Antes que cualquier otra cosa una escultura es
un objeto y ello prevalece por encima de cualquier otra consideración.
Todo arte es una aproximación.
Por más que porfía en ello, no puede ver el
mundo con los ojos de la inocencia. Ni siquiera Picasso lo consiguió, su ojo
era tan depravado como el de ella.
M., con la vista fija en la hamburguesa de tres
pisos, antes de hincarle el diente: “Todos los artistas en alguna fase de
nuestra trayectoria (sic) hacemos una
epistemología de lo fútil.
Lo representado no surge de la naturaleza sino
del cerebro, algo misterioso, falso y
mucho más fascinante que lo que llamamos copia.
Ella (D.A.) se ha dado cuenta de algo horrible:
la fotografía no es lo que ella ve, sino lo que la cámara ha visto.
El arte tradicional, o una de sus formas,
llevado a cabo en nuestros días es lo que resulta decepcionante para la mayoría
de la gente que busca ante todo una fidelidad extrema hacia la naturaleza
El objeto es real.
Era un espectador en verdad recalcitrante: ante
una pintura inequívocamente trompe-l’œil insistía todavía
más en sus pesquisas: miraba por detrás del lienzo, cavilaba, se decepcionaba
ante el rectángulo plano, ARRUGABA EL ENTRECEJO…
Una obra de arte es
contemplación antes que información.
Ha sido la imaginación
la que ha sustituido por completo a los sistemas normativos.
El arte, como las
palabras y las frases más comunes, se gasta.
No hablo yo de
emociones, iguales todas en todos. No proyecto eso en mi trabajo. No quiero
hacerlo. Yo me expreso artísticamente, que es lo individual.
El Taimado dijo: “En
un cuadro de Rothko ponemos los observadores mucho del Rothko torturado que
cada uno llevamos dentro”.
La expresión está más
allá de toda representación o descripción. Es algo selectivo y, por tanto,
incontestable.
Nadie falsificará mis
obras… ¡Qué consuelo!
De más están las
fotografías radioscópicas, el examen microscópico, los análisis químicos.
Respecto a las diferencias estéticas…Y si lo hicieran…
Un falsificador no crea nada con la mente, lo copia con las manos (sucias). El falsificador hace. El artista crea.
Por muy perfecta que
sea técnicamente una copia, el asunto es irrelevante, sin la menor pizca de
interés por el debate acerca de las “miserias” de la autenticidad. La técnica
por sí misma y sin finalidad estética carece de cualquier merecimiento.
Las razones que pudieran aducirse para adoptar
una poética u otra es un misterio, pues el artista, en lo que respecta a su
obra, se mueve entre lo conocido y lo desconocido. En lo que a ella concierne,
antes se dejaría cortar un brazo que apelar a la palabra “gusto”.
Y en cuanto al corazón del misterio… lo
autográfico en sus obras debería buscarse en una “irracionalidad consciente”.El arte no es una notación lógica.
(W., 1-6-15: “La verdadera cuestión en torno a la que gira todo cuanto escribo no es otra que: ¿hay a priori un orden en el mundo y, si lo hay, en qué consiste?”.
Trabajo en los límites, acaso en los mismos
márgenes del conocimiento (sic)
de la intuición: del arte, de la disciplina, del lenguaje, del pensamiento… De
mí misma.
Son múltiples las herramientas de que se sirve
el lenguaje para manifestarse, de un modo lógico o ilógico: así, pues, el arte
tan visualmente perceptible por todo el mundo apela a aquello del mundo.
Un abigarramiento, un amontonamiento
infantiles.
Es una niña encerrada en un gran armario tan
grande como una habitación. Está llena de cosas, es como una inmensa caja de
juguetes. Va descubriendo maravillada multutud de cachivaches, fascinándose a
medida que reúne en torno a ella decenas de objetos, trastos, cacharros, piezas
de antiguos artilugios y mecanismos misteriosos, componentes inclasificables…
Es feliz abrumada por esa matemática desafiante, heteróclita y especialmente
herética, ajena a todo orden lógico, a la ética del bienintencionado.Lo religioso en arte es representar el mundo; lo místico, desbaratarlo.
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