domingo, 14 de enero de 2024

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El mundo de la subliteratura es una extraña mezcolanza donde se imbrican sin solución de continuidad la fortaleza, el desdén, lo mayestático, el delirio, las alucinaciones, el espejismo, el extravío, la aberración, el ardor, lo irreal, lo grotesco, el éxtasis, la exaltación, lo extravagante, el trastorno nervioso, lo sádico, el disparate, lo extraordinario, el esperpento, el adefesio… lo humorístico.

Se trata de novelas de estación de ferrocarril, de aeropuerto, de quiosco, de sala de espera de clínica venérea, de las que se ocultan en lo más hondo del bolsillo (pero sólo por comodidad).

Ejemplo a seguir original de DG:

“Bud, furioso y a la vez excitado por el alcohol y la visión de la mujer con los senos al descubierto y la sedosa desnudez de las piernas replegadas sobresaliendo de entre el enredo de las sábanas, la cogió del cuello con una mano y la abofeteó repetidas veces con la otra sin dejar de proferir insultos…

Ejemplos a no seguir originales de EG y DSJ registrados por GS:

Alegre y roja es la aurora heráldica, cuyos fúlgidos irrumpires llegan del urente tramonto con su pincelada cárdena, como un pétalo de amapola, tenue y ensangrentada, bajo el ósculo de rubí del orto excelso de la mañana…”

“Cirrus rojos, matutinos, servían de caperuza periférica al gran orto. Un rutilo lueñe y lánguido, cual suspiro de mujer aletargada en un éxtasis, era la reina de Venus, el divino lucerillo que apadrina la mañana.”

“Desde el lejano coro venía el fúnebre eco de los salmos penitenciales entonados por las monjitas que aún no habían recibido la inquietante visita de los diablillos deshonestos.

Un  millón de novelas al año, olvidables o dignas de lectura, son la mejor guarida para las tropelías de un mercenario de las letras. Tamaño escondite justifica las 30 monedas, y aun las 300 sino las 3.000 y hasta las 30.000 cuando no las 300.000.

Un millón de novelas año encubren los incontables nombres de un dios creador y omnisciente, disimulan la perfidia, la arrogancia, la dejadez, el plagio y la obscenidad flagrante, el desprecio, el cliché y el estereotipo, la burla.

Salva su neurastenia dostoievskiniana, subterránea y suicida, escandalosamente íntima, invistiéndose de mil formas, en el subterfugio del millón de nombres, en esa única y reluciente moneda de oro que, brillando en su mano, es el bálsamo universal y perfecto.

¿Quién eres?

¿Quién soy?

Te voy a decir quien soy yo:

Rechinó la pesada puerta con sordo gruñido…

Traspasó el oscuro umbral con ansia homicida, como traspasa la espada del guerrero el pecho indefenso de su enemigo…

He creado mil sheriffs, dos mil bandidos y centenares de cuatreros, quinientas pasiones, algún amor, he nacido entre brocados y me han parido como un animal en la choza que linda el bosque maldito, he conocido todas las épocas y todas las edades, todos los siglos y todos los milenios y hasta en el futuro he estado, he sido niño, joven y viejo, he sido espía y soldado, viajero del espacio y conducido un tanque, he pilotado un avión, he matado y me han matado, me han golpeado y besado, he huido fugitivo y he perseguido y cazado al malhechor, he desembarcado con un fusil en las manos en islas enemigas infestadas de japos y he hundido buques en el Mar del Norte, he abatido fritzs en los frentes de Europa y luchado en la Resistencia francesa, he estado en la trinchera y en el valle, en la mansión y en la cueva, he sido forastero, pirata, aristócrata, asesino, pistolero y ranchero, capitán y emperador, marinero de Colón y espadachín de polainas, he sonreído bajo el chambergo y el sombrero de fieltro, he sido policía, banquero y estafador, he vestido de frac y de sotana y sólo harapos me han cubierto hasta revelarme como príncipe, he sido juez y acusado, he navegado ríos, atravesado desiertos, surcado mares y escalado montañas, he sido pobre y rico, sabio y necio, valiente, cazador, medroso, mendigo, gánster, rufián y caballero, me he enmascarado cada vez más siniestro tras un antifaz, una máscara, una capa, me he defendido a veces con los puños y otras veces con el ingenio, he creado el terror y la risa, el odio y la piedad, la humillación y la dicha, en la mano he tenido espada y revólver, pistola y metralleta, crucifijo y lanza, el as de corazones y el fúlgido diamante, he luchado en las sombras y en la jungla, a campo abierto o apretando un botón, también he sido una guapa mecanógrafa, una pobre niña rica, una arpía, una modistilla y la dueña de un burdel, he sido heroína y pusilánime, he sido niña soñadora y adolescente provocadora, he sido lista y he sido taimada, he sido cruel con los que me querían y mujer de la calle, he sido princesa y madrastra, hechicera y huérfana, ama de casa, novia eterna, viuda inconsolable y virgen sin desearlo, he sido víctima y victimario y por encima de todo he sido tú y tú has sido todos aquellos que yo te hice soñar a cambio de unos centavos.

He sido canjeable, intercambiable, desechable. 

Soy El Oscuro, El Innombrable, El Sinnombre por haber sido todos los nombres que nunca aparecerán en las muy eruditas crónicas del otro lado de la moneda.

Me he llamado…

Yo he sido

A.Rolcest, Federico Amorós, Austin Warren, Albert Rosbund, Alf Regaldie, D. Graub, Al Gallard, J. Grau, Lucila Mataix, Celia Bravo, Everett Crawson, Jan Hutton, Ray Silver, Dave Turner, Anthony Mask, Arthur Lawrence, Anthony W. Rawer, Lou Carrigan, Alexis Barclay, Chris Steven, Fritz Straffer, John Moore, Laura Tur, Rob Joyce, Charles Hunter, Alice Norton, Charles G.Brown, Eddi Thorny, Edward Goodman, Richard Jackson, H.C.Granch, Alvin Jones, Alan Star, Roger Simmons, Billy O’Hara, Fred Baxter, King Drake, P.Duke, Frank Caudet, Dick Ford, Lem Mallory, Rosa Alcazar, Silver Kane, Taylor Nummy, Frank Hunter, Crowley Farber, Frank Morgan, E.Van Davin, L.H.Butler, J.Dixon, Spencer Curtis, Peter Brice, Cliff Bradley, Jack Logan, Peter Logan, Mark Halloran, W.O’Connor, Carter Mulford, E.Mallory Ferguson, J. Hill, John Blackson, Gordon Lumas, Mike Shane, Clay Duncan, William Simpson, John Lack, Curtis Garland, Mark Savage, J.J.Moran, Jack Grey, Red Harlan, Victoria Graham, Elmer Evans, Rock Miller, Donald Perkins, John Stuart, Charles Brown, Rob H.Curtis, Richard Clay, Dan Lewis, Tony Spring, Helen Foster, J.Chandley, Ada Miller, Paul Lattimer, Peter Lang, Jay Kanata, Keith Luger, Mike Bronco, Cameron Jones, O.C.Tavin, Peter Kapra, Susan Joyce, Arnold Briggs, Peter McCoy, Ray Sorel, V.A.Carter, Vic Logan…

“Donde ponía el ojo, ponía la bala: y le descerrajó un tiro entre ceja y ceja…

“Y con esto desapareció del mundo de los vivos.

“Después de todo”, como escribió el viejo Bill Faulkner durante la resaca de una mañana festiva “la gloria literaria tiene el mismo valor que un pedo.” (Domingo, 7 de mayo de 1944).

Otro final: anónima, andrajosa y maga montada (como la bruja de la escalera de Bethesda) en… la escoba de la cocina.

1968.

Ha pecado. Muchas veces ha pecado. Penitencia: a partir de ahora sólo leerá autores de la Jewish Fiction.

Se detiene frente el escaparate, el otoño avanza, hace un magnífico día de cielo azul, claro y luminoso, el aire es fresco y limpio, de olores marinos, ella es la chica más guapa de Nueva York, siente la piel viva y fragante, el cuerpo sano y joven, pronto será la artista del millón de dólares: un abrigo de un largo que no llega a las rodillas (¡qué traviesa!), con forma de trapecio de estampado alegre, atrevido… Moderno. Una obra de arte: dos acuarelas y algunos dólares que escondía en casa entre la ropa interior. Herzog tendrá que esperar.

Ray: un verdadero librero que habla de libros todo el tiempo, y raras veces lo hace respecto a los autores que, dicho sea de paso, deberían escribir un solo libro en su vida, doblar la esquina y desaparecer para siempre (con la botella en la mano o con un montón de sucias monedas en los bolsillos).

Debes aceptar todas las culpas del pasado. Es la hora de la extrema unción (sic). Mueve el alma a la virtud, a la perfección, al silencio solemne de la última hora. Las culpas… puedes olvidarlas, rechazarlas o simplemente asumirlas como algo inherente a tu precaria condición humana. La culpa sin maldad ni penitencia, y por tanto inocua. Las cosas fueron así, y eso es todo.

Escribe, anda.

¿Por qué en las películas todos cogen los bolígrafos con los que escriben sus crónicas domésticas de una manera distinta a como yo lo hago…?

¡Qué juego de dedos!

¿O era de manos?

¡Juego de villanos!

El pasado…

Puedes decirlo.,.. ¿Cómo puedes decirlo? ¿Cómo decirlo de otra manera?

Se defenestró. Eso es. De mañanita lo hizo.

Perfecto.

Mal vamos. Hace unos meses, a principio del verano aún no agobiante, encontró un pedazo de meteorito semienterrado en Central Park (justo al entrar por la 60 Este a la derecha): “Esto me hace millonario de una vez por todas”, dijo en voz alta y clara. A la mañana siguiente acudió con sus mejores galas y el pedrusco metido en una bolsa de Strand al museo de Historia Natural. Pagó la entrada (mal empezamos) y subió a la primera planta donde se celebraba el “Id Day”. El tipo detrás del mostrador le miraba con una sonrisa entre compasiva e irónica. Abrió un cajón y sacó… un imán. Naturalmente, como descubrió muy pronto, se trataba de otro pisapapeles de piedra para su nutrida colección de pisapapeles de piedra confundidos con valiosos meteoritos.

Se arrojó por la ventana una mañanita de calores o frescores, una mañanita.

En aquel tiempo les dijo a sus discípulos: no busquéis la verdad o la mentira en el arte: se basta a sí mismo bajo cualquier circunstancia, entre las manos de cualquier sucio perillán con labia de profeta y maneras de hechicero o en la billetera del pulcro hombre de negocios.

Las palabras embaucadoras se enseñoreado de la razón: disfrazan su auténtica esencia.

(Siglos XX y XXI).

He aquí el mandamiento: que trabajen con el signo principio y fin de todas las cosas (alfa y omega), que nada teman (pues les espera lo peor).

La Bella Durmiente no necesitó de un amigo leal y valiente  como Klopstock que atemperara el trance. Dormía, murió. Nunca supo si era el sueño eterno. Seis días antes de morir cerró los ojos. ¿Tendría pesadillas como el hombre de Praga? No los volvió a abrir, y el séptimo día dejó de respirar.

No se tiene una convicción de lo que acaece después la muerte. Todo acerca de ella son falsedades, simples ocurrencias y afirmaciones sin causa real.

La perpetuación, si no física sí encarnada en forma de en los sucesores, parecía ser un motivo de reflexión en ella, como en casi todos los artistas plásticos más o menos revolucionarios en sus métodos.

Sin embargo, el asunto lo trasladaba un punto más allá de lo meramente anecdótico y se adentraba en una suerte de ontología carente de una demostración plausible una vez se libraba el ser de la materia o la materia del ser. En definitiva, el más allá de la vida no influye en el devenir de un ser humano en ésta.

“Ver” lo que hay al otro lado sólo interesa en este lado del planeta Tierra, con el cuerpo sano o enfermo a cuestas, instalado en la realidad incuestionable de la vida. Atravesar la raya apagaría de inmediato la curiosidad: serías “otra vida” y en el “otro lado”, en el supuesto de que ambas cosas fueran posible, es decir, existentes en algo verdaderamente difícil de concebir y lejos de la Tierra:

(Conversación con B.: aseguraba vehemente la veracidad de lo que contaba. ¿Cuándo se lo oíste decir? No sabía con exactitud, ¿qué importancia podía tener eso? Lo dijo, él lo oyó de sus labios casi con esas mismas palabras, y eso debería bastar para creerle. Concluía la información con un epítome demasiado próximo a lo tosco que frivolizaba de manera lamentable un tema en exceso arduo y peligroso por su ausencia total de contrastación a lo largo del tiempo: “De todas formas”, dice que dijo, “todos acabamos en el otro lado… ¡visto desde éste!”)

Una forma algo pueril de poner punto final a los “misterios”.

¿Es aquí donde das rienda suelta a tus instintos? ¿Allá donde nada te está prohibido por ininteligible? Curioso campo de batalla has elegido donde la extravagancia es capaz de ocultar de manera natural, espontánea y sumamente eficaz todo tipo de neurosis, represiones e histerias. Renuncias a lo visible y como resultado desplazas tu ansiedad a lo absurdo mayestático. Estable compromiso con lo oscuro por tan evidente y simple de visualización, aunque no de fácil aprehensión.

En lo prohibido se halla La Gran Artista, si bien la estrafalaria dimensión de éste desbarata de inmediato a través de su apariencia una conversión seria y consciente del espectador, del mirón, del “voyeur”.

El pensamiento que expele la bocaza abierta de ese tipo es un auténtico virus para mí: el único remedio es no despegar los labios delante de él.

Domina el tiempo a tu antojo, desármalo: los mayas tenían un mes de cinco días.

Haz que tu vida tenga mil años.

Haz que la memoria sea la sustancia verdadera del universo.

Mueres en el Egipto anterior a las pirámides cuando todo es un gran desierto de arena calcinada: han puesto un báculo en tu mano, han calzado tus pies con sandalias blancas de cuero… Andarás en regiones tan ignotas que carecen de nombre hasta que tus sandalias se desgasten, hasta que alcances el camino de vuelta de la muerte…

(Sexton) La mujer de la cabellera suelta y oscura, grandes ojos claros y cansados, boca carnosa pintada de rojo, de ronca voz, regada de pies a cabeza con caro perfume francés, toda ella de gesto insinuante.

Todo el fardo académico, de perfiles vanguardistas o no, le ha llevado al final a un primitivismo inclasificable, a un gutbucket plástico liberado de toda regla y contención.

Hela ahí, arropada por otros impíos: una jam session donde cada uno lanza su rugido y, al menos durante unos minutos, se celebra a sí mismo, estampa en el rostro de los espectadores un break inusitado e imprevisto.

-La materia es mi pensamiento, una ideación…

-Oh, Gran Alquimista, ¿no hallabas las hechuras de tu obra en el mismo Saturno, tu planetamadre (sic) y benéfico?

-…

Convienen en ello: “El arte moderno es la moderna alquimia; la vanguardia real, filosófica y material.”

Ella habla con el Gran Maestro escondido en los cielos.

Ella, que utiliza el agua tridestilada.

Una ciencia es la alquimia…

Una ciencia es el arte…

Ha leído los cien mil libros y manuscritos polvorientos que los siglos han acumulado sobre el sapientísimo arte de la práctica de la alquimia.

Ha buceado en las aguas de plata del Gran Tratado.

Ha destilado mil veces el agua con que limpia sus manos.

Oh, joven novicia del arte, al igual que los antiguos adeptos a la alquimia se envenenaban de los tóxicos vapores del mercurio y les adentraban en el delirio, así tú has entrado en la locura.

-¿Qué buscas?

-La combinación mágica… La llave.

-Nada hay más sencillo que las reglas elementales del juego del ajedrez… Mas, ¿existe algo superior al infinito de sus inimaginables combinaciones?

-¿De dónde surges?

-Del horno, del crisol.

-¡Fantástico pasatiempo! Se entrega al silencio, burla la vida, ignora la muerte mientras el fuego robado la consume.

-No crees lo que hago al serte imposible comprender el “porqué”.

Usa el mortero de ágata.

Tiene la paciencia del Universo que prolonga su dibujo en el cosmos durante miles de millones de años.

-Física y química amparan la justicia de mi Arte.

-La puerta a los misterios…

-Abierta o… cerrada. ¡Qué más da!

¡Qué mujer en un país de hombres! O no… Una artista entre artistas. Frente a un Davy Crockett se halla una Moly Pitcher; cara a cara con Kit Carson está Jemima Boone…

Como creer en fronteras… En el corto espacio de tiempo de un trayecto en el metro, no más de cuatro paradas de Canal, he podido escuchar 7 lenguas y 14 dialectos (incluido los ingleses) además, naturalmente, de la cortante jerga local neoyorquina.

El rostro enmarcado por el negro cabello refleja, a pesar de todo, decisión. La veo andar deprisa en el cruce de Allen Street con Houston y la Primera Avenida. Viste un traje amarillo sin mangas: la parte frontal de la falda casi la ocupa enteramente el estampado del flamante símbolo rojo y negro del Tao, el yang (rojo) y el yin (negro). Un universo simple. Vida y muerte. Blanco y negro. O todo o nada.

Van a raparte el cabello. Van a abrirte la cabeza.

Una mañana fría y lluviosa de sábado donde no tengo donde ir más allá de los tumbos habituales. Así que, naturalmente, acudo a The Green Train.

Alguna cita mía equivocada días pasados ha sublevado al librero vengativo:

“No hace ni tres horas que alguien rebuscando en ese cajón, que inocentemente tienes por tuyo, arrambló con un Collier’s Weekly de 1898: The Turn of the Screw.”

Y sigue:

“Por cierto (o ya puestos, o mira por donde, o por otra parte, o dicho sea de paso), ¿qué nos cuenta en realidad James a lo largo de las escasas cien páginas valiéndose de las singulares andanzas de Miles y Flora?”

“Todo lo que tú quieras imaginar mientras lees ese maquiavélico amusette.”

“¿Maquiavélico? Divertimento, diría yo.”

La neurosis es la rareza de la creación. ¿Qué es la normalidad? ¿Qué es lo sensato en el arte?

“¿Es, Eva, tu obra tu pene inexistente?”:

Otro imbécil en busca de análisis, de interpretaciones, quizás soñando con una vagina al otro lado del culo.

Otra bella mujer de trágico destino (de piedra ha de ser, muda e inaccesible) te persigue en tus correrías de divagador, te observa desde veinte sitios distintos de la ciudad, desde el puente de Manhattan, desde el hotel Plaza, el Municipal, el Firemen’s Memorial, en Straus Park…

Primero la inquietud y luego el desprecio flamearon con rabia en sus pupilas. (Cualquier arma arrojadiza con que reventarle el cráneo a ese tipo de más que probable eyaculación prematura.)

“Si la angustia refleja mi neurosis, ¿qué evidencia la hostilidad de ellos respecto a mi obra?”

Uno de lo loqueros ante Vinculum: “Ha sustituido la angustia por la sinrazón.”

Tu obra es ¿conflicto o carácter?

¿Qué te aleja de la Angst Kreatur para magnificar tus temores, agigantar la maldad de tus presentimientos, erguirte frente las felonías del mundo?

Si soy artista nada podrá dañarme.

(Y en lo atinente a esto: “Todo estaría justificado… Hasta la locura.”

Miraban con gesto sabio aunque lejos del estetoscopio: “He ahí”, afirmaban satisfechos, “el Id de la cuestión…”

Transgrede, y la propia obra es su sentido de culpa.)

En cuanto a la propuesta de miss Hesse:

es, no es, valoramos, desdeñamos, ignoramos, celebramos, admiramos, nos callamos: una proposición indecible de la que no puede demostrarse ni su certeza ni su falsedad: como uno de esos teoremas de incompletitud de herr Gödel.

El Paseante ya es un andante de bar en bar. Espera que un día la decisión, cualquiera de ellas, tope con él. Siempre sucede de ese modo el momento de escapar, cuando se emprende la huida a uno mismo pero en otro lugar. Mientras, diríase “anduve de cantina en cantina hasta completar las cincuenta y siete oficiales” de la ciudad donde habita caído del cielo sonriente e impertérrito el mono-demonio encarnado con el rostro de Darwin blandiendo un tridente, donde se alzan dieciocho iglesias, cuatrocientas piscinas y un cine, o tal vez en aquella otra de Cholula de trescientas seis iglesias y dos peluquerías.

Vaga por las calles de la ciudad sin un propósito definido, lo cual, secretamente, le inquieta, pues es consciente del desamparo esencial que ello significa.

Vagabundo por esa ciudad-volcán, una falsa hormiga entre hormigas afanosas o derrotadas desperdigadas al fondo de la inmensa barranca que yace y se extiende entre rascacielos.

Haragán ilustrado que desperdicia su tiempo a conciencia aunque lejos de promedios tan estimables como engullir 7 litros de cerveza en 14 minutos y recorrer 80 kilómetros de la estruendosa urbe cada día sin desfallecer (cual los hermanos Taskerson).

Tanto andar, depara la sorpresa.

Dualidad inexorable: Dios y Mammon. El arte es un acto de fe y un valor de cambio. El perfecto abrazo del oso.

El Negro está de suerte. Toda locura es negociable. ¿Qué no podrá ocurrir en esta urbe prodigiosa?

Ambos cotizan en lo fronterizo, en la pura evanescencia: uno, por incapaz; el otro, por misteriosa vanidad, algún secreto sólo para sus ojos.

Las once (cuando cambia el aire) de la mañana mefistofélica en Bryant Park bajo la sombra de los árboles de setiembre que exhalan ya fatiga.

-Accesible. (Sentencia el futuro e inesperado editor-propietario-director-Fausto de la revista, un tipo bajo y grueso, de mejillas rubicundas y calva brillante, prominente barriga y piernas torcidas hacia dentro, lo menos parecido al diablo.)

-¿Accesible? (Pregunta el Negro Factótum dispuesto a venderle su alma, a él o a quien sea.)

-Accesible… en efecto. Es la única condición, a decir verdad. Quiero decir radical, sin cortapisas. Lo más adaptable que pensarse pudiera de la cosa literaria.

-Me hago cargo.

-No compliquemos las cosas.

-Desde luego que no.

-¿De qué sirve hacer una cosa así?

-De nada.

-Estoy seguro de que me comprende.

-Creo tener una idea de ello…

-Será de periocidad mensual, doce ejemplares anuales, puesto que también aparecerá en julio y agosto. Usted será el único empleado y… el único escritor. Tendrá que emplear una docena de seudónimos… Heterónimos a la manera de Pessoa, si lo prefiere de ese modo.

-¿De cuántas páginas hablamos?

-Sesenta. Le sale a dos páginas diarias. Trabajo fácil, como ve.

-El contenido…

-El usual, poemas, cuentos, ensayos, un par de work in progress, alguna ilustración o dibujo de algún artista en ciernes amigo suyo, noticias varias, las que usted crea sobresalientes… en realidad, una especie de ecos de la sociedad literaria de... siempre, de todas las épocas…

(¡Sin moverse de Nueva York o de la puta ratonera de Queens donde se hospeda! Eso se llama “hacer las cosas a lo grande”.)

-… Piense en esas páginas tratadas como un folletín… por entregas. A fin de cuentas, ¿qué es la literatura sino divertimento inteligente o mediocre? A cualquier lector le atrae lo folletinesco que se oculta tras la simpleza o pretenciosidad de sus páginas. ¿Cuántas mujeres se folló Henry Miller? ¿Cuántas Maupasant? ¿Cómo se llamaba el hombre con el que, a espaldas de su mujer, se acostaba John Cheever? ¡Qué distinta es la vida de los escritores a las mentiras que realmente escriben! ¡Qué manera de engalanarse, esconderse y engañar al personal!

-Respecto a los aspectos técnicos…

-Esa cuestión no me preocupa nada. Allá usted: carta blanca.

-¿Y las portadas…?

-La portada será exactamente igual en cada número: un pavo…

-¿Un pavo…?

-Eso es, un pavo…

-Me cuesta imaginarlo.

 -… en letras de color cambiante cada ejemplar, azul, verde, rojo, amarillo, violeta… A su conveniencia. Sabrá usted que existen más de 70.000 tonos de cada color. Una combinatoria difícil de agotar. Pero el pavo ha de ser de idéntico diseño siempre, y ha de ocupar la totalidad del espacio de la portada: se mostrará de perfil, mirando a la izquierda del espectador. Yo mismo le facilitaré el dibujo que, insisto en ello, luego del primer número no ha de variar para nada en lo sucesivo. El número y la fecha impresos debajo del título. Y en la contraportada, el índice, los… autores (vamos a decirlo de ese modo). Uno detrás de otro, como los productos de una lista del supermercado.

-Entiendo… ¿y el título…?

-El Pavo.

-¿Cómo ha dicho usted…?

-Me ha oído perfectamente.

-Creí no haber entendido.

 

 

THE TURKEY

Number 1  May, 1970 New York   1,50$

Director-Editor:

John The Long

Editorial Office:

136 Bowery Street

New York

 

 

-Y en Agency  FB 8 y negrita ese título en rigurosas mayúsculas.  

-El Pavo… ¿Y  qué tal El Pavo Real…?

-Demasiado evidente… No cargue usted las tintas.

-Y en relación a la tipografía y maquetación, textura y color del papel…

-También eso queda a su cuidado. Lo mismo que la distribución.

-Esto último es especialmente importante, ya que…

-Mire, vamos a dejar las cosas claras. Me interesa una revista de amplio consumo. Algo lo más parecido a una revista deportiva tipo Sports Illustrated con tipa tetuda en la portada. De hecho, lo preferible sería un sistema de suscripción. Desconfío bastante de los puntos de venta  habituales, pero, en fin…Tampoco es que me importe demasiado que la revista esté presente durante algún tiempo en determinadas librerías selectas… Sólo que éstas se hallan más preocupadas por la creación literaria y zarandajas de ese estilo que de proporcionar al lector un entretenimiento honrado. Y no se preocupe de hacerla llegar a los departamentos de literatura de ninguna universidad y mucho menos de algunos de los talleres de escritura creativa. Sería completamente inútil, esas gentes sólo se leen a ellos mismos, y posiblemente sin entenderse.

-En cuanto al dinero…

-No hay de qué preocuparse. Las facturas de la imprenta son cosa mía, así como sus gastos personales en lo concerniente a la distribución, desplazamientos, dietas y la publicidad que considere necesaria.

-¿Y mis emolumentos profesionales?

-El cincuenta por cien de las ventas totales. De usted depende. Se editarán 1.000 ejemplares por número, a un precio de 3 dólares, salvo el primer número, que saldrá a la venta a 1,50. Haga sus cálculos. Fomente la compra… ¡y llene sus bolsillos!

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