domingo, 16 de octubre de 2011

HESSE 12

Las perversiones artísticas no deberían andar lejos de una sexualidad liberada del tabú o la inmensa falsedad de una decencia que termina desexualizando al individuo. Una moral equivocada redujo al cuerpo a la mazmorra del miramiento cuando debió ser siempre un instrumento para el placer en alianza con un pensamiento libre y reflexivo.
Nada en el cuerpo es culpable. No hay pecado original. Y todo en el arte es sensualidad.
Nada en la creación fue susceptible de corrección: lo adaptable sólo exigía tiempo, nada había de predeterminación.
He aquí, por tanto, que un arte pródigo exige la desinhibición absoluta: un arte de los sentidos que no repugnara de lo racional, la emoción corregida por la regla llevada al paroxismo: ninguna regresión debería ser contemplada ante el vacío y la angustia de un cuerpo único y consciente, irrepetible, desnudo, vulnerable y finalmente destruido frente el mundo y su destino cósmico con fecha de caducidad.
En un arte Hesse, en una vida Hesse, la creación es libre, el cuerpo es libre. Los modelos son inexistentes, las reglas adánicas, sin dioses y regulaciones, sin el castigo o la pena.
El arte como campo de batalla: extraer del imaginario de lo desconocido la metáfora del mundo o del propio suceso de uno mismo (sus avatares y ganancias) a palo limpio.
La única locura en este arte sólo es la liberación, la rebelión mítica. Y ello conduce a la transformación, a lo provocativo, el retorno a lo instintivo en una nueva noche de los tiempos.
Ella, la taimada kibitzer, sobrevolando las realidades terrestres, entrometiéndose en mil historias, paralizándolas en forma de arte con materiales muertos, pronto putrefactos y, al cabo, disueltos en el polvo de la nada terrestre.
Y, no obstante, existe un deseo órfico en ese heteróclito conjunto de obras, este diablo cojuelo que levanta los techos de lo visible ansía derrotar a la muerte mediante el subterfugio de la ilusión, de la magia dominguera del siglo XX que sucede y prolonga las tareas de Vermeer de Delft, Velázquez, Van Gogh y Picasso.
“Aunque, no se fíe”, previno. “Después del puñetazo en los ojos le querrán quitar la bolsa.”
Siempre van tras ella, los mercaderes de hombres: una religión llena de cepillos donde guardar a buen recaudo las monedas birladas a los otros.
Entretanto, la artista, con las mangas de la blusa arremangadas por encima del codo, la boca abierta y los ojos espabilados chapotea en la estética de la irrealidad, esculpe con la imaginación y labora con la disposición y el uso extravagantes frente a lo utilitario y funcional realistas. Lo estético riñe con correcto, aparta a manotazos aquellas de las ideas que puedan hermanarse con la geometría milenaria del orden cotidiano, la línea (el garabato imposible) platónico y equilibrado, pues el arte es la libertad absoluta de los sentidos, y ella, La Reina de lo Intuitivo, así lo cree, y en su mente libérrima baraja las cartas de Las Leyes al Tuntún.
¿Dónde está la razón?, se pregunta escéptica.
En ese momento, ya tiene ganada la partida.

Respecto al Diario…, dijo.
Sólo salpicaduras, manchitas en las grandes hojas de los días, una ingenuidad bien que justificable a causa de lo extraño de ese terrorífico e inaceptable maridaje del pensamiento con el saco de huesos, vísceras y sangre que es el cuerpo: fábrica de traición, de dolor y de muerte.
Quizás no hablamos de una secuenciación íntima, sino éxtima, un diario de sucesos visibles y sufridos, el goce pero también la tortura del cuerpo, las humillaciones, la perplejidad ante la nada, la mueca difícilmente reprimible del miedo.

A fin de cuentas ¿qué es un diario? Sólo jirones, un sustitutivo incompleto de lo que vemos, pensamos y sentimos… El decorado y los adornos de un ego estúpido: estamos condenados a desaparecer y lo que dejamos atrás será nada más que antigualla o las cenizas patéticas de quien se creía la más bella del bosque: palabras probablemente mal escritas.
Cae la piedra: sueña: hacia arriba.
Un poema de Wallace Stevens. El cuento de Parker. El cuadro de Gorky. Los seres sombra de Giacometti.
En dos años: aprender francés, ducharme con agua fría siempre y mirar a los ojos de los demás mientras hablan en lugar de a sus bocas de tenebrosa hondura.
Todo cabe en el Diario.
¡Pero jamás una flor seca, de pétalos quemados y aplastados entre sus páginas!
¿Qué pasa si acaba el tiempo… sólo él, no las cosas ni la naturaleza, ni nosotros mismos?
Salinger: orígenes: un judío taciturno, quizás.
Una mancha: partir de ahí: empieza a hablar, pronto adopta su forma, se delinea, parece salir de la pared, ya es.
El viento de Nueva York: aúlla entre los edificios, zarandea los árboles… Un gemido interminable, enloquecedor, invisible…: amenazas, duelos, la crispación latente, el miedo soterrado que la furia del aire saca a la luz.
Ciudad agrietada que, al dejar escapar humos y vapores, nunca cesa de mostrar la vida oculta y misteriosa del subsuelo. Una Nueva York subterránea e inquietante.
Noviembre: frío de veras. 11.11.1968.
16.11.1968: la niebla atrapada en las copas de los árboles en Central Park.
17.11.1968: la luz, gris; luego, la lluvia cae suavemente y hace brillar las aceras, las chapas de los autos.
21.11.1968. Postal de C.A.: en tierras cálidas. Caligrafía en mayúsculas, bien claras, sin enlaces. No desea malentendidos. Curiosamente, al contrario que Sol: letra minúscula, enrevesada, despeñándose de las líneas, alzándose como las rayas de un electro, yendo de un lado para otro…
21.11.1968. A mediodía: nubes en el cielo, claroscuros, relieves. Una orografía marina.
Y la turbiedad del pensamiento a medianoche.
El jazz es una improvisación: una inconsciencia a la que el sonido, a despecho del instrumentista, termina organizando. Organiza el caos. (¿No querría yo hacer lo mismo en mi obra?).
El misterio es lo que no vemos. En el universo todo parece extremadamente sencillo. Sin misterios, pues todo acabará revelándose con el tiempo: como toda materia que al final no puede ocultarse a un examen. El sol, una estrella, sólo es una bola inmensa consumiéndose a sí misma. Es así de simple. En términos científicos: una combustión, convierte hidrógeno en helio en una reacción inconmensurable. Luego, se agota, enrojece, se hincha como un cadáver putrefacto a punto de estallar y se apaga. No hay más. El misterio: ¿por qué? ¿a santo de qué? ¿dónde está la fábrica incesante de todo ello?
Dibujo porque me gusta el silencio…
Anotar los sueños es estúpido, como crear recuerdos falsos.
En Rochefeller Center: Holden y ella: almas gemelas. Exactamente él. No puede ser otro. Patina con arrogancia, absorto en un vals que sólo él escucha. Huraño. Navidad. Una apariencia de huérfano con poderes sobrenaturales. No sabías si abofetearlo de inmediato o invitarlo a tu cama: ambos pensamientos le excitaban por igual a la chica solitaria en busca de los personajes de sus sueños.
¿Qué más?

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