sábado, 9 de marzo de 2013

HESSE 105


Daddy.
Father, bridegroom, in this Easter egg/
Under the coronal of sugar roses/
The queen bee marries the winter of your year.
Papaíto.
El Coloso.
Mi preciosa Evchen
¿Por qué no dibujaste muñecotes? Todo lo que hacías te alejaba de las niñas de tu edad. También, todo lo que pensabas. Tenías que complicarlo todo desde muy pequeña.
Papá pretendía moldearte y abrió la puerta del museo: lacitos y pompones, diplomas y premios escolares, becas, postales, las hojas disecadas, acartonadas, rígidas, amarronadas u oscurecidas de las plantas y los árboles entre las páginas del libro infantil… el objeto y el juguete olvidados, fotografías y papeles manuscritos llenan la caja de cartón de la infancia, convocarían en la edad adulta el escenario de una epopeya mínima, grandiosa y frágil, inexplicable e inocente.
Papaíto te quería una adulta practicable.
Pero aquella niña te urgía a los asuntos importantes. Crecías del mejor material.
Ella contra el mundo:
La única manera de que valga la pena luchar. Esa es la guerra de la vida y la batalla del día. Nunca pierdes. Si ganas, lo has conseguido todo; si pierdes, tu derrota es grandiosa (bueno, es uno más de los caminos para llegar a lo inolvidable).
En el arte, en cualquiera de ellos, incluso el gastronómico (éste más que ningún otro) podríamos hablar de un feed-back no del todo ortodoxo pero de indudable presencia en este acto de comunicación plástica.
Mira, esto te propongo, plantea la artista, y tu reacción a su “mensaje” termina influyéndola. Tú, espectador, en cierto modo, participas de su trabajo directamente puesto que, aun en lo más mínimo, modificas algo de su obra futura al ejercer censura o complacencia en la ya expuesta a los ojos de todo el mundo. Inconscientemente esto debería ser así.
Aunque quizá no lo sea y lo que ocurre de verdad es la sensación de una suerte de aprensión, de repugnancia al mostrar un trabajo que la artista ha realizado a solas y del que, por tanto, ha sido completamente ajeno a cualquier dirigismo del tipo que fuese, incluso, en su caso, sin ninguna referencia a la que asirse.
Lo que ves es.
No significa.
¿Qué requería en ese caso de los demás?
El acatamiento. (Un placentero feed-back, entonces.)
Una obra… ideográfica.
Una obra mentale.
¿Adónde apuntamos?, debió preguntarse desde muy pronto la cazadora de leones.
No había mucho donde elegir:
Highbrow
Midcult
Masscult.
La niña, sin un fusil en las manos, ya afina la puntería. ¿A cuál de los tres patos dispara?
Elige un blanco. Apunta. Aprieta el gatillo.
Buenas notas en todo. Predomina el “suficiente”.
¿Para qué más? Hay muchas cosas que hacer en casa cuando una está a solas como para desperdiciar las horas tras el “excelente” del colegio, algo que no le interesa a nadie realmente.
La fantasía inicial del niño da paso con el tiempo a la barraca de feria.
Una vez adulto, ¿cómo puedes ocultarte de aquellos ojos de la infancia?
Con los ojos del blasfemo, del sacrílego, del apóstata: haz trizas el caballete, prende una hoguera y reflexiona sabiamente ante las pacíficas llamas (sin soltar el fusil de las manos).
¿A cuál de los patos derriba de un perdigonazo? Alguno de ellos tiene que ser bueno… No pueden ser malos los tres. Quizás lo sea el señor Midcult. Resulta bastante repelente esa determinación que suele poner en todo, esa maldita confianza con que se equivoca y esa estúpida pretensión de pensar que lo que él cree es lo correcto puesto que ÉL lo hace. Se hace odioso, el tipo. Un medianías al que le parece execrable el bibelot dorado junto el televisor y desconfía de la comida basura pero al que se le antoja sublime entretenimiento y juiciosa lectura el besteseller de Navidad y algo muy próximo a lo trascendental de la metafísica cualquiera de los libros de autoayuda comprado en el quiosco cercano a su casa.  
La niña ha cambiado el fusil por una bomba anarquista de los pasados siglos, cuando la revolución se encierra en esa redondez perfecta y negra donde chisporrotea una mecha justiciera. Entonces el estallido es general, arrasa con todo, como la furia del niño cuando deshace a manotazos el puzzle y saltan por los aires las piezas de cartón.

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