Escribía, pues, un
dietario, un almacén donde nada hubiera aún fabricado, sólo los materiales.
Tiene que haber un
Dios, ¡tiene que haber un culpable!
Dispongo mi ropa
interior inmaculada pero pobre y gastada sobre la cama, el sostén, las bragas…
Los calcetines largos agujereados por la parte del talón que ocultarán las
botas.
Sólo existe un
mandamiento. Y eso lo sabe todo el mundo, pero se prefiere enredar las cosas: No hagas daño a nadie y no permitas que
nadie te haga daño a ti.
Temía más las ideas
que los golpes. Aquéllas perduran.
De nuevo me alimento
mal: el sandwiche, las prisas.
Por la noche, ya en la
cama, la ansiedad temiendo las torpezas del día siguiente disipa del todo los
errores cometidos de hoy. Luego hay que seguir adelante, me digo cerrando los
ojos, hay que seguir adelante.
Lejos de la
domesticidad se hallan los monstruos. Sin pensarlo dos veces me arrojé por la
ventana abierta huyendo del olor de la manteca friéndose en la sartén, de las
flores mustias en los falsos jarrones chinos en el salón.
Me obligan a leer en
hebreo: pero yo ni siquiera pienso en inglés, hablo con imágenes, me expreso
con colores, hoy azul, mañana amarillo, todos los sábados son blancos.
Pasó el día entero
leyendo, anegada de pies a cabeza de simulacros mientras a su alrededor se
movía la brisa olorosa por los árboles de junio y piaban los pájaros. Cuando se
acostó empezó a soñar enseguida historias maravillosas que nada tenían que ver
con lo que había leído. Al despertar, sintió alborozada su cuerpo joven y
dichoso. Sin embargo, ya nunca dejó de leer.
Tomar una taza de té
en una cafetería lejos de aquí, en otro barrio lejano de la ciudad, donde nada
resulta familiar: desde la calle se vio
detrás de los ventanales, misteriosa y extraña, con la taza en la mano, la
falda corta enseñando las bonitas piernas, en compañía de un desconocido.
“Vaya, qué revoltosa.”
El arte no tiene por
qué ser inteligente, bastaría con que se mantuviera lejos del ingenio… ¡y
disfrazando sin cesar un yo en exceso
ensimismado!
¿Por qué se cree
artista, escritor, músico…? Porque se siente siempre al borde del abismo,
atisbando en el fondo oscuro del precipicio.
Era desdeñosa, no
escéptica.
Mi madre mi inspiraba
siempre miedo, y era cariñosa, débil, inofensiva. Ahora, pues, lo sé todo: temía por ella.
Es la fragilidad lo
que de verdad me aterroriza, el orden
rodeado de ruidos.
Lecturas: B., S. …
Sólo consignar iniciales.
La ambigüedad como
estructura, ni siquiera la alusión.
Creer firmemente que
la experiencia es una gramática:
corrige y ordena las emociones plásticas.
Goethe no debería ser
una palabra prohibida.
De niña, en los
campamentos de verano: los olores y el sol, la tierra, eran toda la religión
necesaria para no alzar la vista a lo alto buscando el cielo gris o blanco y
caliente lleno de dioses falsos.
Me es imposible leer
poesía en voz alta. Y eso confirma mis sospechas… ¡acerca de toda la literatura
y arte tradicionales!
La disciplina es una
estupidez en el fondo… Sin el misterio y la duda no somos nada, y yo sé cuando y por qué debo hacer las cosas, sea
de día o de noche. (A. acostumbra a reírse de los horarios impuestos por
una supuesta “cultura judaica”: la muerte
no te avisará).
Bach (dijo, más bien
tronó). Y, sin embargo, deleitarse a través de ese músico inmenso debería
transportarnos a la mesura absoluta, al susurro.
De estudiantes: buscan
los tugurios chinos para atiborrarse de comida barata por menos de un dólar.
Desde la acera, con mi hot-dog en la
mano, manchándome la blusa recién planchada con la mostaza que se escurre por
unos de los extremos, los observo asqueada.
“Eres demasiado…
(simulaba buscar la palabra, que ya sabía de antemano, sólo perseguía causar un
efecto intrigante) sobria.”
Afortunadamente, ser
artista no consiste en acumular datos, atarte a la espalda una saco de
conocimientos que ir extrayendo poco a poco como si fuera una bolsa cacahuetes.
A una, le basta con mirar en torno así y traducirlo luego con el lenguaje de
las entrañas.
1966. “No Alemania”,
me dije. “No es el camino.” Regresé a América. ¿Era el camino?
1957. Dra. P.:
“Todavía un poco más, un poco más de amor.” Le aseguré (y era perfectamente
sincera en ese momento) que no temía amar a alguien. ¿Entonces? Es la
responsabilidad de echarte a las espaldas alguien que te quiere, que –según
afirma- no puede vivir sin ti. ¡Qué terrible cárcel la del otro!
1943. ¿Por qué los
niños siempre sonríen a la cámara fotográfica? Porque creen que es su deber. El
alma de un niño, a pesar de todo, es
feliz: el futuro ha de venir lleno de regalos, de bonitas sorpresas… Alrededor:
el infierno de los adultos, sus vidas incomprensibles.
Cine negro (Andrews,
el policía enajenado): la fatalidad todo lo preside, nada es perfecto, y el
amor mata, la amistad es una farsa, el dinero es la única ley: cuenta los
billetes, las amantes, las mentiras, los crímenes...
Una conversación
con H.: languidecía la tarde a medida
que ocultábamos la tristeza (10-12-66).
En New Jersey (vuelve
a enseñarme sus “poemas”).
Teatro: V.
Me tiende el libro. Lo
interesante es la sonrisa con que lo hace: ilumina su rostro de tal forma que
la sensación de amistad que te invade produce hasta vértigo. Si pudiera me
inocularía mediante una simple inyección –“cosa de segundos, sabes”- todo el
conocimiento y la experiencia que ha acaudalado hasta ahora, y eso debe ser
la auténtica
generosidad.
Los italianos: de las
satinadas reproducciones parece brotar el olor de la tierra y el aire soleado
que penetraba por las ventanas, la cal, la tela, el polvo, el aceite, el
estuco, la piedra, el agua sucia, los trapos, las brochas, el sudor, la mugre
de la carne: Massaccio, Giotto, Miguel Angel…
30-10-1966. Sola.
“No naciste aquí.
Tendrás que esperar a tener hijos.” (USA).
Astucia (mejor siempre
de noche).
1/1970. Mercado del
Arte. Mantente callada (me decía hace años a mí misma). Descubrí entonces: a)
idiota: quien ignora las cualidades y virtudes de los otros; b) insignificante:
quien se niega a valorarlas por carecer él de ellas; c) mediocre: quien las
minimiza con el ánimo de recalcar las propias.
Escribía un diario
para saber quien era. “Sin embargo”,
le dije, “yo lo haría para ocultarlo.
(Pero ella no es artista… ¡como yo!).
En la librería de R.
Luego de un par de minutos de conversación descubro que le irrito considerablemente. “No”, repuso cuando se lo hice notar, “es
que me impacienta tu indecisión juvenil.” Y al final compro el libro
equivocado.
En Washington. ¿Seré
la nota de color? Entre los machos, la hembra no del todo estúpida. (Colectiva
prevista para marzo).
Viendo cuadros
realistas en el MET (pero como si paseara por Central Park un domingo de sol
por la mañana) recuerdo la máxima de La Rochefoucald que R. tiene clavada en
uno de los estantes privados de su librería: “La verdad no hace tanto bien en
el mundo como el mal que hacen sus apariencias.”
“El deseo agarrado por
la cola”. (?)
La tierra rosa, la
piedra negra. Paisajes apenas entrevistos por la ventanilla del tren. Desdeñan
cualquier tipo de arte.
“S. es bisexual”,
cuchicheó acercándose a mí. Su aliento cálido sobre el lóbulo de mi oreja me
resultó de una repugnancia casi intolerable. Desde entonces ya nunca me fue
atractiva la chica más guapa del colegio
como había pensado hasta ese día. A partir de ese momento hasta se me antojaba,
sin ninguna razón explicable, que despedía mal olor.
Hoy he soñado con mi
padre: nos entregaba los programas de las obras de teatro a las dos hermanas
como parte de una herencia “aún por recibir”: Muerte de un viajante, La
loca de Chaillot, Un tranvía llamado deseo…
Van Gogh: todo (menos
su pintura).
“Veo” más arquitectura en la música que geometría.
Mitologías (pero sólo
las mediterráneas, tan llenas de sol, tan
naturales después todo).
¿Todo arte es
alegórico? Hasta aquél que se declara no-alegórico.
1954. Deberías ir a Chicago.
Read: La niña verde. ¿Por qué habría de
leerlo? No supo darme una respuesta.
Libro: arte apócrifo (pero existen multitud de
restos arqueológicos y una gran cantidad de obra plástica) de los antiguos mexicas. Devolvían a través de él todo
el magnífico esplendor del aire transparente de Tenochtitlan, su lago y cielo
azules, el verde de sus bosques, el amarillo de sus oros y el sol omnipotente,
la brillante sangre sacrificada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario