jueves, 29 de abril de 2010

JOSE GRAU, dibujante - 1914-1998 (13)


En la ya centenaria historia del cómic existe una confusión bastante curiosa que el paso del tiempo no ha hecho más que reforzar: contra lo que pudiera parecer el cómic, cuando nace en 1896, estaba destinado en realidad a los adultos, y no es hasta años más tarde que surgen las llamadas “tiras” dirigidas en su calidad de simple entretenimiento a un público infantil, aunque en el amplio espectro de su propuesta englobara asimismo a aquel público adulto que leía los suplementos dominicales de los diarios. Con la pronta aparición de los llamados (en la jerigonza técnica de los dibujantes) “monos” la audiencia millonaria no tarda en provocar un ensanche de los límites del tebeo que, entrado ya en el siglo XX, atiende múltiples estratos de la población infantil al tiempo que cumple las expectativas de un público iletrado (o incluso culto, que logra adivinar el posibilismo formal y artístico de la narración gráfica en años posteriores) hasta llegar a devenir en nuestros días un auténtico medio de expresión capaz de rivalizar con las otras artes plásticas.
En todo caso, ha sido esta evolución del comic como vehículo visual de la narración y su consolidación como género lo que ha propiciado a su vez una interrelación y curiosas yuxtaposiciones en su desarrollo. Así, al tiempo que satisface en sus profusas variantes demandas inocentes de diversión para el destinatario más candoroso depara otras trayectorias temáticas mucho más complejas, tanto en su expresividad y ambición estilística como en su exposición más adulta y desinhibida: erotismo, violencia a ultranza, historias de terror y sadomasoquismo y un largo etcétera que colma ampliamente los numerosos nichos de una audiencia plural.

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