sábado, 1 de octubre de 2011

HESSE 8 (Ensayos para un estilo)

Enferma, aún sin temor, sin imaginar (toda previsión en el arte arredra) la fatalidad a la vuelta de la esquina, acude debilitada al acto inaugural de la exposición en el Finch College, en diciembre de 1969. Lee una declaración. La teoría de la perfecta nada hecha objeto, el gesto hecho concreción, una cristalización finalmente.
Antes, 1968:
Le había invitado a tomar asiento. Había previsto tomar notas, pues siente un extremado cansancio en utilizar la pesada grabadora de cinta, activar su susurrante mecanismo, un trasto de los primeros años sesenta que adquirió de saldo en una tienda de cachivaches y electrodomésticos usados en la calle Catorce. El simple hecho de enganchar las cintas magnéticas ya resultaba técnicamente demasiado para él.
-Su obra deriva del minimal art, la gesta aquella aspiración de Morris: “La obra escultórica reconstituida como objeto pero con toda la potencia perceptiva del arte figurativo, de la escultura representacional, con su mismo atractivo visual…”
-En cierto modo, esa fue una intentona pronto frustrada. Enseguida se alcanzó un vocabulario plástico que pareció generar su propia lógica, su sintaxis, como algo que termina siendo funcional estéticamente, decorativo.
-Usted renegó de ello…
-Inmediatamente.
-La impulsaba la no forma, el imaginario de un desorden, por así llamarlo, nacido del material elegido para su conformación…
-No es del todo exacto. Aunque en un principio… Lo que deseaba conseguir en realidad era la no pintura, la no escultura…
-Pero eso sería como una mudez.
-Es verdad, pero elaborada, consciente (subrayado mío). Mi ambición, desde un punto de vista conceptual era llegar al no-arte, a lo no connotativo, a lo no antropomórfico e incluso a la forma no geométrica. A la nada estética, una especie de refutación. Era el riesgo total lo que perseguía, lo que en un plano artístico no es (subrayado de él).
Luego, Kaprow, los happenings de los sesenta, etc.
La noche de insomnio en el hotel, por lo ruidos urbanos de afuera, las luces que se colaban por la ventana de guillotina, por ella que rondaba el pensamiento una y otra vez…
Tres días más tarde…

“Odio lo bello, lo perfecto, lo justo en todo…”
¿Qué explica eso?
En 1965 me dije…

Ahora (1970), ya sentenciada, una selección de sus alumnos en la Escuela de Yale (los mejores, con una beca Norfolk atada al tobillo como una bola de acero presidiaria) le ayudan físicamente en la realización de sus obras: queridos auxiliares, ayudantes, becarios risueños, artistas fracasados, silenciados, miles y miles de estudiantes de Bellas Artes, de vosotros es el Reino de los Cielos.

Si no pinta ni esculpe, al menos las manos, el taller.
La obra de arte moderna como esfuerzo, un desarrollo material que exige una energía adicional a lo puramente intelectivo. Lo procesual, un elemento hasta ahora irrelevante, elevado a categoría artística. Forja, cosido, soldado, atado, enhebrado, alzado, bajado, clavado… ¡Uf, que esfuerzo!

Cada 40 segundos se suicida alguien en algún lugar del mundo (2010). Hacer de la vida un instrumento de esclarecimiento, de apreciación de una realidad que siempre va a escapársenos, nunca de agresión a nosotros mismos. La verdad de todo es vivir, y el cuerpo como vehículo de una travesía impredecible. La muerte no nos sirve.
El suicidio deja todo a medias, imperfecto, incorregible.
Mas también es la respuesta adecuada, quizás única, a una condena prematura, una rebelión magnífica ante la injusticia suprema de la desaparición definitiva, a traición.
Pero ella contraataca:
“¡Qué desperdicio!”, exclama en U2
(“Pues tú, querida, estás en U2. Respecto a nosotros: en U1 estamos sin ti, por mucho que nos hayas tele transportado a U2, y todo esto suena a cacharrería cósmica, porque no hay manera de escenificar nada serio mientras andas en otro condenado universo. ¿Cuánto queda para U3?”)
“¿Cuánto pesas?”
“¡Maldito grosero!”
“Sabes, cada kilogramo de peso que se lanza al espacio en un cohete de la NASA supone un coste de 50.000 dólares. 55 kilos la rellenita judía: 2.750.000 pavos. ¿Tienes la pasta?”
“Por supuesto. ¡Metida en el tercer bolsillo trasero del pantalón! Mi viaje (sólo ida) es gratis, imbécil. Sin mediación de cosas o personas. Basta con la imaginación, la materia del arte a fin de cuentas.”


MOMA.
La besa muy despacio, como sorbiendo el jugo de la ambrosía, mientras andan a paso lento por el jardín de las esculturas. De cuando en cuando ella abre tímidamente un ojo y mira de soslayo algunas de las obras, algo que provoca que él se sienta bastante miserable, aun con la boca perfumada, exultante de mil sabores.

Muerte de su padre: verano 1966. Desquiciamiento.
No hay ningún sitio en el terrible calor donde puedas esconderte, escapar del sofoco de las piedras, de la asfixia de la noche.

1969: Torres gemelas, aún puros esqueletos alzándose al cielo: 40 plantas. Work in progress.

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