martes, 1 de mayo de 2012

HESSE 58


Atemorizada (comprometida) por la revelación de que sus manos han de huir de lo iterativo en el arte, de la perífrasis abundosa aunque indecente, da comienzo a la fabricación (exactamente, ésa es la palabra) de un lenguaje hacia atrás, un lenguaje azul que retorna a los principios donde la forma era el caos, la suprema imperfección, el caos en estado puro, fusionable. Este arte desprovisto de historia, de frases hechas y significados supuestos, se nutre de enriquecimientos léxicos, de giros modernos y neologismos triviales pero efectivos, de novedosas y fascinantes conspiraciones a la inteligencia. Y al alejarse de usos aburridos y corrompidos por la costumbre o la incuria, su nacimiento es el nacimiento de las estrellas. Eliminado el ornato inevitable que sólo los siglos son capaces de añadir a los primitivos dialectos, liberado de la pesada carga de su acervo, este lenguaje ha de verificar en lo grotesco e indecible de su abecedario el auténtico pensamiento sin una signología previa que interfiera sus voces visuales huyendo a lo rojo cada vez más sobrecargado, al infinito y su silencio oscuro, a lo incógnito.
El azul era simple, sabíamos de dónde procedía.
Así habla el pensamiento, lo que nace de un ser vivo sin abrir la condenada boca tan llena de resabios, mineral y muerta.
La escritura innata de la indefensión, de la desnudez. Un viaje a los antojos del cosmos, una merendola donde nacen las galaxias, los elementos pesados y la simplicidad se vuelve loca.
He aquí el dibujo de la extrañeza.
Nunca sabemos adonde huye el rojo.
He aquí el dibujo de la metamorfosis: la cópula de la materia con la antimateria: las imágenes de un cerebro no-físico.
He ahí el principio sin supuestos ni figuraciones.
Ya que dibuja pensamientos, esculpe los espacios y construye las formas ocultas sólo secretas por hallarse encerradas en la mazmorra craneal, pues…
Podemos empezar.

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