jueves, 9 de enero de 2014

HESSE 129

Hesse mirando “Hang up”:
los años que han de sucederme depararán acontecimientos y cosas que me son imaginables… como “esto” (tecnología invisible, aventuras mentales sintéticas, dioses verdaderos, aunque mecánicos,  tiempos y espacios fabricados…)
pero ahora excavo más y más hasta dar con los auténticos yacimientos del absurdo, allá en lo más oscuro donde subyace la verdadera clave de la vida: el sinsentido…
en todo caso, tiene su propio significado, por eso puede ignorarse tranquilamente cualquier otro que se le confiera, incluso desafía la desaprobación o el desprecio.  
¿Épater le bourgeois?
Demasiado ensimismada, y más allá de la propia vanguardia, lejos de cualquier alienación (incluida aquélla, en manos de circenses), apegada a la realidad más que ningún otro artista, absorta en la “mismedad” del vacío, de la auténtica nada.

Cuidado: “… las húmedas brumas de noviembre…”
El noviembre de Melville, el noviembre de Lowry, el noviembre de.
Todo este libro no es más que un borrador (o no: el borrador de un borrador)… Señor, dame Tiempo, Fuerza, Dinero, Paciencia (Melville)
¡para dejarlo como está!
El arte nace con la muerte. Es una ofrenda a los muertos.
Vosotros gritáis demasiado.
Dos muescas en la lápida de un neanderthal de hace 50.000 años es la prueba artística más antigua que se conoce.
A ti, muerto.
Right After:
elimina a Dios del Universo a la manera beckettiana: ha eliminado al artista: la primera obra sin firma.
Dioses…
Pues un día, les dijo la neoyorquina en el Año I de la Fibra de Vidrio, han de bajar a la tierra los dioses menores venidos de algún punto inescrutable del universo:
”Somos el dios al que rezáis y venimos de ese lugar extraño por ignoto e indescriptible al que eleváis vuestra mirada suplicante. Pero no os llaméis a engaño, somos tan ignorantes como vosotros, puesto que tampoco sabemos el nombre ni la sustancia de aquello, materia o aliento, que nos concibió a nosotros.”
Bueno, él, El Listo, está en los primeros treinta (pero ya más cerca de los cuarenta que de los veinte), no es expresidiario, no tiene los ojos alegres: bueno, está bien, vamos a hablar de la luna… bueno, y al final se muere uno (se abre las venas, por ejemplo), y lo cargan en una carreta en compañía de gatos y perros callejeros muertos, bueno, qué iban a hacer, lo arrojan al vertedero de la ciudad, pero qué más da entonces: la estética para los vivos, el mundo de los muertos es todo oscuridad, y el arte es luz, bueno, pues antes de eso anda y anda por las calles, como si huyera de algo o tuviera prisa por llegar a algún sitio (viene a ser lo mismo), pero no anda a ciegas, y todo lo ve, lo ve como se ve un cuadro, una escultura, el pensamiento feliz de un filósofo, la poesía, la buena prosa de aquellos que esconden una pata de conejo en el bolsillo (el izquierdo, naturalmente).

(¿Todo encaminado a un fin?
¡Qué torpe presunción humana!
Nada del futuro me es mostrado, y ese empecinamiento teleológico no guía mis pasos ni justifica una obra que se nutre de la savia antigua y pródiga.
¿Ha de ser mi muerte estúpida y prematura necesaria para un futuro sin mí?
Todo futuro es pasado.
¡Qué farsa, el futuro, los cielos, EL CIELO! Palabras que pierden todo su sentido al imaginarlas como meros puntos invisibles en el negror del cosmos.

“Hemos muerto los dos a la vez”, le dijo en el año 2008 E. G. O’Brian (también llamado Charles Willis), a la artista Eva Hesse, muerta treinta y ocho años antes.
“¿Cómo es eso?”
“¿No estamos ahora uno frente a otro?”
“Pero, ¿de dónde vienes tú?”
“De ahora mismo. De donde tú estás.”

Gimen de espanto los monolitos, alertan del mal de la especie maldita.

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