sábado, 5 de junio de 2010

El escolar muerto

Un aire ausente que le hacía habitante de un tiempo mucho más allá de aquel cuando yo lo miraba una y otra vez a hurtadillas en la algarabía del patio de recreo o en el silencio del aula con olor a lápices y papel o tal vez camino del colegio con la cartera en la mano en el amanecer de invierno con extrañeza y hasta con temor como si no existiera realmente,
como si hubiera viajado desde el sueño que hoy me lo recuerda en el dos mil diez con las nieblas, los fríos, las lluvias del cincuenta y tantos.

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