lunes, 10 de junio de 2013

HESSE 113


Vivo terriblemente asustada…”
Anot., 1969-R.Esman (a petición de):
 7/OBJECTS/69
Destruye lo femenino (¿Qué es lo femenino?).
Materia minimal (sic).
La idea: más allá de todo material, más allá de la jaula teórica, más allá del espejo.
-Te contradices –me dijo-. No asumes la distancia a la que debes hallarte de la obra que se basta a sí misma.
-Puedo hacerlo perfectamente… Soy huérfana.  

Esa obra… ¡como un trastorno nervioso!

Y de nuevo antes de cerrar los ojos y sobrevenga el sueño anegante como un agua sucia: un beckett pianista que buscara la más armoniosa de las cadencias entre dos líneas.

Gradualmente la luz iba debilitándose hasta convertir en grises las manchas doradas y decadentes de la tarde que desfallecía. Y de repente todo se agrisó, la luz se hizo gris, y se aposentó donde quiera que mirara, y los olores también grises se intensificaron hasta causarle vértigo, como si de un momento a otro fuera a nublársele la vista, y el olor de la hierba cenicienta que le rodeaba, el empalagoso aroma tan dulzón que emanaba del niño rubio y serio que a unos pocos metros de él le miraba sin pestañear
(-No has crecido.
  -Tú, tampoco.),
el extraño y arcádico olor a humo de leña cuya huella elevándose a un cielo gris pero más claro que los otros grises, platino, no pudo descubrir por más que escudriñara en lo alto, le hizo cerrar los ojos definitivamente, creerse muy lejos del mismo corazón de aquella ciudad donde todo parecía ser cruel y hostilidad, lejos de Central Park que nunca pudo enmascararse en un refugio, un bosque fantástico libre de la vigilancia y el cerramiento atosigante de las moles erectas que cercaban el paisaje verde y azul o dorado o gris con sus temibles y frías murallas de piedra y acero.
Era noviembre. Era como si le penetrara la carne un frío gris e inclemente, un aire de desasosiego que preludiaba la soledad y la noche.
Y entonces, el niño de oro (tan patente era en lo gris) se dio la vuelta, y empezó a alejarse de él con suma lentitud pero como si huyera de él y su perplejidad, y de cuando en cuando volvía la cabeza lentamente como si él, extranjero, solitario y fugitivo sentado en la hierba gris le diese lástima, y cada vez se acercaba más y más el niño hacia el lago gris y entonces ya no volvió la cabeza y continuó andando hasta que pareció que se disolvía en el aire gris por encima de las aguas de frío y gris metal.

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