sábado, 4 de febrero de 2012

HESSE 43

Evchen, cariño, estás hecha con la madera del mejor roble, del hierro ancestral mejor forjado de la culta Europa, le asegura su padre, de todo lo malo has de escapar.
Saber lo que tienes que hacer con las cosas, aun antes de encontrarlas en la calle y llevarlas a casa. Esa es la mística de la sagrada inspiración, el previo recogimiento. Tu obra empieza en el momento que abandonas el estudio y sales afuera. La herramienta del ojo propugna mil coartadas para una materialización que ha de chocar en su exhibición por la polisemia indescriptible de su lenguaje objetual: hay un verbo ahí, incluso la negación plástica, lo asignificativo, formula un sintagma que en nada contradice su literalidad: es, por cuanto el arte se muestra, se visualiza sin necesidad de desafiar en lo lingüístico pertrechado de un sentido adicional.
En el basural, la escombrera, el solar: el verbo. En ese preciso instante se ha iniciado la obra todavía inmaterial. Ya es. Lo demás viene por añadidura. Su hechura consagra la idea, el más puro blanco, la redondez más perfecta, la forma primera. Lo demás es la caverna.
Dios: haré un entramado de humos. Una tela de araña, la cavidad de espinas, los túneles blancos. Pienso en Dios: busco en los escombros. Dios, que sólo es un puñado de tierra, de guijarros pulidos escogidos a la orilla de la playa, burbujas de agua enjabonada que siempre terminan cayendo abajo por más que floten en el aire durante unos instantes: vuelven a la tierra.
Martes: de nuevo la prisa, los miedos. Alguien (algo) corre tras de mí; percibo su presencia. Mi otro yo, me dejo atrás… ¡Oh, dulce martes! ¡Sólo soy una pobre mujer!
9/4/70, jueves: ahora ya lo sé. Moriré. Todo era nada. Entonces, ¿por qué la memoria, los deseos, el pasado… mi nombre?
En el estudio: imposible imaginarlo sin mí. ¿Cómo van a sobrevivirme los libros, los objetos, las herramientas, el material de mi imaginación…, los olores? ¡Sin mí no son nada, no existen! Tan sólo son algo residual, anecdótico a mi obra (que soy yo, poderosa y altiva). Todo ha de culminar en el despojo fetichista, una montaña de trastos a la que sólo acentúa la extrañeza de su origen, la incertidumbre de su uso. Todo inventario acabará en el artículo periodístico o el análisis académico de una poética de lo indecible que no dejará herederos.
Mi vida, ahora, sólo la subraya lo absurdo: la muerte a destiempo.
Mas eres afortunada: muerta, no habrás muerto del todo, sirena del Aqueronte.
Sueña.
Una mitología para la pequeña: en especial, la griega. Todas las demás, incluida la hebraica, eran viñetas desdibujadas ante la magnitud de unos dioses terriblemente humanos.

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