Atemorizada (comprometida) por la revelación de que sus manos han de huir de lo
iterativo en el arte, de la perífrasis abundosa aunque indecente, da comienzo a
la fabricación (exactamente, ésa es
la palabra) de un lenguaje hacia atrás,
un lenguaje azul que retorna a los principios donde la forma era el caos, la
suprema imperfección, el caos en estado puro, fusionable. Este arte desprovisto
de historia, de frases hechas y significados supuestos, se nutre de
enriquecimientos léxicos, de giros modernos y neologismos triviales pero
efectivos, de novedosas y fascinantes conspiraciones a la inteligencia. Y al
alejarse de usos aburridos y corrompidos por la costumbre o la incuria, su
nacimiento es el nacimiento de las estrellas. Eliminado el ornato inevitable
que sólo los siglos son capaces de añadir a los primitivos dialectos, liberado
de la pesada carga de su acervo, este
lenguaje ha de verificar en lo grotesco e indecible de su abecedario el
auténtico pensamiento sin una signología previa que interfiera sus voces
visuales huyendo a lo rojo cada vez más sobrecargado, al infinito y su silencio
oscuro, a lo incógnito.
El azul era simple, sabíamos de dónde procedía.Así habla el pensamiento, lo que nace de un ser vivo sin abrir la condenada boca tan llena de resabios, mineral y muerta.
La escritura innata de la indefensión, de la desnudez. Un viaje a los antojos del cosmos, una merendola donde nacen las galaxias, los elementos pesados y la simplicidad se vuelve loca.
He aquí el dibujo de la extrañeza.
Nunca sabemos adonde huye el rojo.
He aquí el dibujo de la metamorfosis: la cópula de la materia con la antimateria: las imágenes de un cerebro no-físico.
He ahí el principio sin supuestos ni figuraciones.
Ya que dibuja pensamientos, esculpe los espacios y construye las formas ocultas sólo secretas por hallarse encerradas en la mazmorra craneal, pues…
Podemos empezar.
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