Como creador yo no la mataría. No se me ocurriría. Es más, ella no se merece morir. Ni como heroína de novela ni como encarnación de una artista cualquiera, una de tantas. Es inmortal. Vamos a decirlo de ese modo. Pero los milagros e infortunios de la vida bien parece que estén gobernados por un idiota con el cerebro lleno de ruido y horror, análogo al beocio de la novela de Faulkner.
Yo sería un dios más justo, menos ruin y más explicable.
Un creador menor, pero sentimental.
martes, 22 de noviembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario