“El
menstruo como una magia, un desenlace vivificante, aunque ni purifique ni nada
desintoxique. Una treta hormonal, simples estrógenos y progesterona que escapan
de los ovarios, un subterfugio de la mucosa. Medio vaso de sangre licuada para
el sacramento cíclico de lo femenino.
Una
parálisis creadora: esa joven compañera en la Cooper Union que parece un hada
vagarosa, que viste prendas talares y gasas livianas, frágil y silenciosa,
tenía el himen imperforado, la sangre retenida en la vagina se almacena detrás
de la membrana, el dolor es violento, pero una mínima incisión quirúrgica
hubiera bastado para solucionar el problema.
Una Hesse
estática, estéril, ni pinta ni dibuja, no crea, yerma.
Murió
joven, almacenando 30.000 óvulos.
En el otro
universo, Hesse ha comprendido. Una de sus mejores obras remite a la urdimbre
mágica, lo matérico resuelto en significantes y significados: ¾ partes de
sangre y mucosidades, unos fragmentos necrosados y células vaginales
descamadas.
Vómitos,
jaquecas, la náusea: existe una amplia gama de productos capaces de aliviar los
dolores, Hesse tiene el suyo propio, intransitivo: martillazos sobre las
planchas de acero, accionar el soplete de fuego, rompimientos de cartones,
roturas de tejidos, retorcimiento de alambres, doblamientos de tuberías, anudar
sogas, manipular la fibra de vidrio y su veneno. El arte como
asesino, hija de la noche, hermana del sueño, tanatos liberador que no admite
dádivas, que todo lo cura, que la mata, destruye su cerebro solapadamente, la
invade. Con anterioridad: ese material la había seducido con malas artes.
“Digamos
que su arte es un método, como el psicoanálisis para mí. A través de ambos
llegamos a conclusiones que iluminan muchos aspectos de nuestra personalidad,
de nuestros actos y relaciones con los demás hasta ese momento ocultos. ¿No le
parece?”
Hesse
investiga cómo suprimir temporalmente la regla de las diosas, toma un
progestativo, danazol o algo semejante. Bloquea el sistema. Crea, pero es una
creación culpable. Pronto libera de malas censuras su obra fluyente, y todo se
desborda como las aguas limpias y frescas de un arroyo.
Hesse
decide no volver nunca más al diván de aquel falsificador (sic.).
Long Life: ABSTRACT INFLATIONISTS AND STUFFED
EXPRESIONISTS.
Residuos
colaterales del pop tardío, fue calificada la exhibición (pues tal era). Los
equívocos comienzan en seguida, al menos respecto a Hesse. La artista ha
elaborado una bola de papier maché
recubierto de cordón pintado de gris sujeta a una cadena. Como no se sabe de
qué hablar, se dirimen influencias, se sugieren inferencias (sexuales o de otro
tipo) y sobre todo metafóricas. Una semántica generativa ha dado inicio:
cordones, alambres, sogas, junto a otros muchos materiales aún por exponer. He
aquí las claves del vocabulario que van a configurar el lenguaje plástico. He
aquí la piedra Rosseta, la solidez
basáltica que sustenta el corpus de su obra, se diría en pasmosa e imaginativa
reducción el hermeneuta de bolígrafo afilado y prosa taxativa.
Útero/ombligo
sajado. Redondo contenedor al que el pene se inmola.
¿Una bola
con cadena? ¡Una bomba anarquista!: las mil y una interpretaciones.
Remeda el ghostwriter la entrevista de Cindy
Nemser:
-Dígame
¿podríamos decir que la obra nace como un aborto prolongado y magnífico de la
fábrica de su cuerpo?
-¿!!?
Interpretaciones
diversas de artistas diversos (c.
2000)
¿Lo
consideras imprescindible?
Absolutamente
clarificador
Es conveniente. Esa ristra de propósitos intercambiables
nos revelan del arte su lado más frívolo: el de la pretensión. Sólo suena
disparatado al leer unas declaraciones que epigrafian en gran parte de los
casos la pavorosa nada que rodea como un halo pestilente unas propuestas
artísticas que requieren la nota a pie de página. ¿Por qué hablan? ¿O es que se
explican? ¿Quiénes son éstos? ¿Qué quieren de nosotros? ¿Para qué nos
necesitan? ¿Quién nos envía este ejército multitudinario, inexpugnable,
imbatible, incontenible, dicharachero, sentencioso, premioso, alevoso, hasta
algo bufonesco, hasta…?
Cien artistas, cien propuestas, doscientos pares de ojos.
Y las manos, cuatro millones de pares:
-No soy
artista, soy alquimista, aspiro a convertirme en la obra de arte transmutada
desde la meditación y el pensamiento puro.
-En
realidad, toda mi obra es un código: por desgracia, sólo yo puedo entenderlo.
-Me
interesan las relaciones humanas: creo en los monstruos.
-Información,
es lo que dispenso en una época muda, y he tenido que crear mi propio alfabeto
para evitar las manipulaciones: vivimos en una sociedad catapultada al abismo
por las mentiras.
-Creo lenguajes:
lo que contemplas te enseña a leer de nuevo, ves por mis ojos, yo soy tus
ojos.
-Todo lo
que crea mi imaginación lo considero válido para el arte; créeme, he podido
imaginarte a ti.
-La obra
de arte soy yo, y los objetos que contemplas nacidos de mis manos son sólo una
proyección de mi espíritu siempre alerta.
-¿El arte
es un juego? ¡Naturalmente que lo es! ¿Qué otra cosa podría ser en nuestra
época maravillosa que no duda ni un segundo en pagar lo innecesario? Todo lo
bello es inútil, todo arte eficaz es intrascendente: en el mundo del arte se
compra hasta… hasta la mierda... ¡Mira el italiano ése, ese tipo listo!
-Transmito
un viaje interior, una ruta que hasta para mí es indescifrable; no son los
detalles los que me importan: fijaos en la meta.
-Frente a
la fotografía opongo la pintura como médium conectado el arte del pasado.
-Mi obra
es, sencillamente, una vía de reflexión a lo moral y lo social desde lo visual:
todos somos prisioneros políticos en la actualidad.
-Mi tema
son las generaciones: ninguna de ellas ha estado a salvo jamás de las utopías.
Mi estilo
son los recuerdos, reminiscencias por así decirlo, no importan como lleguen a
través del sueño, ni de qué manera se me presenten investidos: soy fiel en su
retrato, a sus formas.
-No hace
falta que entiendas lo que pretendo: sólo respeta (y querría subrayar
precisamente esta palabra y no otra) lo que hago.
-Conjuro
imágenes que provienen del delirio, incluso de lo intuido.
-La duda
es la clave de la espontaneidad; necesitamos librar al arte de los conceptos,
de la rigidez de los esquemas.
-Mi
fotografía no refleja la realidad exactamente; además, diré que ni siquiera
refleja la verdad; la fotografía no necesita la verdad.
-Mi
propuesta es una estructura narrativa sustentada en las formas híbridas de la
instalación, y entiendo el vídeo como el instrumento más adecuado para la nueva
y futura época barroca que ya nos invade.
-El arte
es magia, y, desde luego, tiene vida propia; cuando acabo una obra siempre
compruebo que no tiene nada que ver con lo que había previsto: esa es la magia
a la que me refiero, a lo que sucede al margen de tus deseos.
-El arte
debería romper todos los tabúes para poder empezar de nuevo, como si
aprendiéramos otra vez a dibujar, a pintar, a tallar, a mirar.
-Mis
instalaciones, objetos y vídeos tienen su origen en las tensiones creativas que
se producen al reflexionar sobre un entorno natural, social, moral y cultural
absolutamente degradados, irrecuperables.
-El
contexto discursivo versa sobre la locura, la excrecencia que deriva de ello.
-Cuestiono
los mecanismos del arte y el resultado es la obra tan cuestionable como
aquéllos.
-De hecho,
yo no soy un artista; soy, y lo afirmo sin el menor escrúpulo, un explorador
que no sabe adónde va, pero disparo, ¡aun a ciegas, yo disparo!
-Todo arte
es una tramoya; en mi caso, espiritual.
-El
verdadero arte no es real; es pura ficción, como lo que simula, representa o
cuenta: ésa es su autenticidad, su mentira.
-Mi obra
no es la solución, es el problema.
-Construía
obras de arte: ahora las destruyo.
-Puede que
lo que rodee en ocasiones al arte sea trágico, y eso pensando en la muerte de
los desahuciados como Van Gogh, o los depresivos como De Stäel o Domínguez, o
los desafortunados como Klee y Schiele,
pero en el fondo el arte es algo placentero, un canto a la vida, a la alegría
de vivir, yo espero ser alguien que se asemeje a un Renoir del siglo XXI…”
-¿Mi arte?
Pues es sumamente personal, en el que se entremezclan el vídeo, la pintura, la
escultura o la instalación, incluso el teatro y el mimo, y puede que hasta más
cosas… En realidad yo definiría mi obra como una yuxtaposición onírica,
zigzagueante y barroca.
-Soy un
fabricante de kitsch, una producción
masiva de ello sale de mi factoría donde me ayudan 30 operarios; me interesa
comunicarme con la masa, no tengo prejuicios de ningún tipo, y, otra cosa, el
arte es una industria como otra cualquiera: la estética sólo es el envoltorio.
-Perfomance es
una palabra antigua, rancia: me interesa el humor y, sobre todo, yo mismo, pues
de mí, sin necesidad de cualquier otro material,
nace mi proceso artístico, mi obra real.
-Critico
el mercado del arte, procuro poner el dedo en la llaga, de ahí que prefiera
leer manifiestos que construir objetos artísticos, los desmaterializo con mis
textos.
-Me
interesa explotar en su totalidad los recursos del vídeo; soy un místico y mi
discurso se ha convertido al paso del tiempo en una profesión de fe; al final
de todo uno sólo es un visionario.
-El arte
es una fórmula para hacer dinero; soy una máquina de hacer dinero, no un
artista, y sé cómo manejar el marketing
de mí mismo, por esa razón soy yo mismo quien vende mis creaciones.
-¿Por qué
hago retratos imaginarios?: en realidad, se trata de contenidos agresivos
enmascarados, auténticos misiles en la línea de flotación de las clases medias
dormidas, narcotizadas por Internet y la televisión, procuro reventarles el
cerebro.
-Presento
en un contexto artístico los sucesos más normales de la cotidianidad, eso los
dimensiona y nos hace comprender la futilidad de muchas de las reglas que
gobiernan nuestras vidas: todas mis instalaciones contribuyen a estimular a ese
espectador para que se interrogue a sí mismo sobre su comportamiento, su lugar
en el mundo…
-Es el
exterior lo que otorga sentido a mi interior, de manera que al plasmar lo que
me rodea de modo figurativo logro entender ese interior desequilibrante que a
todos nos atenaza y enmaraña la visión de lo real…
-Trastoco
las reglas del juego, soy un subversivo que ha cambiado la metralleta por la
cámara de vídeo.
-Yo te
diré lo que soy, lo que tú eres: “somos oxímoros escopofiliacos que hieren los
ojos…, somos artistas”.
-El valor
cultural del arte debería ser absolutamente nulo: sin magia, ni símbolo, ni
precio.
-Mirar, es
todo, una observación analítica, y el cuadro es lo residual, al que no me
importa incorporar la tradición de la pintura que nos precede.
-Entra sin
permiso a la casa de un obrero en paro, enciende las luces de cada habitación,
husmea en la sala de estar, en el lavabo, en los dormitorios, en la cocina, en
los alimentos que guardan en la despensa, observa los adornos, las cortinas,
los muebles, las fotografías en sus marcos de plástico dorado, los cromos
colgados en las paredes: traslada los más obscenos y grotescos de esos adornos
y bibelots, vestimentas, muebles y utensilios baratos a una galería,
muéstralos, imprime un lujoso catálogo de esa mercadería de baratillo, coloca
todo esa ropavejería bajo la potente luz de cien vatios…, pues bien, he ahí el
arte al que yo aspiro, desentraño la podredumbre social de nuestra época
corrompida por el miedo, el consumo barato, la televisión, los predicadores y
los políticos.
-Soy frío
como el hielo: mi obra es mi personalidad, una suerte de indiferencia por todo
y hacia todos. ¡Idos a la mierda!
-La obra
es una prolongación de mi mente, o una especie de aura, algo muy espiritual a
despecho de la materia y la fisicidad (sic)
con que se enfrenta el espectador.
-Los
límites hace tiempo que se rompieron: genéricos, disciplinares, temáticos… ¿qué
importa todo eso si el arte, desde antiguo, es un espectáculo ante todo? ¿Acaso
no se cobra a la entrada del teatro? ¡Que pague mucho más que una puta entrada
para ver una peli si alguien se lo quiere llevar a casa!
-No creo
en el arte; creo en mi obra.
-El
artista juega a la ruleta rusa; aciertas cuando te toca la bala, y mueres.
-El
artista nace desnudo, vive desnudo, sólo la obra acaba vistiéndolo.
-Todo mi
trabajo es un alegato contra la contemporaneidad, contra mis coetáneos: mi obra
está dirigida a la posteridad. ¡Que le den por culo a la vecina del tercero!
-Una
fotografía no representa realmente al objeto, el paisaje o la persona: los crea
en el momento de apretar el botón.
-Pienso
que la naturaleza también es una categoría cultural; por tanto, mis
instalaciones aspiran a refrendar aquella condición; lo social, no me importa
en absoluto, lo tengo por el peor de los costumbrismos.
-¿Lo
principal del arte?, el proceso, naturalmente.
-El arte
de nuestros días está lleno de románticos por una parte, y de apocalípticos por
otra: yo tengo un pie en una u otra
tendencia, eso depende de los días, de mi humor, digamos, de mi jodido hígado.
-No he
tenido una infancia feliz; lo que muestro es mi yo herido.
-¿Disfrazarías
a un monstruo para hacerlo más horrible o más… fascinante? Mi trabajo consiste
en presentar las cosas tal cual son, ¿para qué enmascararlas?
-La línea
que divide el éxito o el fracaso en la vida de la mayoría de las personas
apenas es visible: esa línea es lo que yo intento reflejar en mi obra.
-Procuro
que la gente reaccione, porque toda la estrategia de mi estética se basa en
crear ese estímulo ante el acto de provocación que soy yo como artista.
-Mi obra
es como un cuento infantil: ante ella sólo pido inocencia… bueno, y un poco de
credulidad.
-Un arte
que no se comprende deja de ser comunicación; yo sólo pretendo hacerme
entender, y grito.
-Odio la
abstracción, lo cual no significa que desprecie a los artistas que la practican
como un sacerdocio: el mundo ni es abstracto ni es una religión, y debería
bastarnos con la más fiel representación, una feliz figuración. Oye, allá cada
cual con sus antojos.
-La
franqueza y la veracidad respecto a mi obra residen en que no espero su venta a
los coleccionistas: debido a su altísimo precio sólo contados museos de arte
contemporáneo pueden adquirirla y mostrarla en sus salas, y eso, legitima mi
propuesta artística, pues soy yo mismo quien restringe su campo de acción.
-Hago
películas, guiones, obras de teatro, incluso escribo novelas, de modo que el
arte para mí sería como la poesía a la literatura, y el color su vocabulario
esencial: la auténtica poesía, en suma.
-Me
interesa el mundo de los homosexuales, para mí es una catarsis revelarlos, en sus dos acepciones más próximas:
en las fotografías y en el laboratorio.
-Pues es
así de simple: transmito ideas, y eso es todo.
-¿Estamos
en el fin del arte?, bien: estamos en el fin del arte, ¡ahí estoy yo!
-Los
críticos dictaminan que en la multitud de perspectivas que nos ofrece el arte
de nuestros días es preciso discriminar entre las que son efectivamente válidas
o estimables y aquellas otras que carecen de verdadero interés plástico y
conceptual; pues yo me pregunto, ¿quiénes son ellos para saberlo si están
desprovistos de los medios adecuados para evaluarlas si aquellas carecen de reglas?
-Lo más
anónimo del arte debería ser el artista: sin identidad, sin pruebas... El
crimen perfecto.
-El
auténtico lenguaje de mi obra, el que la conforma, es el inconsciente, el
sueño… y el delirio.
-El arte
es lo esencial, un haiku.
-Todos los
materiales extraños a la tradición artística son los que verdaderamente
contribuyen a las obras más representativas y válidas de nuestra época: de lo
heterogéneo a lo heterodoxo.
-Detrás de
lo visible, está su modelo, su causa.
-El
pasado, eso es lo que me emociona: puede ser revisitado, manipulado, abierto a
nuevas lecturas.
-Reflexiono
sobre el papel del artista en el mundo actual, y la instalación es el medio más
adecuado para ello; de ese modo, puedo convocar metáforas sin fin.
-El arte
me ayuda para salir del laberinto oscuro donde me encuentro, es una liberación.
-To the happy few, ¿no crees que ya he dicho bastante?
-El orden
no es lo opuesto a lo caótico, es simplemente un simulacro, no existe nada
perfecto, sólo el caos.
-La teoría
de los conjuntos es mi referente plástico, es uno de los códigos visuales más
efectivos que he podido conocer; por lo demás, y si eso sirve para abundar en
una mayor claridad de mi obra y mis verdaderas intenciones y singularidad,
estoy especializado en el comportamiento de los insectos.
-Soy una
prestidigitadora: enmascaro (que no las oculto)
mis obras en las imágenes publicitarias que nos rodean por doquier; mirad
atentamente los cartelones de publicidad, esconden una obra artística
deliberada.
-Sexo y
muerte, no son necesarias más pulsiones para evidenciar la locura de las
actuales sociedades globalizadas en la penuria moral.
-Sé de
sobra que se ha dicho repetidamente, pero es la auténtica verdad: menos es más.
-Mis
esculturas sólo se justifican por la materia de la que están hechas: ella
impone el verdadero discurso, sea cual fuere: acero, plástico, madera, cartón,
cristal… ¡qué más da la materia!
-El barniz
de brillo alto, fúlgido, hasta cegador me importa más que la forma y el trazo.
-Soy
repetitivo: hacer dos veces la misma cosa plantea toda una filosofía, ¿de
verdad puede creerse que existe la copia perfecta?
-Sigo
creyendo que el arte debería ser una crítica de toda impostura.
-Nunca he
querido crecer, no tengo nada que ver con los adultos; más que un artista, soy
un peter pan, y ello me permite
llevar a cabo cosas que no se espera de los adultos.
-Rompo
tabúes, mi obra es una mezcla muy espontánea (odio la reflexión) de kitsch,
modernidad y sexo: en toda provocación anida la belleza.
-Mi
trabajo es multimedia; de esa manera es posible evidenciar las relaciones que
en nuestro tiempo se han establecido entre poder, economía, sexo y el engranaje
social en los que nos vemos apresados.
-El vídeo es
mi soporte; sólo yo actúo en ellos: soy el lenguaje
y el tema, la historia por así decirlo.
-Yo creo:
otros participan en la obra, los que crean a su vez los valores y significados
estéticos: críticos, coleccionistas, marchantes, directores de museo etcétera.
-Antes que
artista (y lo soy, y pruebas hay de ello) soy una feminista lesbiana radical
que lucha por la libertad de todos los seres humanos y sus apetencias.
-Mi
concepto del arte es muy amplio: fabrico mobiliario y armas, destilo alcohol,
participo en carreras de automóviles, diseño máquinas para matar animales con
los que luego hago embutidos o carne ahumada, hago fotografías de todo ello y
las expongo en las galerías de arte; es el punto final del proceso.
-Escenografío
sueños, pero sólo su atmósfera, el torpor y la niebla sugerentes.
-Lo que
más ha influido en mi obra son los dibujos animados, especialmente los de la
Warner Brothers Entertainment Company… ¿He oído por ahí alguna puta risita?
-La
imagen, la forma, el objeto… es lo que importa; el tema es secundario.
-El arte
actual se ha convertido en un talk show,
esto es innegable; sería conveniente que empezáramos a crear las reglas que le
den sustancia, de lo contrario corremos el riesgo de caer en la vaciedad.
-El arte
es una mentira colosal, de ahí su magia y su maravilloso poder de fascinación.
-El arte
es lo único verdadero; es lo que siempre permanece, sólo hay que mirar atrás.
-El arte
es el desorden, lo innombrable. Y todo aquello que logre magnificar ese barullo
forma parte de él.
Yo antes firmaba los cuadros, pero me arrepentí en
seguida… ¡Qué tontería! Bueno, en este último he puesto una exorbitante firma
roja en una marina… ¡porque quería una nota roja sobre el verde!: Vincent van
Gogh (100).
El arte es
como la religión una cuestión de fe.
Analicemos
mejor: Dios es la diana.
Y como la
religión, el arte tiene su dios: la obra del artista, El Evangelio Según…
La flecha:
un dardo envenenado.
Ahora
bien, arte y religión deberían creer más en su dios que en las formas
(ritos-liturgias-salmodias) de llegar a él.
Ninguna
religión se contrapone (que dios es dios) con otra. Ninguna forma de arte
atenta contra otra forma de arte (el estilo es el estilo).
Efectivamente:
el oráculo ha hablado.
La
profesora, en Yale, se toma muy en serio las clases. Las prepara a conciencia,
sabe de sobra qué soluciones ansían escuchar sus alumnos antes que un montón de
explicaciones ociosas sobre el arte de los demás. Prepara la teoría sobre todo.
(¿Qué?). ¿Y los discípulos? Se arremolinan en torno a los nuevos conceptos: las
plurales coartadas. “No olvidéis que hablo como artista antes que como
profesora, pues esto último no deja de ser una consecuencia, un mero aditamento
a mi personalidad que me permite pagar las facturas.”
Pero, ¿qué
puede enseñar? ¿Lo que ella hace? Imposible. Entonces les explica la libertad,
la pesada carga del pasado, la levedad de todo.
“No
sabemos cómo tildar esta derivación minimalista, este nuevo afluente del
povera. Es algo excéntrico. Llamémosle así: Abstracción
Excéntrica.
Prospecto/Catálogo.
(Tomar en
dosis generosa.)
Judía
alemana escapada por los pelos: “Será una de las heroínas del Jewish Museum”,
dijo. “Pero más adelante”, sentenció, no era el momento.
Acaba de
morir.
“¡Ahora!”,
dictaminó el curator-chamán, oteador
de negocios, culturas, reputaciones, inversiones…
Hubo un
cónclave: “Señores, directos al millón de dólares por pieza… Entonces,
empezaremos a hablar.”
Veneración
por los cuadernos rotos, las hojas dobladas, fotografías, lápices, frascos de
tinta india… y el fantástico olor a nata de la goma de borrar.
Sueña: un
niño obeso, rubio y de ojos azules, con
la dentadura podrida por las bebidas azucaradas, le apunta sonriendo con una
Magnun 44.
-A ver,
chaval, nombra cinco ríos de los Estados Unidos.
El niño se
le queda mirando sin dejar de sonreír, y en seguida le dispara a la cabeza.
Despierta.
Así que,
al principio Washington Heights. La madrastra, la melancolía judía en los ojos
grandes y negros. Cásate rápido con un tipo anglosajón, un wasp comprensivo y de modales tranquilos. Mientras tanto, los
grandes rollo de la Tora han salido del arca y los tiene escondidos debajo de
la camita junto a Pluto y el Pato Donald y el puzle de las hadas.
El arte es
el alma.
¿Y si no
lo fuera? ¿Y si despreciada la técnica del oficio milenario sólo nos queda la
cáscara vacía de intentonas fútiles, la farfolla? Lo piensa a la vez que sacude
alfombras en la azotea, mediada ya la primavera.
Retorno a
Alemania.
Kennedy ya
estuvo aquí. “Ich bin ein Berliner”. El amigo americano.
Más tarde:
1965. Todo el pasado y la memoria borrados por toneladas de bombas incendiarias
arrojadas por aquellos que ahora te acogen. Ella cuidadosamente registra en un
cuaderno de notas apuntes biográficos, una cronología familiar y genealógica
sumida en el olvido, el fuego y la ceniza. ¿Quién soy yo? Empecemos por el
principio: ¿Quién no soy yo?
Tú no eres
administrativa, (ni) financiera, costurera, abogada, bombera, escritora, jueza,
política, tendera, médica, prostituta, economista, maestra, periodista, fontanera,
taxista, música, militar, lampista, camarera, madre etcétera.
¿Qué es lo
que no quiero?
Etcétera.
¿Qué soy?
¿Quién no
eres?
Durante un
tiempo viven del mecenas. Ella protege con sus alas matriarcales al genio y su
esforzada labor. Tiene la oportunidad también de indagar los orígenes cerca de
Hamburgo.
Los cuatro
abuelos: Bergen-Belsen, Auschwitz.
Llama a la
puerta. No hay respuesta.
Su madre
correteaba de niña por Hamelin, a los sones trágicos.
¿Quién
era?
Hesse,
eres de Hamburgo, de la pudiente clase judía obediente de Yahvé y el ritual más
estricto, y al huir hiciste de todo esto un pozo negro donde ya nunca dejarías
de asomarte en las aguas malsanas y podridas que también circulan por las venas
de los humanos.
Doto de
realidad mi pensamiento: lo muestro al corporeizarlo a través de los objetos.
Creo realidades, y vosotros tendríais que crear nuevas formas de entendimiento.
Entonces…
Entonces
eres el espíritu de tu época: tu obra pertenece a sus modos, a su estilo
general.
Cuadernos:
diarios, sueños, reflexiones inconexas…
“Te lo
confesaré todo, querido amigo mío, mi diario, mi confidente…”
Nada de
eso. Antes de los veinte: cuenta lo que hace, no lo que siente. Qué inteligente
(será artista, o escritora, o…).
Respira el
aire americano: el mismo del mundo en ese instante, de noche o de día.
En Bryant
Park.
Julio:
hace un calor brutal, el aire ardiente casi es irrespirable. Hasta la piel pesa
sobre la carne. Agosto: un clima africano y pegajoso se abate sobre estos
desfiladeros de piedra humeante y moderna, rica, imponente, que aun sin tierras
rojas abunda de presas, depredadores, carnaza multitudinaria… calles como
canales de fuego (14,45 p.m.).
La espera
bajo la sombra de los grandes árboles.
No vendrá.
“Ojalá”,
se dice al tiempo que observa a un hombre sentado unos metros más allá de él
pasando las páginas de un diario con un frenesí inquietante, con el rostro
brillante por el sudor, el rictus homicida en los labios, desnudos los brazos
blancos y famélicos, “fuera como ese tipo de aspecto algo sórdido, convulso y
necio, con el pelo alborotado, la camisa abierta, los zapatos sucios, sin nada
mejor que hacer, sentado en un banco lleno de cagadas de paloma, leyendo alguna
porquería alarmista en el Daily News
o en el New York Post, cociéndose en
el calor de agosto, como yo, pero otro yo más abyecto todavía, más sudado y sin
lavar, más hundido en la vuelta atrás, y además sin ganas de que vuelva a
amanecer.”
Este
preámbulo… para el crimen, la desgana fatal.
¡Dispara,
dispara… sin arma en las manos!
Mis
raíces: un exterminio. Es como si te
quemaran con vitriolo las yemas de los dedos, te libras de las huellas
dactilares para siempre. Pero ellos, hombres y mujeres, capaces e inocentes,
oscuros, anónimos y judíos, hasta mí fluye su sangre entre mis venas, soy parte de ellos, y no me
reconozco, como si hubiera salido de la nada, o peor, del crimen, sin rastro…
Yo era una
elegida también.
Diario de
la enfermedad.
Se
instruye en eso, el DIARIO manoseado por el futuro no de ella.
Anotaciones:
En la
galería: voy hacia Droll, y de repente empiezo a desviarme a la derecha de
donde se encuentra.
Noto más
que su extrañeza mi perplejidad, y algo de vergüenza porque pienso que él puede
sentirse incómodo.
Se diría
que una cinta sin fin se desliza bajo mis pies y me conduce donde no quiero, siempre al otro lado.
¿Qué me
está pasando?
Toc, toc.
Llama la muerte.
(Siempre
con antelación, educada ella.)
“Has sido
una buena estudiante, una buena judía, y tu papá no esperaba menos de ti”: ha
ganado 100$ por unas ilustraciones en Seventeen Magazine. Bien hecho. La niña
promete.
Ah, qué
lista. Ha descubierto un truco formal que da mucho juego: en sus diarios y
apuntes se oculta tras un distanciamiento fructífero. Escribe en 3ª. persona.
La
inferencia orgánica. Protuberancia: seno; agujero: útero. ¿Otra vez… lo
femenino?
El gris.
Absurdo. Ha visto cocerse unos sesos de cordero en el agua hirviendo: se tornan
grises, más grises, grises del todo, y estaban sabrosos, sobre todo empanados
con harina candeal.
“No eran
de cordero ni de cerdo, eran humanos”, dijo de vuelta a casa desde Polonia
(1946).
Del puro
geometrismo al desorden, lo heterogéneo.
La página
en blanco. A un lado un croquis con el diseño y la nomenclatura de los
materiales, instrucciones para el proceso final en la galería, la disposición,
el entramado antojadizo sobre el suelo, en el aire, la pared como soporte:
instalación en marcha. Pero ahora, la página en blanco. Está cansada, y esa luz
amarilla…
Le gusta
la tinta azul: símil demasiado evidente/metáfora como plástica, no es una
equivalencia, es una sugestión capaz de ser plasmada: con ella escribe, se
significa.
Etcétera.
La
instalación como reflejo de la pesada carga de la memoria, de la conciencia
estragada.
El apósito
material.
Desde muy joven enredada en hospitales, el cuerpo
como una traición.
-Desnúdese.
La
acompaña su hermana mayor.
-Quítese
la ropa.
La hermana
mayor, vigilante.
Está harta
del cuerpo, pero lo ama hasta con desesperación: él la vincula a las cosas y a
las visiones, a la realidad, a los otros. Y en él se reconoce, por él llegan a
ella, por él llega ella a todo (o casi todo).
-Tiéndase,
separe las piernas. Más.
Siente que
la hurgan.
Su cuerpo
agujero…
2-11-1960:
útero –
dolores –ovarios
El cuerpo
siempre presente. ¡Qué escultura!
Mediados
los cincuenta se desnuda en la terapia, pero oculta sus ojos y llena de
misterio el rostro de artista: por los cuatro puntos cardinales una paseadora y
escrutadora intrigante tras las Wayfarer.
Una
anotación: martes, op. (eración).
1966.
Abril. Diario: las fuerzas latentes.
Lecturas
médicas y quirúrgicas.
Recién
vuelta de Alemania. Pide consejo, recaba opiniones sobre literatura médica,
pues no está muy versada en eso. Finalmente, compra un pesado volumen
encuadernado en piel de color azul: Gray’s
Anatomy. A los tres días lo complementa con un diccionario médico en tres
tomos.
Es suave,
silenciosa y eficaz en sus asuntos: a nadie permite entrometerse. Dentro de sí
los demonios. Es su estilo.
Se
aficiona a leer esos tenebrosos volúmenes. Página tras página: revelaciones, la
maquinaria viscosa, sangrienta y cromática de su interior.
A los
pocos días, él la imita. La mimesis es un efecto inevitable en él (qué raras
devociones).
-¿Empiezo
por la “A”?-, pregunta El Interrogador.
-Empieza
por donde quieras.
Abre el
tomo II.
“D”.
Dolor: “El
dolor es un estado de conciencia, una superposición psíquica a los reflejos
protectores subconscientes…”
Se mira en
el espejo. Deberías quererte.
EIDOS.
Entra en
Central Park por la 59, la entrada que más miedo le da.
Y compra
cosas baratas en la 14.
¿Cuánto
tiempo hace que la sonrisa ha desaparecido de tu cara? Al final de la pubertad descubriste que una
sonrisa es la mejor llave para abrir todas las puertas, una llave maestra que
otorgaba un poder casi ilimitado. Y la utilizabas con sabiduría, hasta con
pícara habilidad. La invitación que dibujara tu boca risueña en aquellos
lejanos años ha trocado en un rictus de amargura, o sólo de pena, de temor. Una
bruma negra y helada te hace estremecer todas las noches al cerrar los ojos,
cuando las pesadillas entran sin llamar a la puerta, sin necesidad de ninguna
llave, y se adueñan de tu pobre conciencia.
Recobra la
sonrisa, nena.
Cascadas
filiformes descienden al suelo…
Geometría.
Biomórficas.
Membranas
esponjosas/Interiores/Fluidos.
Pandora:
fibra de vidrio: desenreda la memoria: Right
After.
Entrada
libre: una exposición.
De su
alma… a despecho del dibujo inocente, de la materia tan reconocible.
LOFT DE
DROLL (Director de la Fischbach), PRIMAVERA DE 1969: síntomas del tumor: ¿qué
le pasa al suelo…?
¿Qué es un
tumor?
¿Una
combustión? ¿El nacimiento de una estrella?
¿Por qué
caigo…?
En el
supermercado. Cientos de envases, envoltorios y pequeñas cajas nos rodean.
Cientos de colores. Círculos y rectángulos, cilindros… ¡y hasta poliedros!
“Parecen
cuadros”, dijo embrujado por caligrafías, tipografías, geometrías, colores.
Sólo había
que creer en los contenidos de esos recipientes, y nunca en los significantes,
la sintaxis ordenada de sus letras, el fácil reclamo.
Quizás
pobre, quizás no tonta: muerto el padre, rastrea la sombra protectora, la seca
fragancia de la loción de afeitado preferida de aquel (Floïd, ¡ah el rostro del tipo de pelo brillante ondulado y echado
hacia atrás y nívea dentadura dibujado en la etiqueta pegada al frasco!),
persigue la conmovedora sonrisa del padre omnipotente hacia la hija. Merodea en
torno Ludlow y Orchand Street, palpa las shmatte,
olisquea tradiciones. Compra.
Una
educación para templar el ánimo: madrastra en lugar de una dulce nanny.
Moda de
los 60.
Le iba
como anillo al dedo. Todo parecía ajustarse a ella, a su cuerpo ya diestro,
desenvuelto. Esos colores y formas han nacido para ella. Veamos: son ella.
Una seña
de identidad más.
USA
explosionaba: titulares de bala de plomo.
Los ojos
como pinceles untados de realidad apabullante: era una “pintora” entonces,
cuando Nueva York ardía por los cuatro costados de cuadros enormes, y pululaban
escritores con una pistola en la mano, pintores con navaja, escultores con una
sierra mecánica.
Kennedy:
cuando lo mataron ya tenía la cara de los bustos de bronce de la historia, la
mirada de los forjadores de ese país tan reciente impresa en los recuadros de
los libros de texto para el grado medio.
(La
mentira de Camelot.)
Naturaleza
sexual de su obra. Sensualidad. Exploración del yo. Lo femenino. Lo apunta. ¿Lo
cree?
1967.:
Notas dispersas, hojas sueltas sin fechar…
Los
tiempos están cambiando: la matanza de My Lai proclama el nuevo heroísmo del
falso Imperio: se vendrá abajo.
1963,
1964, 1965, 1966, 1967.
Los tiempos están cambiando…
No, ella no se convertirá ni por asomo en una chica sucia
guitarra en ristre y un perro atado a un cordel que acaba en una prisión
mexicana después de haber estado zascandileando por la frontera embutida en un
coche con el remolque lleno de drogas y alcohol en compañía de tres compinches
de la costa oeste comidos por los piojos. “Sabes, una guarra de esas sin nada
que hacer después de la graduación, una de esas que, al dejar la escuela
secundaria, quiere conocer mundo en lugar del campus de una universidad.”
Así son de ambiciosas, admití sin convicción mientras
versificaba mentalmente un endecasílabo blanco sin dejar de masticar el pollo
frío.
(Contando
con las faltriqueras del daddy, al
final un leguleyo mestizo bien espabilado de Sonora apellidado González las
saca de la cárcel y las envía de nuevo al hogar, a la que fue, es y será La
Tierra Prometida, aunque algo desencuadernadas: llegan pestilentes después de
haber estado sin bañarse tres semanas y con la regla entre las piernas, se han
acostado cada noche con un tipo distinto del que ni siquiera recuerdan el
nombre ni el color del pelo al
despertar, han consumido toda clase de ácidos, hierbas y pastillas y se han
llenado la tripa todas las tardes de auténtica basura que vomitan al amanecer,
alucinadas todavía por el LSD y con las bragas en los tobillos. Pasado el
tiempo, ya en el Imperio, limpias y aseadas, fumigadas tiempo atrás, con un par
de criaturas rubias como el trigo granado jugando bajo el sol, felizmente
casadas, dueñas gananciales de una casa de dos plantas y piscina en forma de
alubia rodeada de césped que refulge al sol, a las afueras de la ciudad, solas
en el salón, sin quitarle ojo a la asistenta que quita el polvo, exhiben una
sonrisa desdeñosa al pensar que ellas fueron en sus buenos tiempos La Mala
Chica Que Vivió Múltiples Experiencias. “Quizás escriba un libro acerca de todo
aquello”, se dicen con la vista puesta en el pacífico paisaje bañado por la luz
matinal que se divisa tras las cristaleras, dorando la hierba del amplio jardín.
El sol está en orden, y el aire, y las hojas de los árboles: el tiempo es suyo,
y las horas, y las disposiciones. Y lentamente cierran un libro en tapas duras
de Jacqueline Susan, la gran inventora de buenas chicas malas.)
Los
tiempos… que están cambiando (anuncia
la voz bienintencionada del cantor por el canal 2WNY.).
Pero… no
ella. Por esos años, ella es la buena chica que en el bolso acharolado de las
fiestas que lleva colgado del brazo tiene metida La Experiencia junto a la
barra de labios, las llaves del apartamento, caramelos mentolados, pañuelos de
papel, dos tampones, una aspirina, el dinero justo para el taxi de vuelta y una
agenda de tapas metálicas donde anota direcciones y teléfonos de “posible
interés para el futuro” (Los Hilos de Ariadna).
El santón
de la 48 Este le abre las páginas del Bhagavad
Gita: “Desnúdate, enfréntate a ti misma, y vence.”
“Hemos
creado guetos… para blancos.”
1968.
En aquel
tiempo dijo Jesús El Analfabeto de Nazaret a sus compinches: John Cheever el
Marinero se levantaba al amanecer, sorbía el primer café de la mañana y se
sentaba un par de horas ante la máquina de escribir, Olympia, Corona o
Olivetti, a elegir, calentando previamente las yemas de los dedos mientras los
pesados párpados se abrían al teclado y las palabras bullían en el cerebro bien
resguardado en el interior de la cabeza a salvo de las moscas del exterior aún
balbuciente y los leves crujidos de alrededor. A las nueve (y algunos pocos
minutos más o menos) dejaba de teclear, apagaba la luz de los sesos, se desperezaba
y se ponía en pie como si acabara de despertarse otra vez. Silencioso,
permanecía mirando a través de la ventana intemporal el frío o el calor de
afuera un largo rato. En realidad, suplicaba que “el buen Dios” aplastara “al
mal Diablo” y llevara sus pasos lo más
lejos posible de las botellas de whisky y ginebra en la despensa de la inocente
cocina aún con el doméstico olor del guiso de la cena de anoche. Rezaba para no
ceder a la tentación a las diez de la mañana. Rezaba para aguantar hasta las
once… al menos. Algo que, naturalmente, no sucedía nunca.
Y también
en aquel tiempo era cuando cien mil neoyorquinos abandonaban la urbe cada año
huyendo de una violencia diaria que se cifraba en cientos de asaltos, miles de
robos y dos docenas de asesinatos: el circo estaba en Times Square, las
hogueras cercaban la ciudad, cada noche las ratas asomaban en tropel por las
alcantarillas y los largos coches relucientes de pintura chillona de los
proxenetas negros y blancos circulaban por las grandes avenidas con estudiada y
chulesca parsimonia mientras los policías vestidos de azul se escondían tras
sus pequeños sueldos o en sus casitas de chocolate de Queens y New Jersey.
La artista
descubre que sólo vive el presente.
Coleridge lo señalaba; Lowry lo subrayaba.
La artista
reflexiona. Sobre todo descree, cuestiona, indaga…
“He aquí”,
se dice: Punctum Indifferens: el
tiempo presente abarca el total del
tiempo.
Se halla
justo entre el pasado y el futuro, donde confluye todo azar.
Cultura
griega, mitologías. Enéada. 9 elementos. Virgilio: ¡coge la mano, buceador!
Información
matemática, mitológica en sus diarios.
GRAN
IMPORTANCIA A LOS TITULOS: anota en una libreta de apuntes: PENELOPE.
¡Qué
original!
¿La Época?
La de las
Flores y la Paz.
Nada de
violencia contra la Policía que Dispara y Mata.
Instrucciones:
salmodia la sílaba sagrada OM durante siete horas y media.
Los
efectos son fulminantes (pasado ese tiempo).
Tejiendo.
Penélope. Fácil.
Una bruma
densa, plena de olores marinos, de oceánica vegetación, invade el parque de
noviembre en las primeras sombras del atardecer, envolverá la incipiente noche
en una gran nube verde, y has de oír hasta el rumor de la ola de algas que
arriba a tus pies. La niebla la moldea, la materializa sutilmente, toma forma
esa mujer que sólo se esculpe de aire mojado para él, una materia real, viva y
corrupta, sumidos ambos en el mar nocturno que anega los mínimos bosques del
parque.
El viejo
Dos Passos antes de los años treinta:
-Oye,
¿cuánto cuesta una mujer en Nueva York?
-No sé;
mucho, me figuro…
(“Ya no soy judía, mamá. Estoy en Nueva York.”)
¿Ya no…?
Una mujer sola en compañía, siempre rodeada de
gente, de amigos y colegas, admirada. Y el estudio: donde es la soledad el
mejor combustible para la imaginación.
UNA NUNCA
SE ABURRE.
(Lo decía
en voz baja, sin alterar el tono, pero era toda una exclamación dirigida a los
inoportunos.)
¿Cómo se
gana la vida?
Soy
artista.
Bonita
ocupación.
Tiempo al
tiempo: acabará de homeless o como
una de esas bag ladies hediondas que
arrastran lastimosamente sus ínfulas del pasado amontonadas una tras otra en el
carrito robado de un supermercado: un equipaje rodante de trapos, cartones
miembros de cadáveres y restos de comida basura recogidos de las papeleras.
Invierno
de 1969. Diciembre. Contingent, pieza
hecha en primavera y expuesta en Finch College. Pero el texto que aparece en el
catálogo no está escrito por ella: es la transcripción de una cinta grabada.
(¿Narrador?).
Látex:
suave como el guante del cirujano, la piel de seda, se agrieta con el tiempo,
envejecemos…
Muertos el
padre y la madre, ¿qué clase de protección puedes esperar? Esa desnudez, ahora
pervertida y degradante, será un inofensivo juguete en manos del destino (más
tarde o más temprano, acabará a dentelladas contigo).
“Lo más
importante es estar vivo, y tener conciencia de ello. El arte es el alma, la
vida. Arte y vida son inseparables, y esto es lo absurdo, que no controlamos
los aspectos fundamentales de uno y de otra.”
Ver Libro
de Restos Industriales, Instalaciones, Materiales, Hierros. Almacenamiento de
obras: muy costoso, exige mucho espacio, mantenimiento (ver página 51). NO
OBJETO: PROYECTO ARTISTICO, INSTRUCCIONES DE MONTAJE ETC. (***)
Hesse: 70
obras.
Se mete en
el interior de una pieza. Sustancias evacuadas del cuerpo. Materia orgánica. Un
túnel: la luz, roja, al final. Nada de blancos, los terrores de siempre
acechando: fuera del cuerpo, hombre o mujer, limpio o sucio, sudoraciones,
fluidos, excrementos.
Perdido de
nuevo en el subsuelo.
Recordar
Berna, arbolada y de aire fragante. 1965: deambulaba tranquilo por las calles
con un olor especial a madera y agua.
Sus
Diarios de entonces:
La galería
quedaba al oeste de la ciudad, al otro lado del río, casi frente donde décadas
después se construiría por Renzo Piano el edificio ondulante del Zentrum Paul
Klee, naciente de la misma hierba de la también ondulante colina.
Klee: 4.000 hojas de reflexiones, apuntes, bocetos,
teorías… Pintaba la mente (sólo para sus ojos). Las manos pecadoras, quietas.
(Estudiaba
Senecio.)
11,45.
“Tomaremos el tranvía hasta el puente Nyddeg”, anunció Jennie.
(Pero se
lo recordó en... ¡1982!).
Supo, sin
verla, que Hesse había estado allí, y hacía apenas unos minutos. Salió al
exterior. Sobre la verde hierba fría y resbaladiza corría tras ella bajo la
lluvia. Se veía así en el futuro, esa imagen conveniente, inolvidable, hasta
(fácilmente) poética.
Sentía su
hueco por todas partes. Casi es inaudito creer que una ausencia, una
desaparición, el vacío en suma que produce el alejamiento de quien ya sientes
consustancial con lo porvenir, es capaz de provocar sentimientos mucho más
intensos que su misma presencia en carne y hueso, accesible y rotunda.
Después se
vieron de nuevo en una de las atestadas cafeterías del barrio Matte, a última
hora de la tarde. Inalcanzable. El dibujo de la mano en el aire, los ojos
grandes y risueños en la distancia.
No podía
olvidarla.
Ya no iba
a poder olvidarla a esa judía de cuerpo magnético, blanco, suave, hechicero de
una voluptuosidad que llenaba por entero su imaginación de centauro.
Debería ir
al fin del mundo de su mano. (Sólo dejó que muriera.)
Una vida
después (tres años) la encuentra de nuevo.
Nueva
York: ¿Quiénes diablos son esos del minimalismo?
Judíos,
seguro –dijo uno español descendiente de judíos, moros y cristianos en Madrid,
en la redacción de la revista con vistas al Viaducto y mesa de juntas en las
tabernas próximas.
Llevan dos
años con la monserga.
Coge el
avión y echa un vistazo.
¿Y qué hay
del dinero?
Por favor,
seamos imaginativos. Estamos en el 68. Ni que esto fuera la Edad Media (espadas
melladas de siete kilos, desayunos con tocino y un baño de agua caliente al
año). Sabrás cuidarte. Búscate la vida. Ya tienes bastante con el billete de
ida del viaje.
Escala en
Lisboa: citas con Jennie, la hechicera que rapta almas con la Nikon y la Leica,
a elegir. Ella aún tardará un tiempo en volar a USA.
Me meto en
el avión ilusionado y un grueso libro de bolsillo con el que entretener las
muchas horas de vuelo.
Empieza Tu
Novela.
En Nueva
York:
El
encuentro siempre es menos trascendental que la sustancia del recuerdo, de las
evocaciones.
Antes,
invenciones, cuentos chinos, expediciones callejeras por una ciudad
desmesurada, agotadora, a la que los rótulos le imprimen orden y disimulan
pérdidas... y ella lejos del tacto, nunca de carne y hueso, palpable, todo lo
pecadora.
El tipo
acaba escribiendo mentalmente poemas en verso libre mientras pasea entre las
lápidas del cementerio de atrás de Trinity Church.
“Todo es
un museo imaginario”, se dice sintiendo un poco de extrañeza al pensar en el
hecho de estar vivo, serlo, y no otra
cosa, un mineral, la hoja de un árbol, los pasos de alguien que nunca ha de verse.
ESTO ES
UNA FOLIE A DEUX.
Él decide.
¿Y si no
eres tan lista?
El arte…
el juego de la silla vacía. Corres bien, y eres vigilante, pero no eres
taimada. Te robarán el asiento siempre, te quedarás de pie más tiesa que un
palo, con el culo al aire mientras los otros están sentados.
En
realidad, le mintió (él) a Ray en uno de sus primeros encuentros: busco los
antiguos ejemplares de Cosmopolitan
por los bonitos colores de sus portadas. Otra boutade.
Galería
Leo Castelli, en el 4 East de la 77. Este espécimen de judío e italiano, fausta
combinación pícara y fértil a la vez, ejemplo sublime de mercader del arte y de
los hombres, iba caminando a través de los años de la mano de aquellos que no
tardarían en convertirse en valores seguros. Muerto Pollock (indefenso y ya
inofensivo, sin cagadas en el pantalón y sin el hedor a alcohol), sólo
entonces, comenzó a mostrarlo en el escaparate, limpio y con lazo, aseadito,
junto a Twombly y De Kooning. Antes del 50, lo seguro, lo europeo: surrealistas
y Kandinsky. Después todo sería más fácil, nada más había que estar a la pàge, pasito judío a pasito judío hasta
reunir los mil millones de dólares de patrimonio familiar capaz de proteger en
adelante los bandazos de la tribu en cualquiera de sus diásporas personales. De
modo que todo discurría fluyente como un teorema matemático e inapelable:
Raushchenber y Jasper Johns el puente al pop y de ahí al minimal y la burbuja
conceptual (Warhol, Lichtenstein, Morris, Judd, Nauman, Serra…) No hay nada más
sensato en el arte que ir al correr de los tiempos, ¿a qué la rebelión?
Se trata
de una decantación. Dejarla que siga su curso normal, su precisa gestación.
Todo acaba
fermentando. Más que el vino, la pintura, alguna escultura y el reducto del
coleccionista culto pero pobre: el dibujo, el grabado, el pequeño bronce…
Deja que
fluya. El tiempo es el mejor ardid.
Y los
réditos, siempre llegan. Es una certeza matemática.
Y, al
final, las faltriqueras llenas.
Crea
franquicias atmosféricas: 420 West Broadway. Y otras. Extiende sus negocios
como una mancha de aceite.
Sabe lo
que se hace: en cuestión de arte, los demás saben lo que uno quiere que sepan.
“…Y murió
rodeado de los suyos.”
Cualquier
cosa puede ser arte… si uno se embolsa el dinero adecuado que otro ha de pagar:
ese gesto certifica la bondad de los productos.