jueves, 22 de abril de 2010

El poeta enfermo

... una tarde de agosto, cuando va
oscurecer y se tiene aún el libro en la mano

J.G.d.B.

Respirar le hace daño, convalece en un descanso estricto y sosegado pues sería la urdimbre bien pensada de la espera la música barroca, el libro y el sueño. Bajo el frescor del ramaje, tendido en la tumbona, aspira el aire seco del pinar, el olor de la madera, la cercana roca, y el brezo. Contempla la sombra de los árboles, que es negra al mediodía, y el camino que se aleja en la pendiente entre los setos tupidos. Más allá la verja de hierro, tras ella las colinas bajo el sol cegador del verano. Es interior la herida, lo disipa con lentitud el embeleso, le embriaga ajeno al tiempo real y matemático del mundo. Lo alimenta su fiebre. El cuerpo vacío se desprende tenaz de encarnaduras, pero tan sabiamente, sin urgencias, se diría feliz, del siglo XVI.

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