento discontinuo que en sí mismo carece de significado, pero que sirve para una construcción visual en tanto significante y significación: aparto la mano, me echo para atrás: descubro el código dado.
Al igual que sucede en los lenguajes hablados, en el arte idiomas distintos activan modelos distintos aun dentro de las mismas capacidades innatas e idéntica predisposición, que son universales.
[Leído en el dietario secreto del 56: anamnesia platónica.]
Detrás de todo arte (literario, plástico, musical) existe un input más allá de lo que trasluce su práctica. No quiero que mi obra exprese algo: pero esa intención ya se halla intervenida de antemano, intoxicada por cualquier vestigio de la naturaleza que fuere.

E.H.: mueres en La Era de las Primaveras.
Trabajo contra los poetas: ellos buscan imágenes: yo las construyo para buscar pensamientos.

La analogía es un ensayo.
 
Mi arte me compromete con el misterio.

[Leído en el dietario secreto del 56: tectónica.]
Adán es la pieza fundamental del juego de la creación. Lo demás viene por añadidura, al igual que el primer movimiento en una partida de ajedrez compromete todos los demás: Eva, el sexo, la codicia, el crimen, la cobardía…
¿Importa que su obra sea ininteligible?
En modo alguno.
Es mucho más preferible que un arte ocioso, de mera retórica (plausible, transparente en su enunciado, inútil como el paisaje perpetrado por el aficionado un domingo por la mañana…)
¿El logos?
¡La rebelión! Jamás miraría hacia atrás excepto para no copiar lo excelso, pues toda transgresión auténtica acepta el pasado con mayor o menor respeto hacia su magisterio.
[Leído en el dietario secreto del 56: espíritu etónico (?).]
El antiguo dinamitero deviene auctoritas que cuestiona cualquier obra revolucionaria o… demoledora. Cancerbero terrible, cierra el paso a la novedad, que es lo desconocido pero también lo inquietante… y puede que hasta peligroso para él.

sábado, 13 de octubre de 2012

HESSE 80


En Firing Line: Jack Kerouac, completamente borracho, se pone en evidencia ante todo el mundo que ve el programa televisivo esa noche. Una borrachera tan desmesurada que hasta te entran ganas de vomitar sólo con verle el rostro brillante por el sudor y los párpados semicerrados a causa de la somnolencia criminal, un hombre desmadejado y balbuciente y disparatado accionando los brazos una y otra vez con gestos torpes y la sonrisa idiota del beodo. Escribir, ser artista, ya es toda una exhibición (una total indecencia al decir de Kafka, según cita Salinger en Franny y Zooey (1951). Y tales cometidos deberían hacerse absolutamente de noche, cazadores clandestinos y escondidos a los ojos de los demás. Y ya de día, de vuelta al ataúd a dormir la melopea hasta que sobrevengan de nuevo las tinieblas. Siempre ocultos, sin dar explicaciones: CON LA BOCA CERRADA DE UNA MALDITA VEZ.
¡Cuánto mejor lo pagano, incluso lo sacrílego, en el arte!

En el siglo XXI el poder (o los poderes) podrán sacar a la luz del sol todas y cada una de vuestras entrañas. Y lo consentiréis con alegría contemplando absortos el mondongo todavía caliente desparramándose sobre la acera.

En Alemania. 1965.
Sabemos que ha comprado un libro de Arno Schmidt, de pocas páginas, estremecedor (“Menciona a Mark Twain”, escribirá en uno de sus dietarios de los sesenta): Schwarze Spiegel. Lo lee entre trastos metálicos y hierros oxidados, y ese olor especial impregna la lectura de tal forma que en adelante se adherirá a su recuerdo siempre que evoque aquel libro.
¿Qué fue de Alemania?
Sentada bajo una ventana con los cristales rotos, la brisa cálida de finales de abril entraba por los agujeros y le entibiaba la piel del rostro, y la luz que descendía desde arriba iluminaba enteramente sus manos y las líneas negras de las páginas. Se sintió subyugada por la libertad de una creación que parecía abominar de todo encorsetamiento y rigideces normativas… Y había una Eva, allí, entre líneas, una eva estremecida  y feliz bajo los rayos del sol poderoso que barría los polvos más encarnizados de la ya lejana postguerra, de las ruinas y los muros grises y los hierros negros.
Un mundo extrapolado, inacabado, a medias diseñado, en virtud de un teorema que tardaría centurias en ser desarrollado, cuando para entonces todo había sido perdido. La severidad de la Aritmética y la lucidez de la Geometría chapoteando en el fango de tres guerras hasta dar con un resultado inservible: borrada la huella del maldito pie del hombre en la tierra sagrada e inocente aun con sus cataclismos y despropósitos. 
Brinda por ti misma, entonces, y celebra a quien levanta acta sin misericordias agazapado en un rincón, aferrado a sus manuscritos

1964: duda de todo, y más que de nada de ella misma.
2010: tres fotografías de sendas obras tuyas en el NYTM. La duda es la peor enemiga de la especulación.
-¿Quién eres… del futuro?
-Tu gemela.

No es una habitación hermética. A duras penas logra refugiarse en sí misma, pero cuando lo consigue ¡qué inmensa paz, qué calma y feliz postración del alma!

¿Cómo no iba a ser moderna?
Cada paso que daba adelante ratifica su rareza, al menos una imaginación altiva. Su incursión en el pasado siempre era un intento de adelantarlo en el tiempo, incrustrarlo en su conveniencia.
Donde unos veían catedrales, ella “adivinaba” los rascacielos del Medievo; donde otros admiraban la hilera de los rascacielos del skyline, ella contradecía la visión: granito, hierros, maderas y cristales elevados en solemne mezcolanza a las alturas, poblaciones enteras que viven a costa de su construcción secular, miles de puestos de trabajo artesano o simplemente físico creados en torno a su perímetro, y el empleo indiscriminado de la tecnología punta de su época para su diseño y precisa ingeniería, y las travesuras escondidas entre las piedras a la hora de la lluvia, y el alarde estético disimulado en algún oscuro rincón de la inmensa mole misteriosa y profunda, y las tinieblas del interior, tan adictivas, tan propias de los dioses pero también tan sugerentes para el recogimiento profano.

Renacer… Pero, ¿para qué? Tal vez empeorara aún más las cosas: donde el dolor, la absoluta indefensión de la carne, de lo físico…

Al contemplar una de mis obras instaladas en la galería: la sensación es mayúscula, extracorpórea: ha transcurrido el tiempo, nada humano de mí puede decirse que ronde por la tierra más allá de lo puramente material, pero he aquí que, aún viva, todo lo contemplo desde la certeza… desde la muerte que sobrevuela las tierras de nobodaddy.

Concibe una obra nueva.. Toma papel y tinta. Encabeza la página:
Femat, XVII. Esboza líneas, traza coordenadas imposibles, objetos irritantes o inexistentes o meramente análogos.
Desiste, pero es el cáncer que le agarra de la mano, debilita su mirada, y todo es para nada.
Si n es un número entero positivo mayor que 2, la ecuación xn+yn=zn no puede tener ninguna solución entera y positiva de los valores x, y, z.
Todas las cabezas, incluso las preclaras mentes, bajo las bombas de hidrógeno, sin compasión, sin escapatoria.
Es un arte cifrado, como una escritura secreta que una querría impedir por todos los medios que caiga en manos de sus enemigos.
En el arte reducía cada vez más lo material… pero a no a la esencia sino a su descomposición.
Toda generalidad es confusa. Debe serlo.
Mi obra se extingue en lo más profundo, aquello que, en tanto ser humano, tampoco puedo expresar con las palabras debidas (es decir, con las justas).
Y finalmente, lo intuitivo arrastraba al discurso a una nomenclatura ociosa aunque no por ello menos imaginativa. El signo deviene una enumeración no exenta de interrogaciones subversivas a despecho de su carácter subordinado.
-Sabes, querida, ahora que estamos en febrero, todavía no sé si adquirir un modelito en alguna de las carpas de Bryant Park o invertir un pequeño montón de billetes de un dólar en una de tus obras. ¿Podrías aclararme algo en relación al concepto del discurso?
-¿De acuerdo el modo de su significación o respecto al modo de su uso?
-Empieza por donde menos duela.
En cuanto su uso debería usted contemplar las siguientes variaciones: informativo, valorativo, incitativo y sistémico. Le sugiero calurosamente que reflexione sobre el tipo de uso sistémico, aquel que tiene lugar cuando el conjunto de signos estimulan u organizan un estado que otros signos tienden a provocar. Si atendemos al modo de su significación nos hallamos con conjuntos de signos conocidos como designadores, apreciadores, prescriptores, formadores
Basta con ser condescendiente, tener un buen temple, como suele decirse, para que el mundo en la vasta multiplicidad de sus variantes biológicas siga funcionando como si tal cosa, sin mayores alharacas, y, desde luego, sin mayores estropicios: cada uno a lo suyo, a los trapillos de temporada, a la novela gótica, a Klee, a Heidegger…

miércoles, 10 de octubre de 2012

HESSE 79


Por A.Sch.:
Que la catástrofe del mundo no me reconcilie con mi tumor.

Muchos de los chispazos visuales que me vienen a la mente pasado el tiempo lo hacen a través de sensaciones físicas: veo sin trabas la tremenda entrada de la nave fabril abandonada en los arrabales de D. merced al olor a herrumbre que recupero hoy durante mi paseo por las inmediaciones del puerto; de aquel galimatías callejero de las cercanías de los muelles por el inconfundible aroma de la madera mojada que antes y ahora asalta mi olfato; recordé a L. en Hamburgo por aquel sabor de la mandarina española que anegaba dulcemente el paladar…
“Serías una proustiana… ¡de materiales desmedidos!”
A tener en cuenta:
Inventario Schwarze Spiegel:
hormigón quebrado (305)
poste amarillo y negro (306)
esqueleto (307)
luna (308)
libro Satanstoe (309)
ébano (309)
lata de conserva (311)
central telefónica inactiva (313)
80 balas (317)
cartel de color linóleo (318)
cañería (318)
érase un hombre a una bicicleta unido (318)
cien millones de hombres y mujeres en la tierra hubieran bastado para perpetuar su especie (319)
Rilke (319)
tronco de haya (320)
rojo vagón de carga (320)
mapa (326)
vigas de madera de 4, 6 y 8 pulgadas (327)
hierros y soga (328)
carbón (329)
piedra de balasto (330)
cráneo (332)
número B.1107 (332)
prohibido el paso (333)
telescopio (334)
aplique dorado (338)
papel cuadriculado (339)
sombrero puntiagudo (339)
biblioteca ( Hoffman, Ranke, Cooper…) (341)
hoja de acero (342)
bronce (343)
grabado Buen viaje (343)
cometa de papel (344)
palo de bambú (346)
excremento (346)
hilo de cobre (347)
20 estrellas (347)
aluminio (349)
ajedrez (349)
película fotográfica (360)
estación del ferrocarril (361)
mira telescópica 500 metros (362)
Poe (380)
Hemingway (380)
Wolfe (380)
Faulkner (380)
Lessing (390)
Jean Paul (390)
Döblin (390)
Schmidt (390)
Cervantes (390)
Adan y Eva (393)
¡Nunca para los lectores!
[La numeración entre paréntesis hace referencia al número de página de la edición Los hijos de nobodaddy, de Arno Schmidt, por la editorial Debolsillo (Barcelona, 2012). Traducción de Florián von Hoyer y Guillermo Piro.]

Que el catálogo de mis signos sea la herida abierta…

 1969. Exposición de B. en C. (Prince, casi tocando la Sexta).
La madre araña: no sus cuatro pares de patas: la huella que a ti se dirige, el mero vestigio sobre el polvo de las baldosas de su marcha criminal e inapelable directa al cerebro.
La muerte del padre en Bourgeois: una brecha por donde entran los miedos, la precariedad, todo es para nada.
Lo sabes bien.
Décadas de un psicoanálisis que nada puede rastrear salvo las dificultades: al contrario que la araña, se diversifica, se pierde en una dispersión que tiene mucho de estética.
La pregunta: ¿Por qué maligno? ¿Hasta ahí hemos tenido que llegar?
Pues, ¿adónde has querido llegar tú?
(Sí, eres culpable.)

La Mujer del Sombrero ha dado paso a La Mujer Calva.
Es un arte éste indetectable. Nadie tiene por qué conocer su verdadera función. “Que cabello precioso, y que corte tan esmerado y preciso”.
La peluca: objeto mágico. No tapa la calvicie desgraciada, esconde desde su perfección artesana la quimio y la ristra de los médicos y los auxiliares que silban o bajan la vista a tu paso y las habitaciones blancas y los largos pasillos y las deprimentes antesalas y un rumor de fondo como si fuese el de las máquinas que han de triturarte.

Proyección en el Village, en la sala Pudovkin, de dos films en dos pantallas yuxtapuestas: no tardas en darte cuenta que ya sólo es posible trabajar en los límites.

Notas al margen: marginal.

¿Y si en el fondo todo se trata de un alea? Una conspiración del inconsciente. Una obra abierta sugerida por el mismo material que buscara mediante el artista inocente su propio vocabulario exento de la razón humana. La piedra no hablaría como un ser humano, y menos el acero, los plásticos…
Aunque se necesitan cuatro mil millones de años para la consecución de un “azar” afortunado.
(Si bien finalmente el ojo humano, ejecutor y controlador, terminaría contaminando un auténtico alea.)

martes, 9 de octubre de 2012

HESSE 78


Ni lo bello ni lo inútil: el misterio (y si se pudiera, una actitud moral).

Atardecer en el apartamento. Un raro aroma de melocotón hervido penetra al interior por la ventana abierta. La nórdica, G., en un momento dado, abandona el periódico a un lado del sofá, se pone en pie y se aproxima hasta mí que, junto al vano de la ventana, contemplo con desgana la calle anegada por la lluvia. Acerca una mano a mi cara y, delicadamente, abre mis labios con los dedos, los acaricia con la punta de la lengua. Me dejo hacer.

Un día claro y frío, brillante de luz. De una luz alegre. Estamos sentadas a una de las mesas junto a la entrada de la cafetería. El sol de diciembre entra a raudales a través del ventanal, hasta tal punto que me obliga entrecerrar los ojos de cuando en cuando. No siento la menor vergüenza de estar frente a ella después de aquella tarde de lluvia y aburrimiento. Está hermosa y tan hermética como siempre. Como es su costumbre va sin maquillar, y se ha recogido el cabello rubio en un moño resplandeciente. No se ha librado de la bufanda a cuadros que lleva en torno al cuello, y viste el gastado jersey azul marino que ya conozco y unos viejos y caros vaqueros que todavía acentúan más su cuerpo alto y esbelto. Experimento tal sosiego que me hace estar en paz con todo lo del mundo y, por primera vez en mucho tiempo, también conmigo mismo. Al llegar, y en cuanto se despojó de la chaqueta de cuero negro, G. había depositado un grueso libro sobre la mesa. Es impensable imaginarla sin un libro entre las manos. Poco después lo avanza hacia mi lado, sorteando las tazas del capuchino y el platillo con las pastas. Su mirada insta a que abra sus páginas y lo hojee.
Se llamaba Justinus Kerner. Era un poeta suavo. También era médico y ocultista. Entre otras cosas, afirmaba haber escuchado en cierta ocasión a una vidente alojada en su casa expresarse con el mismísimo lenguaje de Adán, aquel “que penetra en el corazón de las cosas y designa a cada ser por su nombre verdadero”. Kerner relata los pormenores del hecho en Die Seherin von Prevorst, un libro impreso en Stuttgart hacia 1830. Aunque no fue hasta 1857, influenciado por Swedenborg, que empezó a publicar sus klecksografías, manchas de tinta hechas al azar pero en realidad perpetradas por un espíritu en pena y ajenas por completo a la voluntad y el control del propio ejecutante.
¿Cuánto tiene de taumatúrgico el arte, incluso sin contar con la colaboración del artista?
¿Qué somos capaces de ver sin ver?
G. desvela asimismo un hecho que aún agrega más desconcierto en mis conjeturas: con posterioridad los experimentos y descubrimientos de Justinus Kerner encontraron una aplicación diagnóstica en la psicoterapia, bajo el nombre tan conocido de “test de Rorschach”.
Hacer arte sin frases hechas ni lugares comunes, y si es posible hasta con faltas de ortografía, sin el corsé de unas reglas sólo válidas para el momento actual.
Respiras exactamente el material de tus figuraciones, su sustancia criminal. Una mórbida esencia de atracción fatal. Así, pues, ningún reproche. Se trata, sin duda, de una obra coherente. Hasta el límite de lo siniestro.

G., desgreñada, sin una buena ducha desde hace días, los ojos vidriosos, la mueca macabra: “Tengo la mejor y más mortífera arma contra el mundo, sus inquisiciones e interferencias, contra sus manías de dominación y control: el suicidio. No tienen nada contra esa rebelión... Ni siquiera un millón de fisgones y secuaces encorbatados de seda chillona con su embrutecida y drogada guardia de corps armada de porras y gases lacrimógenos podría impedirlo. No tienen nada preventivo o inhibitorio contra ese maravilloso secreto de identidad.”
Contra ese escupitajo que esa indescifrable identidad les lanza a toda su puta cara sistémica.
Estamos en un mundo tan desalmado que una sólo puede fiarse de las latas herméticamente cerradas y las botellas de cristal selladas con papel de estaño mientras las bombas de hidrógeno vuelan sobre tu cabeza.
Y otra tarde de febrero, después de intentar, o andar entretenida con la copia de uno de los cuadros de Rothko… ¡al carboncillo!, G. abandonó el estudio antes del anochecer (dejó todas las luces encendidas y los tres grifos abiertos en un gesto para consigo de extrema generosidad), buscó en un hotelucho del East Village su último aposento (un sepulcro poco decente, como iba a requerir la postrera decisión de su vida), pasó unas horas en absoluta inactividad y todavía a salvo del abominable amanecer, tendida en el camastro, se abrió las venas de los brazos bañada por la luz roja y chirriante de los neones de la calle. Y, en efecto, no dispuso junto a ella ninguna nota, libro u objeto que revelara una despedida o el último y definitivo desprecio.
Y otra mañana de hace años, ante los arriates que adornan bastantes de los edificios más pobres del SoHo se admiraba infantil:
“Cada color me hace pensar de una forma distinta, pero siempre apasionada. Sólo el blanco, que no lo es, logra sumirme en la ensoñación.”
G., que siempre creyó que el amor era una oración.

-¿Era usted amiga de Gerda Kristiannsen?
-No.
-Pero usted la conocía.
-Sí.

Huir al paraíso, la isla de corales, el mar verdeazul, pero sólo huir hacia él, nunca alcanzarlo. Sería suficiente con eso. Entonar en la marcha decidida y valiente un canto alborozado, un Iméné que acompañara los pasos y disipara lo triste de los días del pasado.

jueves, 4 de octubre de 2012

HESSE 77


Antes que cualquier otra cosa una escultura es un objeto y ello prevalece por encima de cualquier otra consideración.

Todo arte es una aproximación.

Por más que porfía en ello, no puede ver el mundo con los ojos de la inocencia. Ni siquiera Picasso lo consiguió, su ojo era tan depravado como el de ella.

M., con la vista fija en la hamburguesa de tres pisos, antes de hincarle el diente: “Todos los artistas en alguna fase de nuestra trayectoria (sic) hacemos una epistemología de lo fútil.

Lo representado no surge de la naturaleza sino del cerebro, algo misterioso, falso y mucho más fascinante que lo que llamamos copia.

Ella (D.A.) se ha dado cuenta de algo horrible: la fotografía no es lo que ella ve, sino lo que la cámara ha visto.
El arte tradicional, o una de sus formas, llevado a cabo en nuestros días es lo que resulta decepcionante para la mayoría de la gente que busca ante todo una fidelidad extrema hacia la naturaleza

El objeto es real.

Era un espectador en verdad recalcitrante: ante una pintura inequívocamente trompe-l’œil insistía todavía más en sus pesquisas: miraba por detrás del lienzo, cavilaba, se decepcionaba ante el rectángulo plano, ARRUGABA EL ENTRECEJO…

Una obra de arte es contemplación antes que información.

Ha sido la imaginación la que ha sustituido por completo a los sistemas normativos.

El arte, como las palabras y las frases más comunes, se gasta.

No hablo yo de emociones, iguales todas en todos. No proyecto eso en mi trabajo. No quiero hacerlo. Yo me expreso artísticamente, que es lo individual.
El Taimado dijo: “En un cuadro de Rothko ponemos los observadores mucho del Rothko torturado que cada uno llevamos dentro”.

La expresión está más allá de toda representación o descripción. Es algo selectivo y, por tanto, incontestable.

Nadie falsificará mis obras… ¡Qué consuelo!
De más están las fotografías radioscópicas, el examen microscópico, los análisis químicos. Respecto a las diferencias estéticas…
Y si lo hicieran…
Un falsificador no crea nada con la mente, lo copia con las manos (sucias). El falsificador hace. El artista crea.

Por muy perfecta que sea técnicamente una copia, el asunto es irrelevante, sin la menor pizca de interés por el debate acerca de las “miserias” de la autenticidad. La técnica por sí misma y sin finalidad estética carece de cualquier merecimiento.

Las razones que pudieran aducirse para adoptar una poética u otra es un misterio, pues el artista, en lo que respecta a su obra, se mueve entre lo conocido y lo desconocido. En lo que a ella concierne, antes se dejaría cortar un brazo que apelar a la palabra “gusto”.
Y en cuanto al corazón del misterio… lo autográfico en sus obras debería buscarse en una “irracionalidad consciente”.
El arte no es una notación lógica.
(W., 1-6-15: “La verdadera cuestión en torno a la que gira todo cuanto escribo no es otra que: ¿hay a priori un orden en el mundo y, si lo hay, en qué consiste?”.

Trabajo en los límites, acaso en los mismos márgenes del conocimiento (sic) de la intuición: del arte, de la disciplina, del lenguaje, del pensamiento… De mí misma.

Son múltiples las herramientas de que se sirve el lenguaje para manifestarse, de un modo lógico o ilógico: así, pues, el arte tan visualmente perceptible por todo el mundo apela a aquello del mundo.

Un abigarramiento, un amontonamiento infantiles.
Es una niña encerrada en un gran armario tan grande como una habitación. Está llena de cosas, es como una inmensa caja de juguetes. Va descubriendo maravillada multutud de cachivaches, fascinándose a medida que reúne en torno a ella decenas de objetos, trastos, cacharros, piezas de antiguos artilugios y mecanismos misteriosos, componentes inclasificables… Es feliz abrumada por esa matemática desafiante, heteróclita y especialmente herética, ajena a todo orden lógico, a la ética del bienintencionado.
Lo religioso en arte es representar el mundo; lo místico, desbaratarlo.