sábado, 29 de mayo de 2010

Ensayos para un estilo (3)

Pero sobre todo recordaba la luz de metal, y el olor a perfume, la geometría limpia y lujosa de un espacio que desmentía realidades dramáticas, nocturnas torturas e infinitos desconsuelos, un lugar donde el encuentro regocijado con el artista incomprendido y ultrajado es imposible, es una (J.L.B.) cita frustrada: aquellos eran cuadros baratos, pobres, y él, ningún cauterio en el horizonte, la muerte... [Aquella elegancia ámbar de una madera, un destello, un reflejo de oro arrancado a un cristal límpido, la suave luminosidad de un licor que abrumaba los sentidos... Museo sin horrores, pulcrísimo, que expone a un pintor tan manchado y pedigüeño.]
Montes: recreaba lentamente la visión a solas, asiendo la fotografía luminosa, mirándola con ojos cansados y ahítos. Más allá de la imagen: hurga veladas intenciones, la oculta escritura del pentimento. Y... pensaba (?): "Este mundo se acaba, se acaba el siglo... Ya nada será igual. Pero, ¿qué hay ahí detrás...?" Me escribió sumario (he roto muchas de esas cartas innecesarias, alguna conservo, y otras he perdido, o me las han robado...):
"Sin solución de continuidad: el ánimo ensombrecido o fogoso. Los colores puros, avivados y vibrantes, resolvían una última escritura: la más real y única después de todo, tapaban el intento malo (?) de antes. Cualquier otra intención quedaba oscurecida y sepultada bajo la brutal apariencia de ahora, un deseo furioso en el lienzo como un lanzazo de fuego: lo que quedaba debajo, casi craquelado en el soporte de lino y yute, tal vez no fuera la expresión de un error, sino una nueva afirmación de su genio rudo y atrabiliario: otro cuadro, más hermoso si cabe, el mejor de todos, la obra maestra desconocida, tapada...."
Apagó la luz del flexo.
Mira a.
En el exterior la desnudez es total. Las líneas son reveladas sin piedad. Franjas de sol se estampan contra las fachadas encaladas de las casas. El cielo es de un azul profundísimo... Julio era la luz, y un sol poderoso recorría todos los caminos tintándolos de amarillo y de polvo, desvelaría cualquier sombra en la umbría, el recodo gris y azul del barranco, la flor roja, el tallo verdemar. Iban a detallarse arbustos y peñas, a perfilarse plantas y hojas, la tierra se aristaba abrupta y holgada de montes y espesas arboledas verdes. Brotaba un relieve de cosas y formas de color variopinto del gran plano indescifrable de la noche.
(Reconstruía las imágenes mientras esperaba la salida del sol blanco, todo bajo el silencio...)
El pueblo cobraba vida. Ruidos familiares, surgidos como por encanto, llegaban hasta él perceptibles a través del balcón: los golpes de un martillo contra la madera, los crujidos de un portalón, los cascos de un mulo contra el empedrado, una voz de mujer, el chorro del agua llenando un cubo de cinc, todo lo que comenzaba a herir la mañana cristalina, invadida de un olor seco, consistente, del oreo del monte cercano, del rastrojo del camino.
La trasparencia del aire era casi milagrosa, quizás hacía que el sonido fuese por ello tan nítido, tan cautivadoramente próximo al latido y el sentir de la carne viva en la piel. El aire... que zarandea el ruido de aquí para allá, y es un invisible hilado que mantiene las cosas unidas entre sí, suspensas: las presta a la pintura, clarifica cada materia y las despoja hasta alcanzar la misma esencia.... [1/. Anot., e interc. Disolución de formas: "... (V.v.G.) ya sin acariciar idea alguna, dos julios aún ha de vivir bajo el sol, entre los campos de trigo amarillo, el julio de la locura, y el otro, el de la muerte: preside el astro en los dos, y el Gran Segador..."] [2/.: Julio, que encegueza todo de rojo y de amarillo...] El viento rudo que agita el cuadro, emborrona el alma de ira: en el cielo de El sol del sur (1888, A.I., Chicago) escribe su rabia, puede leerse en esa caligrafía algo... así. (No, claro. Lo parece, lo parece... Pero, en fin: ¡qué tipo!, también puede ser un farsante divertido: adorna uno de sus óleos que copia de una xilografía japonesa con caligramas orientales de pura fantasía: ¡escritura que no significa nada!) Por lo demás, ya no plantea la composición al carboncillo: dibuja directamente a pinceladas, antes de que sobrevenga la fatiga, o la razón de la norma...: Entre los gruesos ríos de color, asoma sutilmente el pentimento..., una música desechada [... pues éste utiliza el pincel como si fuera el arco de un violín (dijo una vez, etc.)]

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