lunes, 2 de septiembre de 2013

HESSE 118


No es el discurso: es la forma: antes de la mostración de su incongruencia posterior (la segunda, por así decirlo), las piezas se hallan dispersas en un desorden que tiene bastante de discurso por sí mismo: armar la disgregación, unirla mediantes nexos invisibles y ataduras ilegibles y gramáticas indemostrables es la tarea que culmina en otra dispersión tan desordenada y aleatoria como aquella, pero ahora deliberada, consciente, mayestática por la intencionalidad que animaba durante su ejecución. 
Se olía por dentro, como si al respirar una bocanada de aire y luego de unos instantes expulsarlo le subiese por la tráquea una insidiosa emanación a podrido.
Exposición de…
-No voy a pedir tu opinión-, dijo excitado el gran artista del momento al verla entrar por la puerta acristalada, opinión-que-esperaba-no-obstante para poder anotarla en su carnet de baile (¡una más que celebrar!).
-¿De qué serviría?-, le contesté conteniendo la risa.
Me retiró el saludo de por vida (la de los dos consumiéndose ensoñadora en el pequeño mundo neoyorquino comprendido entre Bowery y Mulberry).
Pero él, como artista, era semejante a uno de esos tipos que cualquier cosa que compren adquiere en sus manos la calidad de rancio y antiguo al cabo de unos pocos minutos.
“Su obra es un arte de segunda mano, querida”, le descerrajó en plena frente con su palabra-bala a la vez que escondía el talonario de cheques en lo más profundo del bolso de piel de serpiente de Cartier, o de Gucci, o de…
“Arreglaremos un poco las costuras, acortaremos aquí y allá: le vendrá que ni pintado.”
Y El Otro: más que oírle me distraigo viendo las palabras viscosas que se derraman de la boca de gruesos labios como la sólida baba de un helado tibio echado a perder.
He de ser muy ambiciosa en mi obra, puesto que dudo mucho más allá de lo razonable.
Ojos de simio/humano: mirada engañosa, hipócrita, falaz.
Los ojos malhumorados del pájaro…
Una talla/símbolo efectiva, legible, con un poco de oficio y buena voluntad para crear algo tan reconocible como una pieza de ajedrez Stauton: algo tan entendible pero tan diabólicamente inagotable en el recorrido de su peripecia, un diseño imperioso.
En Nassau Street:L “¿Qué haces aquí?”, preguntó extrañadísimo. “Sólo quería sentirme como una desconocida, investigar nuevas costumbres”, pensé, pero le dije: “Vamos a tomar un café.”
“Sé oscura”, dijo el Oráculo:
y entre lo mitológico, lo bíblico y lo ontológico, elegí esto último sin ocultar una sonrisa de suficiencia.
Cultura primitiva: cada 50 años destruían todo lo artístico o artesano que se había acumulado durante ese tiempo: porque nada que no sea nuevo es digno de admiración.
Caligrafía (una pincelada es un verso): en Van Gogh: sollozos o aullidos; en todo caso, pinta rabioso (en el mejor sentido de la expresión).
No va nada pintada: y es bonita; No está nada pintado: y es un cuadro hermoso.
Laocoonte: ejemplo de la obra saturnina que se erige por encima de su creador (conceptos invertidos): hoy en día es el artista lo importante, puesto que se halla muy por encima de su obra, buena o mala: compran al artista, a esa figura y nombre públicos, y  no su trabajo: “Tengo un picasso.” “Dudaba entre un rothko y un duchamp.” “Me hice con un gorky.” Y en aquel entonces… ¿Quién sabe en la actualidad los nombres de Agesandro, de Rodas, Atanadoro, hijo de Agesandro, Polidoro, griego sublime… Sólo el Renacimiento establece la equiparación… Tal vez antes, cuando los maestros del gótico. 
-Miras hacia dentro, como Nietzsche -lo dijo como un insulto-, porque los artistas a pesar de todo nacemos (?) de la realidad exterior.
“Soy inocente, nunca he firmado ninguna de mis obras”, afirmó a punto de la carcajada.

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