EVA IN WONDERLAND’S GARDEN
Werner Nekes
(1965, 08’,04’’. Blanco y negro y color.
Residencia. Kettwig Sheidt, Alemania.
Jardines exteriores. Estudio y Taller en
el interior.)
1. Plano general.
Exterior. Luz de día.
Color. Jardines de la mansión.
Hesse y Din-don.
Él: americana,
pantalones oscuros, pipa en boca, magnífico corte de pelo.
Ella: vestido
verde abierto por el cuello en un corte, con mangas acampanadas, una minifalda
discreta, casi a la altura de las rodillas. Cabello recogido en un moño en lo
alto de la cabeza, tipo años 60. Lleva largos pendientes que no dejan de
oscilar mientras anda y mueve el torso. Tiene un bolso cogido de la mano, que
lleva algo desmadejadamente.
Ambos caminan
por el jardín dirigiéndose a la casa, hacia el objetivo; ella sonriente; con el
bolso de la mano; él, distante, atento a la pipa. Ella abre la boca, como si
hablara en estos minutos iniciales, a la vez que saluda calurosamente mientras
se acercan a los espectadores al otro lado de la cámara. Ya en primer plano
ella dice algo a la cámara. Se les une un joven.
2. Plano medio.
Exterior. Color.
Ella y él pasan
delante de la cámara, que los sigue a sus espaldas. Al pie de las escaleras que
conducen a la casa, se detienen; él, a punto de entrar al vestíbulo; ella,
mirando a la cámara, muy sonriente y con expresión de felicidad en el rostro.
3. Plano medio.
Exterior. Color.
Todavía junto a
la casa, Hesse y Din-don comienzan a andar por el jardín; en ese momento se les
une otro invitado al acto. Observan algunas esculturas que se alzan sobre el
césped, entre los árboles, junto a los caminillos de grava.
4. Barrido de cámara.
Interior. Color.
En el estudio
del artista. Esculturas de Din-don. La cámara visualiza varias de ellas, de un
estilo constructivista; también se detiene ante algunos cuadros.
5. Barrido de cámara.
Interior. Blanco
y negro.
Las imágenes
siguen mostrando más esculturas y cuadros y fotografías en las paredes. También
muestra útiles y materiales, herramientas para crear probablemente esas
esculturas. En un momento dado, la cámara se detiene ante una estantería
repleta de botes perfectamente alineados y en orden. Todo parece, a pesar de su
aspecto indudable de taller, muy pulcro y medido, y no a propósito.
6. Plano general.
Exterior. Blanco
y negro.
Afuera de la
mansión. Ahora se comprueba perfectamente que se trata de un edificio de dos
plantas con mansardas y tejados de pizarra. La cámara recoge un pequeño de tres
hombres a un lado del jardín, quienes parecen atentos y preocupados por algo en
el suelo y alrededores.
7. Plano americano.
Exterior. Blanco
y negro.
Los componentes
de un grupo de músicos uniformados (hasta con gorras de plato) sacan bultos e
instrumentos del interior del portaequipajes de un coche junto a la casa.
8. Barrido de cámara.
Exterior. Blanco
y negro.
De nuevo la
cámara nos muestra diversas esculturas en el jardín.
9. Primer plano.
Exterior. Blanco
y negro.
Plano de Din-don
en el jardín. Está de perfil, con la pipa en la boca. Parece pensativo, mira a
lo lejos. La cámara se aleja de él y vuelve a mostrar más esculturas.
10. Plano general.
Exterior. Color.
La cámara sigue
mostrando esculturas diseminadas por el jardín. Algunas de ellas pintadas.
11. Plano general.
Exterior. Color.
En un
punto del jardín, Hesse Din-don y un caballero y dos damas, de edad madura, muy
bien vestidos todos ellos, charlan e intercambian sonrisas y gestos de
amabilidad.
La cámara
sigue registrando más esculturas de alrededor.
12. Plano general.
Exterior.
Color.
Los
mismos. Hablan entre ellos. De nuevo la cámara visualiza otras esculturas.
13. Plano general.
Exterior.
Color.
Varias
personas en el jardín, no lejos de la simétrica fachada del edificio. En un
aparte, Hesse parece explicar a un caballero, serio y trajeado (se trata del
individuo que vimos en la escena número 11), el concepto de las esculturas que
se divisan a lo largo del jardín, delante de ellos. Hesse gesticula
notoriamente con las manos. De pronto, un hombre se separa de uno de los grupos
y se aproxima a los dos. Le dice algo al caballero y éste, inmediatamente, cesa
de prestar atención a Hesse y se aleja con el otro dejándola con la palabra en
la boca. Ha sido algo abrupto, rayando la grosería. Hesse, entonces, se vuelve
hacia el objetivo sonriendo, quizás algo desconcertada.
Fundido.
14. Plano general.
Exterior.
Blanco y negro.
Grupos
numerosos de gente en el jardín. Vemos de nuevo al tipo que escuchaba a Hesse.
Parece algo así como el maestro de ceremonias de algún espectáculo cuyo sentido
se nos escapa. La cámara le sigue aquí y allá entre la gente.
15. Plano general.
Exterior.
Blanco y negro.
Los músicos se disponen a tocar sus instrumentos ante un
público numeroso de personas, sentadas ante ellos y de pie. Distinguimos muy
bien a Hesse y Din-don sentados en la primera fila.
16. Plano general.
Exterior.
Blanco y negro.
Los asistentes aplauden a los músicos.
17. Plano americano.
Exterior.
Blanco y negro.
La
actuación ha concluido. Los asistentes, en pie, hablan entre ellos, sonríen
distendidos.
Fugazmente, primeros planos de unos indicadores en forma
de mano pintada de blanco (parecen señalar direcciones a alguna parte).
18. Plano general.
Exterior.
Blanco y negro.
Hesse y
Din-don conversan sin dejar de andar entre grupos de gente.
Vuelven
los planos de las manos indicadoras.
Hesse y
Din-don se alejan de la gente a través del jardín y, serios, vienen hacia la
cámara…
Primer plano del dedo de una mano que indica una
dirección.
19. Barrido de cámara.
Interior.
Blanco y negro.
En el
estudio. Hesse, con un ramo de flores en las manos, luce una media sonrisa y
parece comentar a un grupo de personas las esculturas que observan.
20. Primer plano.
Interior.
Blanco y negro.
El objetivo se recrea en unos cuadros.
Fundido.
E. y un
grupo de personas: hablan.
21. Plano general.
Interior.
Blanco y negro.
La cámara
visualiza cuadros. Hesse habla con una mujer.
22. Plano general.
Exterior. Color. La cámara muestra varias esculturas
pintadas en el jardín.
23. Plano medio.
Exterior.
Color.
Grupo de
gente en el jardín. Hesse entre ellos.
Plano de
escultura móvil.
24. Plano americano.
Exterior.
Color.
Hesse y
Din-don.
Din-don
corta pequeños pedazos de papel con unas tijeras. Hesse observa con atención.
25. Primer plano.
Exterior.
Color.
Din-don en
primer término. Hesse, al fondo. Hablan. Din-don sigue cortando pedazos de
papel.
26. Plano general.
Exterior.
Color.
En el
jardín. Grupos de personas. Esculturas.
Hesse y Din-don, acompañados de una mujer de mediana
edad, caminan por el jardín. Conversan entre ellos de una manera muy animada.
Fundido en negro.
-¡Cuán
bonito periplo por la verde campiña de la mano del mecenas! Hasta había música
y todo en el party, aunque el tipo de
la cámara nos priva del sonido y de poder embelesarnos con las bagatelas. Y,
¿después qué? ¿Adónde nos ha llevado ese recorrido de punta en blanco? ¡Menuda
exhibición de snobs! ¡Bienvenidos a
la residencia Scheidt! Pueden limpiar las suelas de sus zapatos en el felpudo,
llévense con ustedes los vasos de plástico y las servilletas pringosas, ojo con
arrancar una flor del jardín.
Apuntabas
maneras, chica lista.
-Los ricos
huelen distinto.
-¿A qué
huelen…? Algunos ni siquiera son de ducha diaria. ¿A eso aspirabas? ¿A meterte
el aroma de su billetera por las narices? ¿De vuelta a Alemania para sonreír a
la cámara entre banqueros y oligarcas? ¿Sólo para eso? Tal viaje, nena,
requería pocas alforjas… ¡Qué obra de espectros la tuya…! ¿Eso es lo que
sientes?
-¿Qué
quieras que sienta? ¡Lo único que deseo es salir de esta ratonera!
-Mira, ahí
está de nuevo ese conejo blanco que habla. ¿De qué color tiene los ojos?
-¿Cómo
quieres que lo sepa? ¡Está demasiado lejos para que pueda verlos!
-Todos los
gatos blancos con ojos azules son sordos, ¿ocurrirá lo mismo con ese cabeza de
chorlito? ¡Este es un lugar en extremo divertido!
-Si dejas que me marche… Pero, ven, no quiero que nadie nos escuche… Acércate
más, te lo diré al oído… Te encantará... Te haré feliz.
(…)
¡Ni
hablar, querida! No están los tiempos para negociar con niños y niñas listos.
Uno no ha… aprendido, vamos a decirlo de ese modo, a moverse en arenas
movedizas como Mister Carroll, sabes:
A high wind in Jamaica, Lord of the flies, The night of the iguana… Y qué me dices de esa tropa de pequeños
bastardos como la miss Haze aquella
que llevaba en el zurrón aquel ruso blanco trasplantado a un Burger y a la red
de autopistas y moteles de Nueva York y Nueva Inglaterra: el amigo Van con su
bonito traje gris y su corbata que vuela; Ada, que está loca por todo lo
reptante, la nínfula Lo… Hasta esa vieja indigna de Henry James nos advirtió a
tiempo a los adultos inofensivos y desprevenidos
de los aviesos niños. ¡A otro perro con ese hueso!
-Pues, entonces…
-¡Cállate
de una vez, provocadora!
-¡No
quiero callarme!
-¡Chitón,
seguimos en el cine!
-¡Cerraré
los ojos!
-¡Vaya,
con lo que te gustaba el cine antes! Te pasabas la vida en los cines de la 42.
-¡Me
taparé los oídos!
-De nada
te va a servir. Cuarenta años más tarde este corto lo van a colgar en Internet…
Podrá verla todo el mundo hasta cansarse: lúgubres ceremonias.
-¿Internet…?
-Una
especie de réditos eternos, una lepra laboriosa y malthusiana. ¡Estás en la
cajita y no podrás salir de ella! Pero veámosla. En esta juegas, aunque por
poco tiempo, con una estructura… innombrable, beckettiana, pues. La parte
oculta de un iceberg. Estás frente a un panel de varios metros de altura que,
al parecer, exige todavía unos cuidados estéticos especiales de la señora
artista. Mueves sogas, atiendes enredos, cuidas formas de caída. ¡Caramba,
niña, cuánto cuidado para una forma tan enrevesada! El arte visto del revés.
Mucho han cambiado las cosas desde Monsieur
Ingres y Mister Tenniel. ¿Tejiendo la
madera? Bueno, aquí, al menos, logramos escuchar la tenue respiración,
percibimos tu aliento, la materia viva. ¿Sigues sin querer abrir los ojos, eh?
Muy bien, en ese caso te la contaré de viva voz... Soy el Espectador
Malasombra.
Toma única.
Color.
Plano General.
Te has
cortado la melena (ya han empezado a cortarte las alas; ahora, eres una Chica
Seria): peinado de peluquería; fíjate, yo diría que hasta cardado.
Llevas una
falda oscura, un poco por encima de las rodillas. Llevas medias negras y un
ajustado suéter de color granate.
Y, bien,
¿puede alguien explicarme qué diablos haces?
Muy segura
estás de ti misma entregada a esos manipuleos.
Del
maldito panel cuelgan y sobresalen unas enormes marañas de cuerdas enrevesadas
en listones de madera pintada de blanco. Da hasta algo de terror ver esa
colgajosa masa de materia que desciende y cuelga desde lo alto sin despegarse
de la tabla que la sujeta: es una enorme pizarra donde la escritura
tridimensional alcanza la dimensión gnóstica.
Dispones
el enredo de las cuerdas, al parecer tratas de colocarlas en una posición
premeditada, como si buscaras una estética ya prevista por ti, o, poniendo
orden en el discurso.
Fundido encadenado.
Subes a
una escalera, continúas manipulando las cuerdas muy concentrada, con la boca
abierta. La cámara te enfoca desde abajo, así que, durante unos instantes,
vemos tus bonitas piernas oscurecidas por las medias. ¡Bonito cuerpo, niña
vieja!
Fundido en
negro.
Cortesía
de Hauser&Wirth (Zurich-Londres).
-¿Te ha
gustado?
-No tiene
final…
-¿Para qué
engañarnos? Todas las películas tienen el mismo final, las de color y las de
blanco y negro, en cinemascope o en 16 milímetros, sólo que algunas, casi
todas, lo ocultan. De manera que todas las historias que no acaban en la muerte
de sus protagonistas, se quedan a medias. Les faltan paginitas, nena…
…………………………………………………………………………………………….
-¡Aaaaaahh!
Qué aburrimiento...
…………………………………………………………………………………………….
-¡AaaaaaaaahhhhhhHHH!
…………………………………………………………………………………………….
-¿Qué
haces?
-Miro el
libro de mi hermana. Pero no me gusta. Es aburrido. No tiene dibujos.
-Dedícate
a tus asuntos. Fantasea. Sé otra…
“Cayendo,
cayendo, cayendo.”
-¡No te
sirve de nada llorar, tramposa!
“Ahora soy
mayor, ahora soy pequeña, ahora soy mayor, ahora soy pequeña…”
-¡Ah, que
perfecta coartada! Eso justificaría todos nuestros desmanes, nuestros errores,
nuestras vacilaciones, nuestras caídas, nuestros temores. Ahora vivo en Sutton
Place, ahora en el culo de mundo…
-¿Qué debo
hacer para entrar en el paraíso? ¡Ya casi no me quedan lágrimas de tanto
llorar!
-Ajá, ¡de
una u otra manera no puedes entrar!
-¡Haré lo
imposible!
-De
acuerdo. A ver, ¿4 X 7?
-¡14!
-¡Bah, te
vas a ahogar en tus propias lágrimas!
-Todo esto
es muy cruel…
-¿Te
quejas de la crueldad del destino? ¿De mí? ¡Te he regalado 30 años de vida,
pequeña judía de Hamburgo! ¡O acababas en el gas o detrás del tipo de la flauta
hasta caer en el puto río! ¡Es posible que sea yo quien te haya regalado la
inmortalidad!
-Tengo
miedo…
-¡Miedo!
¿Y qué te crees que sentía el ratoncillo cuando hablabas con despreocupación
criminal de tu gata asesina, devoradora y tragaldabas? ¡Piensa antes de hablar!
Todos podemos ser crueles algún momento de nuestra vida. Incluso honrados y
bonachones padres de familia esconden en sus barrigonas un pedófilo o un eficiente
gaseador con el Zyklon B en las manos.
-Estoy
sola.
-Me tienes
a mí, tu compañero más fiel, que tanto te quiere y admira. No me he separado de
ti ni un solo instante. Y, además, bañado por tus lágrimas, que no es moco de
pavo…
-Siento
como si fuese el último ser de la tierra…
-Nada de
eso, monina. En esta carrera llegamos todos a la meta. ¡Todos alcanzamos el final! ¡Fundido en
negro!
-No es
justo…
-¡La
Justicia! ¡Menudo bestiario!
“Yo soy el
juez y el jurado, la sentencia y la condena.”
-Me han
ocurrido cosas que jamás imaginé… ¡Si se escribiera un libro sobre mí…! Pero me
gustaría escribirlo yo misma cuando sea mayor… ¿Lo seré algún día?
-Casi. No
obstante, tú nunca querrás cambiarte por nadie.
-¿Qué
puedo hacer?
-Come
pastelillos
-¿Será
suficiente con eso?
-Basta con
que seas tú misma para entrar en el jar… paraíso: tu medida justa, el perfecto
equilibrio. Y esos, querida, son tus verdaderos límites… Creciendo y
decreciendo, creciendo y decreciendo… ¡Así no se llega a ningún sitio!
…………………………………………………………………………………………….
-¿Quién
soy yo?
…………………………………………………………………………………………….
-Volvemos
al principio… Sé mala. Todo lo mala que puedas. Toma alucinógenos.
-En el
fondo, no soy más que una niñita.
-Que come
igual que las serpientes.
…………………………………………………………………………………………..
-¿Qué hora
es?
-¿De
verdad te importa el tiempo? Tienes todo el tiempo del mundo… ¡Mira, por ahí
viene! Entre la suerte y la…
…………………………………………………………………………………………..
-¿Qué
hacemos ahora?
-Dibuja
todo lo que empiece por la letra “e”.
Ya has
entrado en el paraíso… ¡donde todo es falso! Las rosas rojas, los capitanes y
los reyes, los jueces, las palabras…
Todos
somos cartas de la misma baraja jugando la misma partida… ¡Al final todos
pierden! Precisamente, ¡por esa razón hay que luchar! El lema es: cuida tú el sentido que las rimas ya se
cuidan a sí mismas.
-¿Por qué
soy distinta a los demás?
-No hagas
preguntas simples. Eres como todo el mundo, sólo que… tú no haces cosas bellas.
La pregunta es, ¿por qué las haces feas?
-¿Son
feas?
-Son…
extrañas.
-Me
expreso mediante un lenguaje raro. Sí, podríamos decir que es peculiar. Pero
mis temores, mis sentimientos, mis emociones, son normales… ¿Quién se cree con
derecho a juzgarme a mí?
-Quien no
te escucha. Así se formulan los veredictos. Tu opinión no cuenta.
-Eso no
basta…
-Claro que
sí. La sentencia es lo primero.
(Y tú nunca sabrás el veredicto: te vamos a
cortar la cabeza antes).
Has
despertado.
No abras
los ojos.
…………………………………………………………………………………………….
Los abre.
Empieza la
pesadilla.
Toda la
quincalla del mundo.
Del mito y
el ritual nace mi voz, ese detritus y orden y suma del mundo del objeto. Es un
lenguaje primitivo, sabes. Nace de las primeras nieblas que envolvían una tribu
al acecho, oculta en las entrañas de mi cerebro. He creado una tribu, sus mitos
y rituales, su lenguaje: su símbolo. Sus guerras y triunfos, sus derrotas, sus
generaciones, su caza y sus orgías. No requiere traducciones, puedes palpar
cada una de sus palabras, de sus párrafos, robar materialmente sus letras, y el acento que todo lo impregna. En
cuanto su interpretación… ¿Qué quieres? ¿No te basta con el lenguaje, su
plástica, su dibujo, siquiera su sonido? ¡A qué la interpretación!
De nuevo
una enfermera irrumpe por la puerta. Se diría que las fabrican en serie. Todas
el mismo distanciamiento profesional, idéntica voz perentoria, urgente, siempre
con algo en las manos y la mirada sobre cualquier punto de la habitación menos
en tus ojos. “Tengo muchas cosas que hacer”, dicen técnicamente perfectas, con
el tono adecuado, a un lado de la cama del enfermo semiescondido entre las
sábanas, indefenso, callado, un producto sufriente al que la muerte tarda más
de lo esperado en consumir. “Tengo muchas cosas que hacer, mucho pus que
examinar, mucha orina que recoger, mucha mierda que oler, mucha sangre que
analizar, y los esputos, las deposiciones, las excrecencias…”
“¡Pues
hazlo todo cuanto antes y lárgate de aquí, mercenaria del dolor!”.
Déjala que
delire.
He
inventado mi propio lenguaje. Puedo, por consiguiente, inventar mi propio
pensamiento, y su imagen naciente.
Espíritu y
materia serán revelados por la expresión… Es el lenguaje, y lo es porque yo
puedo emplearlo. Existe. Pero ¿qué clase de conexión tiene con la realidad?
Teoría de
la Estética del Desperdicio.
¿Sabe,
doctora Frankenstein-Hesse?, puede crear los perfiles luminosos y los límpidos
espejos celestiales del Lever House, el Plaza de Park Avenue, el edificio de la
Pan Am, el acero insultante del Chrysler o… algo más allá de la 125, todavía en
los límites de los nombres legendarios, alzar al final de la Quinta Avenida en
un alarde de estética de lo feo los
bloques de pisos vergonzantes y anodinos de los negros, entre la Avenida Lenox
y el río Harlem, por esos años erradicados a trompazos de Stuyvesant Town. En
efecto, doctora, su propensión a husmear en los montones de lo pobre y las
montañas de lo humilde, a recrearse en el feísmo del jirón y el residuo, podría
llevarla a quedar encerrada en esos miserables bastiones del hueco y lo
inhóspito, agujeros sólo iluminados por la televisión encendida día y noche
como elemento embrutecedor y alienante. Usted podría procesar todo ello,
alterarlo, modificarlo, someterlo a un reciclaje intelectual sorprendente,
dotarlo de un sentido plástico hasta ahora inadvertido en la conciencia de sus
negros habitantes, parásitos del subsidio social y la depredadora somnolencia
del gueto. Aprópiese de esta realidad, de lo suculento de sus imágenes y
conviértala en arte, evidencie su potencial expresivo, la rica materia que
constituye su textura de podredumbre y el basural inaudito de sus solares.
Inspírese en los ladrillos ennegrecidos por la suciedad y en los cristales
rotos de las ventanas, en las esquinas húmedas y ensombrecidas por los regueros
de orina, en los portales pintarrajeados con carbón y en las escaleras
desconchadas, abastezca su imaginación de las escuelas sórdidas para niños
aterrorizados y de las tenduchas oscuras donde el alimento barato convive con
el podrido, del millón de iglesias que infestan Harlem a la caza del último
centavo del bolsillo del negro…
Existe
otra Nueva York, dijo.
No lo
creo, contestó.