El mundo de la
subliteratura es una extraña mezcolanza donde se imbrican sin solución de
continuidad la fortaleza, el desdén, lo mayestático, el delirio, las
alucinaciones, el espejismo, el extravío, la aberración, el ardor, lo irreal,
lo grotesco, el éxtasis, la exaltación, lo extravagante, el trastorno nervioso,
lo sádico, el disparate, lo extraordinario, el esperpento, el adefesio… lo
humorístico.
Se trata de novelas de
estación de ferrocarril, de aeropuerto, de quiosco, de sala de espera de
clínica venérea, de las que se ocultan en lo más hondo del bolsillo (pero sólo
por comodidad).
Ejemplo a seguir
original de DG:
“Bud, furioso y a la vez excitado por el alcohol y la visión
de la mujer con los senos al descubierto y la sedosa desnudez de las piernas replegadas
sobresaliendo de entre el enredo de las sábanas, la cogió del cuello con una
mano y la abofeteó repetidas veces con la otra sin dejar de proferir insultos…”
Ejemplos a no seguir
originales de EG y DSJ registrados por GS:
“Alegre y roja es la aurora heráldica, cuyos fúlgidos irrumpires llegan
del urente tramonto con su pincelada cárdena, como un pétalo de amapola, tenue
y ensangrentada, bajo el ósculo de rubí del orto excelso de la mañana…”
“Cirrus rojos, matutinos, servían de caperuza periférica al
gran orto. Un rutilo lueñe y lánguido, cual suspiro de mujer aletargada en un
éxtasis, era la reina de Venus, el divino lucerillo que apadrina la mañana.”
“Desde
el lejano coro venía el fúnebre eco de los salmos penitenciales entonados por
las monjitas que aún no habían recibido la inquietante visita de los diablillos
deshonestos.”
Un millón de novelas al año, olvidables o dignas
de lectura, son la mejor guarida para las tropelías de un mercenario de las
letras. Tamaño escondite justifica las 30 monedas, y aun las 300 sino las 3.000
y hasta las 30.000 cuando no las 300.000.
Un millón de novelas
año encubren los incontables nombres de un dios creador y omnisciente,
disimulan la perfidia, la arrogancia, la dejadez, el plagio y la obscenidad
flagrante, el desprecio, el cliché y el estereotipo, la burla.
Salva su neurastenia
dostoievskiniana, subterránea y suicida, escandalosamente íntima, invistiéndose
de mil formas, en el subterfugio del millón de nombres, en esa única y
reluciente moneda de oro que, brillando en su mano, es el bálsamo universal y
perfecto.
¿Quién eres?
¿Quién soy?
Te voy a decir quien
soy yo:
Rechinó la pesada puerta con sordo gruñido…
Traspasó el oscuro umbral con ansia homicida, como traspasa
la espada del guerrero el pecho indefenso de su enemigo…
He creado mil
sheriffs, dos mil bandidos y centenares de cuatreros, quinientas pasiones,
algún amor, he nacido entre brocados y me han parido como un animal en la choza
que linda el bosque maldito, he conocido todas las épocas y todas las edades,
todos los siglos y todos los milenios y hasta en el futuro he estado, he sido
niño, joven y viejo, he sido espía y soldado, viajero del espacio y conducido
un tanque, he pilotado un avión, he matado y me han matado, me han golpeado y
besado, he huido fugitivo y he perseguido y cazado al malhechor, he
desembarcado con un fusil en las manos en islas enemigas infestadas de japos y he hundido buques en el Mar del
Norte, he abatido fritzs en los
frentes de Europa y luchado en la Resistencia francesa, he estado en la
trinchera y en el valle, en la mansión y en la cueva, he sido forastero,
pirata, aristócrata, asesino, pistolero y ranchero, capitán y emperador,
marinero de Colón y espadachín de polainas, he sonreído bajo el chambergo y el
sombrero de fieltro, he sido policía, banquero y estafador, he vestido de frac
y de sotana y sólo harapos me han cubierto hasta revelarme como príncipe, he
sido juez y acusado, he navegado ríos, atravesado desiertos, surcado mares y
escalado montañas, he sido pobre y rico, sabio y necio, valiente, cazador,
medroso, mendigo, gánster, rufián y caballero, me he enmascarado cada vez más
siniestro tras un antifaz, una máscara, una capa, me he defendido a veces con
los puños y otras veces con el ingenio, he creado el terror y la risa, el odio
y la piedad, la humillación y la dicha, en la mano he tenido espada y revólver,
pistola y metralleta, crucifijo y lanza, el as de corazones y el fúlgido
diamante, he luchado en las sombras y en la jungla, a campo abierto o apretando
un botón, también he sido una guapa mecanógrafa, una pobre niña rica, una
arpía, una modistilla y la dueña de un burdel, he sido heroína y pusilánime, he
sido niña soñadora y adolescente provocadora, he sido lista y he sido taimada,
he sido cruel con los que me querían y mujer de la calle, he sido princesa y
madrastra, hechicera y huérfana, ama de casa, novia eterna, viuda inconsolable
y virgen sin desearlo, he sido víctima y victimario y por encima de todo he
sido tú y tú has sido todos aquellos que yo te hice soñar a cambio de unos
centavos.
He sido canjeable,
intercambiable, desechable.
Soy El Oscuro, El Innombrable, El Sinnombre por
haber sido todos los nombres que nunca aparecerán en las muy eruditas crónicas
del otro lado de la moneda.
Me he llamado…
Yo he sido
A.Rolcest, Federico
Amorós, Austin Warren, Albert Rosbund, Alf Regaldie, D. Graub, Al Gallard, J.
Grau, Lucila Mataix, Celia Bravo, Everett Crawson, Jan Hutton, Ray Silver, Dave
Turner, Anthony Mask, Arthur Lawrence, Anthony W. Rawer, Lou Carrigan, Alexis
Barclay, Chris Steven, Fritz Straffer, John Moore, Laura Tur, Rob Joyce,
Charles Hunter, Alice Norton, Charles G.Brown, Eddi Thorny, Edward Goodman,
Richard Jackson, H.C.Granch, Alvin Jones, Alan Star, Roger Simmons, Billy
O’Hara, Fred Baxter, King Drake, P.Duke, Frank Caudet, Dick Ford, Lem Mallory,
Rosa Alcazar, Silver Kane, Taylor Nummy, Frank Hunter, Crowley Farber, Frank
Morgan, E.Van Davin, L.H.Butler, J.Dixon, Spencer Curtis, Peter Brice, Cliff
Bradley, Jack Logan, Peter Logan, Mark Halloran, W.O’Connor, Carter Mulford,
E.Mallory Ferguson, J. Hill, John Blackson, Gordon Lumas, Mike Shane, Clay
Duncan, William Simpson, John Lack, Curtis Garland, Mark Savage, J.J.Moran,
Jack Grey, Red Harlan, Victoria Graham, Elmer Evans, Rock Miller, Donald
Perkins, John Stuart, Charles Brown, Rob H.Curtis, Richard Clay, Dan Lewis,
Tony Spring, Helen Foster, J.Chandley, Ada Miller, Paul Lattimer, Peter Lang,
Jay Kanata, Keith Luger, Mike Bronco, Cameron Jones, O.C.Tavin, Peter Kapra,
Susan Joyce, Arnold Briggs, Peter McCoy, Ray Sorel, V.A.Carter, Vic Logan…
“Donde ponía el ojo, ponía la bala: y le descerrajó un tiro
entre ceja y ceja…
“Y con esto desapareció del mundo de los vivos.”
“Después de todo”,
como escribió el viejo Bill Faulkner durante la resaca de una mañana festiva
“la gloria literaria tiene el mismo valor que un pedo.” (Domingo, 7 de mayo de
1944).
Otro final: anónima,
andrajosa y maga montada (como la bruja de la escalera de Bethesda) en… la
escoba de la cocina.
1968.
Ha pecado. Muchas
veces ha pecado. Penitencia: a partir de ahora sólo leerá autores de la Jewish
Fiction.
Se detiene frente el escaparate, el otoño
avanza, hace un magnífico día de cielo azul, claro y luminoso, el aire es
fresco y limpio, de olores marinos, ella es la chica más guapa de Nueva York,
siente la piel viva y fragante, el cuerpo sano y joven, pronto será la artista
del millón de dólares: un abrigo de un largo que no llega a las rodillas (¡qué
traviesa!), con forma de trapecio de estampado alegre, atrevido… Moderno. Una
obra de arte: dos acuarelas y algunos dólares que escondía en casa entre la
ropa interior. Herzog tendrá que
esperar.
Ray: un verdadero
librero que habla de libros todo el tiempo, y raras veces lo hace respecto a
los autores que, dicho sea de paso, deberían escribir un solo libro en su vida,
doblar la esquina y desaparecer para siempre (con la botella en la mano o con
un montón de sucias monedas en los bolsillos).
Debes aceptar todas
las culpas del pasado. Es la hora de la extrema unción (sic). Mueve el alma a la virtud, a la perfección, al silencio
solemne de la última hora. Las culpas… puedes olvidarlas, rechazarlas o
simplemente asumirlas como algo inherente a tu precaria condición humana. La
culpa sin maldad ni penitencia, y por tanto inocua. Las cosas fueron así, y eso
es todo.
Escribe, anda.
¿Por qué en las
películas todos cogen los bolígrafos con los que escriben sus crónicas
domésticas de una manera distinta a como yo lo hago…?
¡Qué juego de dedos!
¿O era de manos?
¡Juego de villanos!
El pasado…
Puedes decirlo.,..
¿Cómo puedes decirlo? ¿Cómo decirlo de otra manera?
Se defenestró. Eso es.
De mañanita lo hizo.
Perfecto.
Mal vamos. Hace unos
meses, a principio del verano aún no agobiante, encontró un pedazo de meteorito
semienterrado en Central Park (justo al entrar por la 60 Este a la derecha):
“Esto me hace millonario de una vez por todas”, dijo en voz alta y clara. A la
mañana siguiente acudió con sus mejores galas y el pedrusco metido en una bolsa
de Strand al museo de Historia Natural. Pagó la entrada (mal empezamos) y subió
a la primera planta donde se celebraba el “Id Day”. El tipo detrás del
mostrador le miraba con una sonrisa entre compasiva e irónica. Abrió un cajón y
sacó… un imán. Naturalmente, como descubrió muy pronto, se trataba de otro
pisapapeles de piedra para su nutrida colección de pisapapeles de piedra
confundidos con valiosos meteoritos.
Se arrojó por la
ventana una mañanita de calores o frescores, una mañanita.
En aquel tiempo les
dijo a sus discípulos: no busquéis la verdad o la mentira en el arte: se basta
a sí mismo bajo cualquier circunstancia, entre las manos de cualquier sucio
perillán con labia de profeta y maneras de hechicero o en la billetera del
pulcro hombre de negocios.
Las palabras
embaucadoras se enseñoreado de la razón: disfrazan su auténtica esencia.
(Siglos XX y XXI).
He aquí el
mandamiento: que trabajen con el signo principio y fin de todas las cosas
(alfa y omega), que nada teman (pues les espera lo peor).
La Bella Durmiente no
necesitó de un amigo leal y valiente
como Klopstock que atemperara el trance. Dormía, murió. Nunca supo si
era el sueño eterno. Seis días antes de morir cerró los ojos. ¿Tendría
pesadillas como el hombre de Praga? No los volvió a abrir, y el séptimo día
dejó de respirar.
No se tiene una convicción
de lo que acaece después la muerte. Todo acerca de ella son falsedades, simples
ocurrencias y afirmaciones sin causa real.
La perpetuación, si no
física sí encarnada en forma de en los sucesores, parecía ser
un motivo de reflexión en ella, como en casi todos los artistas plásticos más o
menos revolucionarios en sus métodos.
Sin embargo, el asunto
lo trasladaba un punto más allá de lo meramente anecdótico y se adentraba en
una suerte de ontología carente de una demostración plausible una vez se
libraba el ser de la materia o la materia del ser. En definitiva, el más allá
de la vida no influye en el devenir de un ser humano en ésta.
“Ver” lo que hay al
otro lado sólo interesa en este lado del
planeta Tierra, con el cuerpo sano o enfermo a cuestas, instalado en la
realidad incuestionable de la vida. Atravesar la raya apagaría de inmediato la
curiosidad: serías “otra vida” y en el “otro lado”, en el supuesto de que ambas
cosas fueran posible, es decir, existentes en algo verdaderamente difícil de concebir y lejos de la Tierra:
(Conversación con B.:
aseguraba vehemente la veracidad de lo que contaba. ¿Cuándo se lo oíste decir?
No sabía con exactitud, ¿qué importancia podía tener eso? Lo dijo, él lo oyó de
sus labios casi con esas mismas palabras, y eso debería bastar para creerle.
Concluía la información con un epítome demasiado próximo a lo tosco que
frivolizaba de manera lamentable un tema en exceso arduo y peligroso por su
ausencia total de contrastación a lo largo del tiempo: “De todas formas”, dice que dijo, “todos acabamos en el
otro lado… ¡visto desde éste!”)
Una forma algo pueril
de poner punto final a los “misterios”.
¿Es aquí donde das rienda suelta a tus
instintos? ¿Allá donde nada te está prohibido por ininteligible? Curioso campo
de batalla has elegido donde la extravagancia es capaz de ocultar de manera
natural, espontánea y sumamente eficaz todo tipo de neurosis, represiones e
histerias. Renuncias a lo visible y como resultado desplazas tu ansiedad a lo
absurdo mayestático. Estable compromiso con lo oscuro por tan evidente y simple
de visualización, aunque no de fácil aprehensión.
En lo prohibido se halla La Gran Artista, si
bien la estrafalaria dimensión de éste desbarata de inmediato a través de su
apariencia una conversión seria y consciente del espectador, del mirón, del
“voyeur”.
El pensamiento que expele la bocaza abierta de
ese tipo es un auténtico virus para mí: el único remedio es no despegar los
labios delante de él.
Domina el tiempo a tu antojo, desármalo: los
mayas tenían un mes de cinco días.
Haz que tu vida tenga mil años.
Haz que la memoria sea la sustancia verdadera
del universo.
Mueres en el Egipto anterior a las pirámides
cuando todo es un gran desierto de arena calcinada: han puesto un báculo en tu
mano, han calzado tus pies con sandalias blancas de cuero… Andarás en regiones
tan ignotas que carecen de nombre hasta que tus sandalias se desgasten, hasta
que alcances el camino de vuelta de la muerte…
(Sexton) La mujer de la cabellera suelta y
oscura, grandes ojos claros y cansados, boca carnosa pintada de rojo, de ronca
voz, regada de pies a cabeza con caro perfume francés, toda ella de gesto
insinuante.
Todo el fardo académico, de perfiles
vanguardistas o no, le ha llevado al final a un primitivismo inclasificable, a
un gutbucket plástico liberado de
toda regla y contención.
Hela ahí, arropada por otros impíos: una jam session donde cada uno lanza su
rugido y, al menos durante unos minutos, se celebra a sí mismo, estampa en el
rostro de los espectadores un break
inusitado e imprevisto.
-La materia es mi pensamiento, una ideación…
-Oh, Gran Alquimista, ¿no hallabas las hechuras
de tu obra en el mismo Saturno, tu planetamadre (sic) y benéfico?
-…
Convienen en ello: “El arte moderno es la
moderna alquimia; la vanguardia real, filosófica y material.”
Ella habla con el Gran Maestro escondido en los
cielos.
Ella, que utiliza el agua tridestilada.
Una ciencia es la alquimia…
Una ciencia es el arte…
Ha leído los cien mil libros y manuscritos
polvorientos que los siglos han acumulado sobre el sapientísimo arte de la
práctica de la alquimia.
Ha buceado en las aguas de plata del Gran
Tratado.
Ha destilado mil veces el agua con que limpia
sus manos.
Oh, joven novicia del arte, al igual que los
antiguos adeptos a la alquimia se envenenaban de los tóxicos vapores del
mercurio y les adentraban en el delirio, así tú has entrado en la locura.
-¿Qué buscas?
-La combinación mágica… La llave.
-Nada hay más sencillo que las reglas elementales
del juego del ajedrez… Mas, ¿existe algo superior al infinito de sus
inimaginables combinaciones?
-¿De dónde surges?
-Del horno, del crisol.
-¡Fantástico pasatiempo! Se entrega al silencio,
burla la vida, ignora la muerte mientras el fuego robado la consume.
-No crees lo que hago al serte imposible
comprender el “porqué”.
Usa el mortero de ágata.
Tiene la paciencia del Universo que prolonga su
dibujo en el cosmos durante miles de millones de años.
-Física y química amparan la justicia de mi Arte.
-La puerta a los misterios…
-Abierta o… cerrada. ¡Qué más da!
¡Qué mujer en un país de hombres! O no… Una
artista entre artistas. Frente a un Davy Crockett se halla una Moly Pitcher;
cara a cara con Kit Carson está Jemima Boone…
Como creer en fronteras… En el corto espacio de
tiempo de un trayecto en el metro, no más de cuatro paradas de Canal, he podido
escuchar 7 lenguas y 14 dialectos (incluido los ingleses) además, naturalmente,
de la cortante jerga local neoyorquina.
El rostro enmarcado por el negro cabello
refleja, a pesar de todo, decisión. La veo andar deprisa en el cruce de Allen
Street con Houston y la Primera Avenida. Viste un traje amarillo sin mangas: la
parte frontal de la falda casi la ocupa enteramente el estampado del flamante
símbolo rojo y negro del Tao, el yang (rojo) y el yin (negro). Un universo
simple. Vida y muerte. Blanco y negro. O todo o nada.
Van a raparte el cabello. Van a abrirte la
cabeza.
Una mañana fría y lluviosa de sábado donde no
tengo donde ir más allá de los tumbos habituales. Así que, naturalmente, acudo
a The Green Train.
Alguna cita mía equivocada días pasados ha
sublevado al librero vengativo:
“No hace ni tres horas que alguien rebuscando en
ese cajón, que inocentemente tienes por tuyo, arrambló con un Collier’s Weekly de 1898: The Turn of the Screw.”
Y sigue:
“Por cierto (o ya puestos, o mira por donde,
o por otra parte, o dicho sea de paso), ¿qué nos cuenta en
realidad James a lo largo de las escasas cien páginas valiéndose de las
singulares andanzas de Miles y Flora?”
“Todo lo que tú quieras imaginar mientras lees
ese maquiavélico amusette.”
“¿Maquiavélico? Divertimento, diría yo.”
La neurosis es la rareza de la creación. ¿Qué es
la normalidad? ¿Qué es lo sensato en el arte?
“¿Es, Eva, tu obra tu pene inexistente?”:
Otro imbécil en busca de análisis, de
interpretaciones, quizás soñando con una vagina al otro lado del culo.
Otra bella mujer de trágico destino (de piedra
ha de ser, muda e inaccesible) te persigue en tus correrías de divagador, te
observa desde veinte sitios distintos de la ciudad, desde el puente de
Manhattan, desde el hotel Plaza, el Municipal, el Firemen’s Memorial, en Straus
Park…
Primero la inquietud y luego el desprecio
flamearon con rabia en sus pupilas. (Cualquier arma arrojadiza con que
reventarle el cráneo a ese tipo de más que probable eyaculación prematura.)
“Si la angustia refleja mi neurosis, ¿qué
evidencia la hostilidad de ellos respecto a mi obra?”
Uno de lo loqueros ante Vinculum: “Ha sustituido la angustia por la sinrazón.”
Tu obra es ¿conflicto o carácter?
¿Qué te aleja de la Angst Kreatur para magnificar tus temores, agigantar la maldad de
tus presentimientos, erguirte frente las felonías del mundo?
Si soy artista nada podrá dañarme.
(Y en lo atinente a esto: “Todo estaría
justificado… Hasta la locura.”
Miraban con gesto sabio aunque lejos del
estetoscopio: “He ahí”, afirmaban satisfechos, “el Id de la cuestión…”
Transgrede, y la propia obra es su sentido de
culpa.)
En cuanto a la propuesta de miss Hesse:
es,
no es, valoramos, desdeñamos,
ignoramos, celebramos, admiramos, nos callamos: una proposición indecible de la
que no puede demostrarse ni su certeza ni su falsedad: como uno de esos
teoremas de incompletitud de herr Gödel.
El Paseante ya es un andante de bar en bar.
Espera que un día la decisión, cualquiera de ellas, tope con él. Siempre sucede
de ese modo el momento de escapar, cuando se emprende la huida a uno mismo pero
en otro lugar. Mientras, diríase “anduve de cantina en cantina hasta completar
las cincuenta y siete oficiales” de la ciudad donde habita caído del cielo
sonriente e impertérrito el mono-demonio encarnado con el rostro de Darwin
blandiendo un tridente, donde se alzan dieciocho iglesias, cuatrocientas
piscinas y un cine, o tal vez en aquella otra de Cholula de trescientas seis
iglesias y dos peluquerías.
Vaga por las calles de la ciudad sin un
propósito definido, lo cual, secretamente, le inquieta, pues es consciente del
desamparo esencial que ello significa.
Vagabundo por esa ciudad-volcán, una falsa
hormiga entre hormigas afanosas o derrotadas desperdigadas al fondo de la
inmensa barranca que yace y se extiende entre rascacielos.
Haragán ilustrado que desperdicia su tiempo a
conciencia aunque lejos de promedios tan estimables como engullir 7 litros de
cerveza en 14 minutos y recorrer 80 kilómetros de la estruendosa urbe cada día
sin desfallecer (cual los hermanos Taskerson).
Tanto andar, depara la sorpresa.
Dualidad inexorable: Dios y Mammon. El arte es
un acto de fe y un valor de cambio. El perfecto abrazo del oso.
El Negro está de suerte. Toda locura es
negociable. ¿Qué no podrá ocurrir en esta urbe prodigiosa?
Ambos cotizan en lo fronterizo, en la pura
evanescencia: uno, por incapaz; el otro, por misteriosa vanidad, algún secreto
sólo para sus ojos.
Las once (cuando cambia el aire) de la mañana
mefistofélica en Bryant Park bajo la sombra de los árboles de setiembre que
exhalan ya fatiga.
-Accesible. (Sentencia el futuro e inesperado
editor-propietario-director-Fausto de la revista, un tipo bajo y grueso, de
mejillas rubicundas y calva brillante, prominente barriga y piernas torcidas
hacia dentro, lo menos parecido al diablo.)
-¿Accesible? (Pregunta el Negro Factótum
dispuesto a venderle su alma, a él o a quien sea.)
-Accesible… en efecto. Es la única condición, a
decir verdad. Quiero decir radical, sin cortapisas. Lo más adaptable que
pensarse pudiera de la cosa literaria.
-Me hago cargo.
-No compliquemos las cosas.
-Desde luego que no.
-¿De qué sirve hacer una cosa así?
-De nada.
-Estoy seguro de que me comprende.
-Creo tener una idea de ello…
-Será de periocidad mensual, doce ejemplares
anuales, puesto que también aparecerá en julio y agosto. Usted será el único
empleado y… el único escritor. Tendrá que emplear una docena de seudónimos…
Heterónimos a la manera de Pessoa, si lo prefiere de ese modo.
-¿De cuántas páginas hablamos?
-Sesenta. Le sale a dos páginas diarias. Trabajo
fácil, como ve.
-El contenido…
-El usual, poemas, cuentos, ensayos, un par de work in progress, alguna ilustración o
dibujo de algún artista en ciernes amigo suyo, noticias varias, las que usted
crea sobresalientes… en realidad, una especie de ecos de la sociedad literaria
de... siempre, de todas las épocas…
(¡Sin moverse de Nueva York o de la puta
ratonera de Queens donde se hospeda! Eso se llama “hacer las cosas a lo
grande”.)
-… Piense en esas páginas tratadas como un
folletín… por entregas. A fin de cuentas, ¿qué es la literatura sino
divertimento inteligente o mediocre? A cualquier lector le atrae lo
folletinesco que se oculta tras la simpleza o pretenciosidad de sus páginas.
¿Cuántas mujeres se folló Henry Miller? ¿Cuántas Maupasant? ¿Cómo se llamaba el
hombre con el que, a espaldas de su mujer, se acostaba John Cheever? ¡Qué
distinta es la vida de los escritores a las mentiras que realmente escriben!
¡Qué manera de engalanarse, esconderse y engañar al personal!
-Respecto a los aspectos técnicos…
-Esa cuestión no me preocupa nada. Allá usted:
carta blanca.
-¿Y las portadas…?
-La portada será exactamente igual en cada
número: un pavo…
-¿Un pavo…?
-Eso es, un pavo…
-Me cuesta imaginarlo.
-… en
letras de color cambiante cada ejemplar, azul, verde, rojo, amarillo, violeta…
A su conveniencia. Sabrá usted que existen más de 70.000 tonos de cada color.
Una combinatoria difícil de agotar. Pero el pavo ha de ser de idéntico diseño
siempre, y ha de ocupar la totalidad del espacio de la portada: se mostrará de
perfil, mirando a la izquierda del espectador. Yo mismo le facilitaré el dibujo
que, insisto en ello, luego del primer número no ha de variar para nada en lo
sucesivo. El número y la fecha impresos debajo del título. Y en la
contraportada, el índice, los… autores (vamos a decirlo de ese modo). Uno
detrás de otro, como los productos de una lista del supermercado.
-Entiendo… ¿y el título…?
-El Pavo.
-¿Cómo ha dicho usted…?
-Me ha oído perfectamente.
-Creí no haber entendido.
THE TURKEY
Number 1 ■ May, 1970 ■ New York ■ 1,50$
Director-Editor:
John The Long
Editorial Office:
136 Bowery Street
New York
-Y en Agency
FB 8 y negrita ese título en rigurosas mayúsculas.
-El Pavo… ¿Y
qué tal El Pavo Real…?
-Demasiado evidente… No cargue usted las tintas.
-Y en relación a la tipografía y maquetación,
textura y color del papel…
-También eso queda a su cuidado. Lo mismo que la
distribución.
-Esto último es especialmente importante, ya
que…
-Mire, vamos a dejar las cosas claras. Me
interesa una revista de amplio consumo. Algo lo más parecido a una revista
deportiva tipo Sports Illustrated con
tipa tetuda en la portada. De hecho, lo preferible sería un sistema de
suscripción. Desconfío bastante de los puntos de venta habituales, pero, en fin…Tampoco es que me
importe demasiado que la revista esté presente durante algún tiempo en
determinadas librerías selectas… Sólo que éstas se hallan más preocupadas por
la creación literaria y zarandajas de ese estilo que de proporcionar al lector
un entretenimiento honrado. Y no se preocupe de hacerla llegar a los
departamentos de literatura de ninguna universidad y mucho menos de algunos de
los talleres de escritura creativa. Sería completamente inútil, esas gentes
sólo se leen a ellos mismos, y posiblemente sin entenderse.
-En cuanto al dinero…
-No hay de qué preocuparse. Las facturas de la
imprenta son cosa mía, así como sus gastos personales en lo concerniente a la
distribución, desplazamientos, dietas y la publicidad que considere necesaria.
-¿Y mis emolumentos profesionales?
-El cincuenta por cien
de las ventas totales. De usted depende. Se editarán 1.000 ejemplares por
número, a un precio de 3 dólares, salvo el primer número, que saldrá a la venta
a 1,50. Haga sus cálculos. Fomente la compra… ¡y llene sus bolsillos!
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