Al alba insomne de una lluvia obstinada, como un viaje indeseado, se precipitan los recuerdos.
Sobrevive una infancia de pasillos moderadamente lúgubres, las calles pobladas de hombres de negro, los perros del atardecer con ojos polvorientos.
Y la voz de la madre desde el fondo de la casa como el aroma de una fruta podrida.
martes, 8 de junio de 2010
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