lunes, 7 de mayo de 2012

HESSE 60

Habrá un retroceso hacia el azul: volvemos al origen.

Una artista (que no un artista): por la herida abierta salen a la luz las imaginaciones. La llaga sangrante de la santa.

Lucy en España.
Envía postales, impresiones escritas al dorso de fotografías convencionales. Los sellos, coloristas y vistosos, reproducciones de cuadros antiguos o grabados de ciudades, monumentos y ruinas, esculturas y retratos de eminentes personajes, ya son como las ventanillas por donde atisbar un paisaje extranjero ignoto y fascinante. L. registra un hecho digno de señalar: no es la curiosidad lo que mueve al turista (por así llamarlo) a perder el tiempo por calles y edificios desconocidos, sino la necesidad de sentir “la ausencia de sí mismo” a tenor de la extrañeza que nos inspira otra forma de vivir que, dicho sea de paso, sólo es una (no dejes de respirar mientras estés viva) en todas partes. Nos traicionamos, y he aquí que, hasta con crueldad, ayudamos a sacar al exterior otro ser que se complaciera en vivir de forma diferente a lo que somos en parajes y ciudades tan distintos y a los que nunca más volveremos. En Almería Andre andaba con “alpargatas”, y eso le hacía ser muy feliz. Sol, en Valencia, acarreaba eufórico de un lado a otro un pesado trasto de alfarería popular que había comprado en un mercadillo callejero. Recorriendo las galerías de El Prado, L. mutaba hacia el pasado, añoraba un bagaje cultural y artístico que exigía, a la norteamericana que era ella, desear a la vez un milenio de grandezas y miserias históricas enroscadas como sierpes en torno a su identidad: “Me sentí totalmente inferior, una neoyorquina paleta disfrazada de moderna…” En todo caso, hay algo de maligno en todo esto, de sadismo inconsciente: me muestran pedazos de la oportunidad de un futuro que podría ser el mío si no estuviera a punto de morir.

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