De un hombre inacabado, que deja escurrir la última gota de sangre, los últimos hilachos encendidos del crepúsculo que enrojan la ventana, la escritura termina siendo sagrada: tiene el tormento, y la angustia.
De un trago vacía el vaso. Detiene el gesto.
Y la tarde... cómo muere.
lunes, 7 de junio de 2010
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