martes, 4 de septiembre de 2012

HESSE 72


El milagro del existir reside en que seamos dueños de una realidad psíquica que, impalpable e inmaterial, ambigua, termina visualizándose y dominando aquella otra tan rotunda y pedestre pero igualmente ambigua.
“Tiéndase en el diván.”
“Esta es una hora de la mañana muy rara para dormir.”
“Entonces, sueñe.”
Charlatana, bastará con un poco de litio.

Representar la realidad en el arte es el símil; recrearla (o inventarla) es la metáfora.
El símbolo es una metáfora gastada por el uso, se ha iconizado de tal modo que carece de relevancia intelectual… Aunque en su carácter de imagen “simplifique” mucho las cosas.

¿Cuál es el coeficiente de esta obra, el precio a pagar por la confusión que promueve?
La angustia, la incredulidad, la risa, la burla, el desprecio…

¿Dónde estás Atlántida? ¿Dónde se esconden las épocas cuando la justicia, la belleza y la poesía eran cosas de los hombres y no de los dioses y sus trágicos caprichos?
Durmamos milenios, pues, antes de despertar de nuevo.
Hart Crane, destrozado por las hélices del buque nocturno, tampoco pudo yacer dormido entre guirnaldas de coral en el fondo del océano.
O la nada, o mis propios símbolos
Y en las jornadas de mayor fatiga, la mera alusión.
Pertenezco a los clanes.
Símbolo-concepto.
No traduce lo real (las apariencias que te rodean, que pueden no ser más que figuraciones), tampoco precisa del símbolo para escenificar conceptos: son éstos los que expone a la luz: enmarañados, indescifrables, reales.
¿Qué es? = ¿Cómo es?
El camino a la verdad en términos eminentemente plásticos no ha de ser necesariamente puro.
Quizás sea escabroso…
Porque piensa en cosas y situaciones imposibles de representar, hace posible los escenarios para su memoria.
Adelante, guadaña.
Toda verdadera creación es ruptura. Y aquel que, en tanto creador crea, aunque sea lo incomprensible, es benéfico. Lo contrario de crear, hacer simplemente arte, es una terapia para desalmados, aburridos o farsantes.
Soy inocente, se dice aguardando como recompensa la eternidad: uno de los mayores logros a los que puede allegar una obra artística se da en mi trabajo: en él no se aprecia la menor señal de “destreza”.
Enfrentada a lo desconocido (pues todo lo era ya, hasta los objetos más familiares había adquirido una dimensión desconocida y morbosa, aquella tan brutal que los convertía en sobrevivientes y perdurables a ella misma), se le hacía difícil creerlo, pero ahora empezaba a pensar que también ella era una entendida en sombras, ella, que amaba la luz sobre todas las cosas.

Dra. P.: “Está usted encerrada en una mazmorra y aún me pide que la encadene… ¿De qué huye? Por mucho que se esconda y se encierre en sí misma tiene usted el enemigo dentro de casa.”
Eres La Gran Neurótica, así que debemos hacerte caso. Te escuchamos y contemplamos con místico arrobo tu obra que ahora comprendemos en su totalidad. Hemos accedido a sus cámaras secretas, y es lo que allí descubrimos lo que nos capacita para entender las corrupciones del alma, de todas las almas, la cloaca humana y sus aguas negras.
Tus obras son la vía que, al igual que los sueños, nos transportan al Gran Secreto.
Pero, qué dilema.
¿Quién eres tú, el sueño o la paciente?
A través de tu obra, herramienta capaz de horadar la más espesa oscuridad, averiguamos quien eres… ¿o eres tú el sueño a partir del cual adivinamos y analizamos la tragedia y el chasco sensacional que configuran los trastos expuestos en la galería?
¿Cuándo acaeció la fractura? ¿Cuándo remedas a cualquiera de los dioses y hurgas en los “porqués” atisbando por las grietas de un espíritu demasiado alerta?
¿Cuál es la ganancia?
Nada has ganado. Ni siquiera la libertad del bosque, el sexo o el sueño bruto del saciado.
Tal vez la muerte a la par que te endosó la fama te libró de las recetas diabólicas de los inhibidores químicos: veinte pastillas diarias de antidepresivos y descargas de 80 voltios durante un par de electroshocks cada quince días, suficiente para que en unos años tu memoria acabe siendo la del simio.
Si hubieras sido un animal feliz, manso y honrado... tu sola casa hubiera sido el cielo y sus estrellas, la tierra y el agua, la pitanza del santo. Eso sería todo para sonsacarle los secretos a la bruja y después cortarle la cabeza sin padecer el menor remordimiento. Deja la conciencia en paz. ¿Acaso sacas algo en limpio por empecinarte en desentrañar con la mayor literalidad posible lo que se cuece en un mecanismo en el que la clave esencial no es sino un puñado de reacciones químicas, una metabólica tan ciega como efectiva, sea en el dedo gordo de un pie o en el cerebro? Basta con una interpretación del mundo meramente aparencial, incluso lata y hasta grosera. Las carcajadas sonoras y pedorras del banquete de Gargantúa sepultan los remilgos caballerosos y sacrificados de don Quijote a quien, animado por su espíritu elucubrador y metafísico, ingenuo él, le bastan un chusco de pan, un trozo de queso rancio y un trago del vino peleón de la bota del buen Sancho para andar el mundo y enumerar sus sortilegios.
Metafísico estáis. Es que no como.
La verdadera quebradura te vendrá por asalto. No anticipes la angustia. El mundo ha de resquebrajarse bajo el peso de tus pies. Todo será hecho añicos entonces.
Entretanto, manipula significantes (pues tienen su belleza).

Son las averías físicas las que hay que atajar de plano. Ellas tampoco negocian contigo. Una tetraplejía te inmoviliza sin remedio. Un tumor puede vencerte. También tú puedes librar una batalla victoriosa y ganar por la mano a un cuerpo corrupto y desgraciado. ¿Cómo? Avanzando a galope hacia el enemigo en una carga que no tiene vuelta atrás: 3 dosis de morfina que te administra un buen samaritano. Un Asclepio como los de antes.
A rodar.

Nadie es neutral. Nadie puede ser neutral. “No lo entiendo, pero lo acepto.” Miente. Su credulidad se basa en una buena educación. Quizás en la astucia del cortesano. Al no entenderlo ya no es neutral. Ahí hay un conflicto, que rehúye por sabio, cobarde o complacencia social. Baja los brazos en señal de paz, pero en su ánimo priva la duda, la ofensa silenciada hacia una obra de la que desconfía por desconocida y misteriosa. Por lo demás, el artista, farsante o no, siempre termina interpretando su papel, su riesgo: él se expone. Y sin la certeza de un beneficio.

Ante el vacío se extiende invisible el corazón absoluto. Quieres llegar a su núcleo porque ya está ahí. Manos a la obra. Sus materiales para hacer visible lo invisible son tan concretos y nuevos que en ella como creadora sólo existe, de haberlo, el plagio a los dioses. Nada a su alrededor le invita a una benéfica inspiración. Es ella y sus fobias.

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