lunes, 5 de noviembre de 2012

HESSE 87


En cuanto a mí, pretendo que lo que hago sea mucho más real que una imitación. Ver no sólo comprende una experiencia visual, sino que, a la vez, conlleva una experiencia táctil. La imitación no basta, y es fácilmente sobrepasable.
Que era precisamente por lo que abogaban los antiguos (sic).
Empecé a destruir a los ídolos cuando descubrí que yo debía  ir mucho más allá de la forma. Y si era un viaje sin retorno, mejor que mejor. En ese caso me movería en el espacio: ¡sería en el espacio!
¿Y a qué ese afán de instalar objetos en el espacio?
Lejos de ser objetos, utilizo… materiales.
La Gran Materia Alquímica: arduo es entrar en las cualidades reales de cada cosa.
Te alimentas de la nodriza que es el mundo. Qué derroche.
En tus manos el lapis, la llave magnífica para la transmutación de la materia. Y si comprendes, calla. Confórmate tan sólo en regalar las visiones.
Como la mejor de los alquimistas, yo siempre he creído que el arte debía mejorar el mundo. Y la mejor herramienta del arte es la imaginación. Un hombre es lo que piensa.
¿No te bastaban la tierra, el agua, el aire y el fuego?
Nunca los he negado como elementos. De ellos nace cualquier material conocido o por conocer. Incluso los inexistentes necesitan de sus cualidades para ser creados.
Otoño. Oh, días de oro. Esto es un presagio. El aire es limpio y fragante, transparente, y parece que se podría tocar el cielo con las manos, tan cercano, tan azul-piedra, y la hoja amarilla y ocre,  tan roja será que ha de sembrar de hogueras el valle. Pero, todos quietos.


De pronto,

la hoja cobre.

El aire azul

fragua en el estanque.

He aquí (después de todo)

coronaciones, otoño

de vuelta.

 
Estamos en la Edad de Oro.
Un año nuevo.
Rosh Hashana. Tráeme la felicidad (y despójame de todo lo demás).

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