martes, 2 de octubre de 2012

HESSE 76


W.: debería leer los diarios.
Lo hace: Notebooks (1914-1916).
El libro la confunde. No es el diario de un hombre. ¿Qué está ocurriendo?
Los diarios han sido expurgados, se les ha desgajado el aliento y la carne, extraída hasta la última gota de sangre, borradas las servidumbres, ausentes la flaqueza, los miedos.
En 1985 (algo que sólo estará a su alcance en U39), aparecen sin mácula ni sustracción los Geheime Tagebücher.
Allí estaba el hombre, entre lo par y lo impar:
a es z; b es y; c es x
W. tan contradictorio… por humano:
Se disgusta con unos por racionalistas (pero él, a la vez, sostiene que el lenguaje no prueba nada, y es recalcitrante en ello); se aleja de otros, él, tan inadaptado y anticonvencional (viste con descuido, jamás friega los platos, no acepta los protocolos), porque no se presta a someterse a los rituales y chinchorrerías académicas que aquéllos le imponen, pero al mismo tiempo les urge –casi les obliga- a conseguirle una titulación de rango.
W.:
G.T.: 7-2-1915: “Nada de trabajo”.
N-1914-1916: 7-2-1915: “Los temas musicales son de algún modo proposiciones. Es innegable, pues, que el conocimiento de la esencia de la lógica conduzca al conocimiento de la esencia de la música.” 
No cree en los signos, al contrario que los técnicos:
/
 //
-
 
Si es posible, es legítimo.
Hacer lo que hago pretende demostrar por encima de todo que es posible hacerlo.

A veces la suma de dos partes iguales da un resultado mayor que su multiplicación.

W.: 19.9.1914:
“Este sillón es marrón”. Pero, ¿es un sillón? ¿Qué clase de marrón?
Hasta lo más fielmente representado no guarda parecido con su modelo: no existe.
Si la palabra miente y la imagen, en tanto lo que representa es una ilusión, algo que más allá de la materia que la visibiliza es inexistente, o sea, falso… entonces los materiales de que se vale el pensamiento son tan vastos como todos los universos que imaginarse pueda.

No es un lenguaje, le dije sin volverme hacia atrás, donde en la oscuridad del estudio, ya al anochecer, se amontonaban las piezas y herramientas que atestiguaban mi quehacer, no es cosa que yo pueda expresar con él: soy yo quien se expresa a través de él. (“¡Has de leer en mí!, me replicó airada en cierta ocasión.)
El proceso y el resultado han de ser lo mismo.

El lenguaje, cualquiera de ellos, hasta el oral, es físico.

Le pidieron una obra. “Se trata de algo conmemorativo, una colectiva de artistas reconocidos”.
Graciable. No venal. “Habrá catálogo”, señalaron para el engatusamiento.
Picó (accedió).
Le puso un título llamativo, si bien algo extenso:
Homenaje a Ludwig Wittgenstein: “El mundo que me he encontrado”.
El mundo, no el hombre, es tu oponente.
“Llamo Dios al sentido de la vida”, escribió agazapado y maltrecho en el fondo cenagoso de barro, mierda y orines de la trinchera de 1916, bajo los cielos fríos y grises que apenas iluminaban de gris los Campos del Señor azotados por la metralla, regados por la sangre también gris.

La mística es un refugio, el único al parecer donde alojarse cuando nada, ni siquiera la ciencia, ofrece respuestas. No esperarlas es la verdadera religión, el verdadero arte.
Pero la mística, rebatió, es un estado de ánimo, una aceptación del silencio absoluto y nunca una invocación a ese silencio.

La mística no es hacia Dios; es contra Dios: el despecho silencioso por el inaceptable desencuentro entre el dios y el hombre.

Si el signo fuera objeto, fuera hacha (pareció bramar).

No habla, no expresa: muestra. Esa desnudez la fortalece. Y se siente protegida.

¿Qué tal si hubiera algo más allá de los hechos? (W., 27-5-1915).
El mundo es lo que es, pero ¿cómo definirlo si quieres huir de su representación o su mera descripción?
El sentido de los objetos está fuera de ellos. Ni siquiera una relación los sustancia de significado.
Desconfía de la técnica: puede llevarte por el camino equivocado.
Las cosas, el objeto, son algo del mundo. Antes y después del hombre.
El pensamiento no son palabras.
Estar vivo con la mente en blanco y los ojos ciegos: hijo de Dios.

Vita nuova:
Joven, pobre y culto, sin espectros ni enfermedades, ha recorrido mil veces las calles de París, sino con el estómago vacío sí con los zapatos agujereados. Pasados los años, de una minúscula chambre de bonne con trozos de pan duro y el cagadero alejado cien metros de su cama, arriba al lugar soñado donde se halla la paz y donde se dan cita todos los olores de la vida, desde el jazmín nocturno a la piel de la mujer amada, y convoca también algunos ruidos y sonidos de la sabiduría, el trueno a lo lejos, el crepitar de las llamas en el hogar, el aire entre las ramas de los grandes pinos.
W-I  (o W-VIII o W-IV): hay que callar.
Et in Arcadi ego.

Una obra de arte siempre se parece más a otra obra de arte que a cualquier otra cosa presente en la naturaleza, incluso en la escultura o la pintura de género. Los retratos de A y B guardan más parecido entre sí que, cada uno por separado, al objeto de su ejecución.

Este tronco retorcido me recuerda a X: es su expresión habitual.
El agua es Y.: ella es anegante (sic). El viento de medianoche llega a mis oídos como el susurro de Z., como si hablaran las piedras entre sí.

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