jueves, 9 de septiembre de 2010

Ensayos para un estilo (11)

Estoy en la habitación blanca del hospital. Doy cabezadas frente a su cama. Ella duerme. Tiene la cabeza totalmente rasurada. La artista duerme.
La noche interminable. Una tortura para nada.
Alguien comparaba su desgracia con la de Sylvia Plath. Qué estupidez. Ese montón de mujeres desdichadas o malditas, o castigadas, destruidas. Toda esa femeneidad de la fatalidad y la mala literatura, ese saco editorial de sugestivas referencias. Fue la vida quien traicionaría a E., que no tenía nada de maldita: la preparó a conciencia para una muerte joven, y ella no tuvo la mínima posibilidad de vencer a pesar de la lucha encarnizada que emprendió al enterarse de su enfermedad.
Alguien informó debidamente: “Existe el libre albedrío, se llama magia.”
Ella creía en el arte, un sustituto de aquélla:
-Me basta con mi obra.
“No es suficiente. Hay que apelar a la magia.”
Se hizo maga. De una manera autodidacta, digamos.
-Voy a engañar al tiempo –me dijo una mañana en la cocina, apenas levantada de la cama.
-Magnífico. Dime cómo.
-Es sencillo. Viajaré hacia atrás, haré del pasado mi lugar favorito.
Hace una pausa. Parece reflexionar, o finge que lo hace. Toma asiento. Tiendo servicialmente hacia ella la cafetera italiana. Pensativa, coge una taza de color rojo de la mesa. Dice:
-Aunque hasta hoy el pasado era la peor de mis pesadillas. Pero ahora comprendo que es el mejor lugar para defenderme, no hay dudas respecto a él, no me ha herido de muerte. A pesar del daño que me ha hecho desde que nací, es el único escondite que tengo para burlar el futuro. Aún estoy ilesa... si me doy prisa.
Con cuidado le lleno la taza hasta la mitad de café aguado, típicamente americano.
Mira a través del cristal sucio de la ventana. El cielo está gris, se diría que frío, aunque ya vamos a entrar en mayo (1970).
Consideraciones sobre el espacio y el tiempo. ¡Cuantos días pasamos leyendo y traspasando las fronteras de lo imposible años atrás!
Un martes (día de brujas) empezamos el viaje: es un hecho probado en la ciencia de nuestros días que tanto el espacio como el tiempo se mueven, y la violencia que emplean para ello es inimaginable, nada existe en la naturaleza comparable a esa potencia inaudita. A partir de esa evidencia tenemos que hablar de una nueva estructura cuatridimensional unificada susceptible de introducir nuevas teorías revolucionarias respecto al universo que conocemos. Por desgracia, la física contemporánea no cesa de colocar barreras frente las mentes más desbocadas. Sólo desoyendo las leyes inevitables de ésta podemos liberar nuestra imaginación.
Pongamos ante nosotros aquello que no está sujeto a ninguna ley.
Imaginemos entonces.
Por lo demás, respecto al origen de la creación y lo que se esconde al otro lado de la muerte nadie sabe nada de nada.
Borges era un auténtico maestro de las conjeturas. De ahí la sabia ironía de sus textos. Dudaba hasta del lenguaje, al que tuvo que “traducir” con humor. ¿Dónde está ahora Borges?
Imaginemos, concedo.
En el Reino de las Conjeturas, Alicia…
E. lo hace y, con una voz extrañamente infantil, ha sentenciado con desparpajo que es una constructora de mundos.
-Está decidido. Me vuelvo al pasado.
Existen las singularidades. Ahí, todo revoca las leyes físicas. No hay antes ni después.
Están las cómicas o trágicas incongruencias del tiempo y el espacio que se producirían en la eventualidad de viajar al pasado, está la posibilidad de un pentimento cósmico capaz de borrar los hechos sucedidos como una goma colegial borra los garabatos en la página de un block.
Se lo hice notar con suavidad, pero con firmeza:
-¿Así de fácil? Viajas al pasado, introduces elementos insospechados de contingencia: hasta mi nacimiento puede ser imposible, matar a tu mismo padre antes de haber nacido, cambiar el curso de la historia, neutralizar una apuesta al publicar los resultados previamente… ¿De qué manera resuelves todas esas paradojas?
Las abolió con presteza:
-Una vez en el pasado nada puedo hacer por modificar el futuro, de la misma forma que nada malo puede esperarse de él. ¿Sabes?, es un pasado que no le concierne.
-Vienes del futuro, ya sabes lo que hay en él inmediatamente después del pasado en el que te sumerges de nuevo.
-En ese pasado ya no existe aquel futuro. Es como las mortificantes circunstancias que prevalecen en el tipo que verdaderamente posee el don de la premonición: puede ver lo que ha pasado, no lo que va a pasar, así que no puede cambiar nada de nada.
-Pero tú juegas con ventaja en cualquier caso.
-No se trata de eso. Ningún suceso puede pertenecer a la vez al pasado y al futuro. Algo misterioso lo hace cambiante… ¡siendo el mismo! Además, no se alteran los hechos, sólo se neutralizan, se sustituyen por otros más halagüeños en… ¡otro universo! El que abandono se queda intacto: yo muero. Eso es todo.
-De modo que hablamos de misterios.
-No. Hablamos de espacio-tiempo, una dualidad de la que todavía nada se conoce en realidad pero de la que podemos intuir lo mágico que ha de brotar de ella algún día.
-¡Y donde existen el pasado y el futuro a la carta!
-Existen los universos paralelos. Viajo al pasado, construyo otro universo. Miles de millones de universos paralelos nos aguardan. Estoy en el pasado, soy yo, la del presente, pero soy otro yo en otro lugar, sin dejar de ser la misma… en ¡otro universo! ¡No altero en absoluto el que he abandonado!
-¿Se envejece en ese universo? ¿se muere en él?
-Naturalmente. Es un universo como otro cualquiera. Visto uno, visto todos. Pero ahora ya me aguarda otro final… ¡que me apresuraré a cambiar, naturalmente!
-Y los demás… ¿qué demonios pasa con los demás? Tu familia, tus amigos, yo mismo, tu obra…
-Nada. Estáis conmigo en ese universo electo… ¡Y también en el otro, el que me ha matado con saña! ¡Os quedáis sin mí! Lloráis mi muerte, mi absoluta desaparición. Pero no pasa nada. ¡Yo os traigo al mío, todo vuelve a ser igual y no sois extraños para mí, iniciamos nuevos derroteros! Os llevo constantemente en la mochila.
-Ajá. Tú nos llevas al otro universo en tu compañía, te creas otra biografía, nos creas de nuevo... ¡Qué singular!
-En efecto. Hablamos de singularidades. En un universo sin ley puede ocurrir cualquier cosa.
-Es decir, eres un dios. Creas y descreas…
-Eso es. Pero no, no un dios. ¡Soy artista, merezco el libre albedrío de mi propia existencia, de todo lo que me rodea, y lo quiero junto a mí allá donde vaya!
-… Y, dime, ¿son réplicas perfectas? ¿Nos mejoras, acaso?
-En absoluto, sois intocables. Nada de mejoras. No olvides que tú también sigues en aquel mundo donde yo ya no existo.
-No sé si me gustaría vivir en dos universos.

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