miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ensayos para un estilo (10)

Esta mística del escombro hace un uso magno del desperdicio: de sobra sabe ella la sustancia de lo entrópico en un universo cuya huida le aboca a su misma desaparición. Esta guapa y lista cuenta con el aliado del tiempo: a sus obras constituidas por lo más perecedero del material del siglo las concluirá el deterioro inevitable, se destruirán, se harán trizas y, contaminadas por los años y su decurso, se volverán definitivamente invisibles. Ya calculaba ella su desintegración, el final apoteósico de una agonía prevista en el enunciado mismo de su concepción. La ecuación postrera, implícita en su obra, la resuelve lo temporal.
De aquel día, acaso memorable por lo insustancial de sus anécdotas, recuerdo el paseo escrutador entre metales y tierras oscuras, las aguas verdes, a ella raspando la oxidada baranda y recogiendo en el cuenco de la mano la raspadura y el polvo como un tesoro.
De regreso a su taller, escondido en un área de lofts al sur de la ciudad, nos detuvimos en una cafetería tosca y algo siniestra con una luz roja de neón alumbrando la puerta, aún en el extrarradio, y nos tomamos un par de cervezas fuertes y muy frías acodados en la barra de latón, bajo la persistente mirada de unos hombres silenciosos y serios, manchados de grasa, que comían y bebían y no parecían comprender nada de nada.
Se ha manchado con el kétchup, el rojo desleído sobre el abrigo negro. Lo mira ella en esta época de extrañezas.

Hablemos de arte. Cuarenta años después de su muerte aún es posible hacerlo. Una perífrasis de infinita combinatoria.

Me lancé a la calle en su busca.

¿Por qué está muda H.? Ahora ama los silencios. Se cierne…

Lee un libro sobre la gravedad, el tiempo, el espacio…

H. tiene un amigo, un confidente que…

El padre, que mira de frente a la hija: “Y miro de frente a la muerte. Después de todo…

¿Quién fue su madre…?

La galería R., en la 57 de X..

Campos de concentración, el exterminio calculado. Leyó…

No tiene ni una pizca de maldita. Al contrario, quiere vivir, culminarse en todo, saberlo todo, serlo todo…

-Feliz cumpleaños –le digo al verla entrar en la habitación. Ha dormido mal. Su rostro refleja incertidumbre y miedo, una sosegada devastación. Debido al tratamiento, la frente se ha alargado, se ha echado para atrás el cabello frágil, quebradizo. A veces, coqueta, se anuda una cinta de colores vivos a la frente. Todavía se gusta, y hay mucho de respeto a los demás en esa apetencia de agradar. Me mira sin decir nada. Examina mi vaso de leche en la mano, y luego aparta la vista y la lleva hacia delante con un gesto de desaliento. Comprendo que ha sido un error, pero el paquete dorado con el lazo azul en un ángulo descansa sobre la mesa de la cocina, se revela impúdico, sobresaliente en la fría luz de la mañana invernal y fría. Compruebo que de nuevo desvía la vista, hacia la ventana: el horror del mundo de afuera, porque… tal vez aquí dentro, en esta (a pesar de todo) calidez marina y blanca el tiempo se detenga, y nada muera, que todo sólo sea, todo sólo esté vivo… El camisón de liviano tejido, corto y amarillo, casi una minifalda, se entreabre un poco, la abertura deja asomar parte de los muslos, la piel morena y tentadora, y está la cabellera limpia y brillante, en magnífico desorden.

1966- Exposición LIPPARD.

En 1972, en el Guggenheim, la exposición (compuesta como los mecanos, alzada tridimensionalmente desde los planos y las anotaciones…)

Galerías de arte. (EE.UU.) y Europa.

Forma parte de una cuadra prestigiosa, zarandeada por el escándalo y la celebridad de sus adquisiciones tumultuosas. SAATCHI.

Marzo de 1970. “Envejeces como los materiales de tus obras, un lento deterioro que pudre la materia, la carne, los colores, la sangre, los huesos, los metales…” Ha enflaquecido. Poso la palma de la mano en uno de sus muslos. Ejerzo una suave presión, la siento latir, y me asusta la carne de este ser vivo a punto para la muerte.

¿Acaso no simulan formas humanas? Ella no lo sabe todavía. Pero si acaba de empezar… Más tarde, será arbitraria. La gran maga jugará con el espectador: esas formas blandas...

Materiales sintéticos, pero evitan aquéllos que evocan asociaciones, traducciones plásticas.

Infravaloran la forma, la rebajan a lo ininteligible.

1968. Exposición en el almacén de la Castelli Gallery, en la calle 108.

Más interés intelectual que visual…

Propósitos narrativos…

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