miércoles, 4 de enero de 2012

HESSE 39

Melting pot:
L., amiga de Hesse: una mezcolanza siniestra. Nacida en 1938 en Polonia de madre búlgara y padre lituano. Emigra con su familia a Estados Unidos pocas semanas antes de que la Wehrmacht derribe los postes fronterizos polacos. En 1959 se casa con F., un chino descendiente de emigrantes originarios de una provincia china tocante con la Mongolia Exterior, radicados en California desde 1907. En 1966 L. y F., cansados una de la lavandería donde trabaja y el otro del restaurante de comida barata donde sirve mesas, acaban sumidos primero en el quietismo y, luego, sin solución de continuidad, en un misticismo suicida. Malviven de un subsidio menesteroso. Ella pinta cuadros siempre de tonalidades rojas, escribe poemas de un solo verso, aprende a tocar la guitarra española y confecciona flores de papel; él medita, no hace nada más, busca la extrema pureza, el dharma que todo lo explique, el aleph que descubra las hechuras del mundo. Viven en una casucha de madera que pintan de blanco cada dos años en la parte alta de Queens. Procrean tres hijos. Mueren dos de ellos “por causas naturales” a poco de nacer. El primogénito, a causa de una infección, contrae una ceguera irreversible. En 1970 F. abandona a L. Se halla en pleno epicentro del Wu Wei. Se cree invulnerable. Dos meses más tarde se ahorca colgándose de la escalera de incendios de un edificio en el East Village. L., al cabo de unas semanas, de regreso de parlotear con la psiquiatra de los Servicios Sociales, abre la puerta de su casa, va directa a la cocina, deja caer la bolsa de la compra del día y se corta las venas con el cuchillo de trocear el pescado. A pesar del estrago que se hace en las muñecas y en las arterias de los brazos, no consigue matarse. Antes de finalizar ese año entrega a su hijo a los Servicios Sociales y retorna a su Polonia natal. Jamás vuelve a los Estados Unidos ni sabrá nunca de su hijo invidente. (En 1995 descubro en la librería del Reina Sofía, en Madrid, un lujoso catálogo de una colectiva de artistas del Este programada en el Petit Palais. Una de las artistas más destacadas “y del máximo interés” -como reza el prefacio del profuso inventario- es L., cuyos cuadros comienzan a disputarse los museos europeos a precios desmesurados.)
Los caminos del Señor son inescrutables.
(Dijo.)
El triste atardecer de Queens me lanzó una noche de septiembre de 1969 al precario hogar de F. y L., iluminado a esas horas por media docena de velas. Como parco presente, portaba una botella de leche y piezas de fruta en una bolsa de papel.
Life against Death y Apocalypse, The Wisdom of Insecurity y Nature, Man and Woman (este último prestado por Hesse), reposan envueltos por la pacífica luz aparentemente inofensivos sobre la rústica madera de la mesa donde comen, junto a un cuenco de arroz hervido con verdura y una jarra de agua cristalina con reflejos ámbar por efecto de las llamas. El niño ciego corretea desnudo palpando las paredes de listones. El pequeño pene, que no deja de acariciarse, semeja un insólito garfio presto a engancharse en cualquier cosa.
En Europa la gente es demasiado sofisticada. Es en el Nuevo Mundo donde sucederán los grandes acontecimientos del siglo. Sólo los bárbaros creen en la iluminación, en la revelación pentecostal. De ellos van a ser todos los Reinos. Cielo e infierno son la misma cosas. Y eso lo saben los bárbaros. De ti depende que imagines donde estás. Sed inocentes. Sed niños. No temáis a la muerte, porque la muerte soy yo. Lo apocalíptico es el camino de la verdad, la sabiduría total. Entretanto, mantener silencio, porque el silencio es la antesala de la liberación. Dejaos llevar. La vida es un fluido, como el agua corriente de un arroyo. Sólo vivís en el instante. ¿Y qué es lo esencial? Cultivar la tierra, tejer tu vestido, cocinar, alzar tu casa con tus propias manos, hacer el amor.
Et tout le reste est littérature.
Dejad que otros se levanten a las siete de la mañana y llenen las fábricas, que arruinen sus espaldas encorvados ocho horas sobre las mesas de sus oficinas o que conduzcan los taxis día y noche. ¿Qué otra cosa podrían hacer con sus vidas? Hay rosas, y hay abejas; piedras y estrellas, el árbol, el tigre, la espada y la gema.
(Dijo.)
Mientras la cantinela pueril insiste en que los tiempos están cambiando.
Pero ojo con éstos, del mantra a la invectiva. El desdén del sabio por la ignorancia de los otros, acólitos y medrosos, alcanza la ofensa y el cinismo devastador. Pueden llegar hasta la violencia física si pretendes arrancarles un pedazo de su territorio mental. Estos gurús guardan bajo las mangas de sus falsos kimonos manchados de pecados físicos botellas de ginebra, cigarros puros, espesas chocolatinas, bistecs todavía sangrantes de dos pulgadas de grosor y hasta unos gramitos de alimento espiritual regalo de algún camello devoto. Además, se mueren de ganas por salir en alguna cadena nacional de televisión aunque abominen de ella en público.
(Le dije.)

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