domingo, 20 de diciembre de 2009

K. (I)

Su creación, que intenta minimizar con artería aspirando al deseo de su destrucción impensable por mano ajena, trasciende a ese creador impotente, ese médium que si deviene genial precursor es porque en el fondo no renuncia a nada. Su metáfora sofisticada alivia deliciosamente la inmensa guerra consigo mismo. Oculta el auténtico propósito. Su metafísica es en realidad un debate psíquico: mira implacable a su interior, y mira al mundo a hurtadillas, con soslayada indiferencia, y engendra palabras (¿qué, si no?), y la trama minuciosa va tejiéndose hasta conformar los dibujos imborrables del delirio y la pesadilla, del absurdo, del temor, de la condena, la plácida economía de la muerte...

No hay comentarios:

Publicar un comentario