viernes, 2 de noviembre de 2012

HESSE 84


Toda ventana tiene algo de terrorífico. Se dijo.
Pero ya estaba enferma.
“Son como ojos”.
(Y también pueden ser la entrada libre del monstruo de afuera, lo extraño para unos habitantes sobrecogidos en su interior indefensos, agotados, a punto de cenar bajo la mórbida luz eléctrica temerosos y en silencio, casi con prisas por esconderse en la cama de una vez hasta que les despierten las primeras luces del amanecer, aun cenicientas y frías, y les lancen de nuevo como un resorte infatigable, bien engrasado después del Sueño Americano, al Nuevo Gran Día Donde Todo Es Posible.)
¡Esta es la Gran Manzana! ¡Pégale un buen mordisco!

Los aspectos formales de la literatura: papel y tinta. Tendría que ser suficiente con eso.
Ya lo es. Artistas, que no escritores, publican sus libros con las páginas en blanco, algún bordadito en rojo en los márgenes para disimular, alguna manchita: el arte del objeto, ¿para qué los significados?
Variación-1: La pura forma es el no-significado: utiliza todas las palabras de tu lengua, y hazlo bien, con exactitud, pero no me cuentes nada.
Variación-2: Eres ininteligible: ¡La gloria ha sido tu elección!
 Memorilla, memorión:                                                     
¿Existe el acabado perfecto?
Sobre el suelo la tersa plancha de acero del austero minimalista parece querer alzarse, volar, planear hasta el mar, alejarse del universo geométrico y pulido, límpido, exacto y reflectante, navegar doblada y sucia, rayada, agujereada, imperfecta y corroída por el aire y la humedad del cielo entre los contornos irregulares de las nubes y su constante hacerse y deshacerse sin plegarse a ningún patrón.
Ser agua o tierra, sin forma. O forma caprichosa.
Alagon: la total imposibilidad. No mensurable. Innombrable. Irracional. Sin forma.
Muerte temprana. (Dos).
Hesse. Smithson. (Dos).
La excentricidad es el mundo. Sus desórdenes.
Podemos empezar.
Si el surrealismo te permite ponerte el mundo por montera, saca el lenguaje de la madriguera, disfrázalo o perviértelo, que aquél, el mundo inmundo, nazca de él, y que no brote éste, el soporte de tus figuraciones, de sus trazas naturalistas. Sé automática, pero sé reflexiva.

Recién llegada de la Nueva Germania, roto el matrimonio, el padre muerto, los alquileres sin pagar, le estampan contra el morro las páginas 34-40 del número 9 del volumen 10 de Art International.
Allí, en letras de molde, te dicen quién eres, lo que haces, lo que debes hacer en el futuro.
Eres Eva Hesse, sin malentendidos. Pura y dura.
¿Y ahora qué, Kleiner Mann?

Cancelar definitivamente lo previsible en la práctica del arte moderno que, como después se verá, no es sino el enmascaramiento ruin de una copia, de todo lo copiable y generoso del pasado, la persistencia de la memoria, la repetición, la perífrasis de lo anteriormente dicho en dos palabras (las dos del cazador de ciervos, las de Mantegna y Miguel Ángel, las de El Greco y las de Rodin, Picasso y Pollock).

Quien cancela la historia, es decir, amortigua sus efectos en el presente, siempre confía en el nacimiento de un necio que sirva previamente de nexo entre el pasado y el futuro. Algo así como el padre de Beethoven que, al decir de quienes saben de estas cosas y dan a conocer de manera altruista sus investigaciones para el “público en general” (amén), la única justificación de su existencia fue la de convertirse en el enlace biológico entre el abuelo y el nieto.
Los objetos creados por el hombre son sensibles. No son piedras. Despiertan emociones. Invocan al momento de su construcción, de su ordenamiento formal y espacial. Aspiran a entablar un diálogo. Es un arte generoso, aunque sus desusadas hechuras parezcan proclamar lo contrario: se dirían que nos conducen a la mudez más absoluta. Pero pasado el tiempo, las aberraciones son lo menos peligroso para el vicio: ya nos son conocidas. Su insurgencia y malsana eficacia se disuelven en el hastío como el azucarillo en el agua

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