lunes, 17 de mayo de 2010

Poéticas - Adrea II (25)


Superados los patrones que condicionaban lo escultórico, el espacio apropiado extiende no sólo la geometría formal de la escultura: instala a ésta en una realidad en la que intervenir y, a su vez, hace del espacio real el escenario de sus anhelos. Las viejas suposiciones acerca de una aprehensión del espacio, de una utilización plástica del mismo, de su afortunada incorporación a la obra escultórica como un elemento más para inquirir y analizar, se ven sobrepadas por una escultura que lo que realmente pretende es la consolidación de una escritura "singular" en el espacio, pertrechada de tal vocabulario objetual que provea al artista de suficiente material como para no limitar ningún discurso estético por enfático, alegórico o presuntuoso que sea. En otras palabras, el lugar de la escultura es el espacio, pero ya no está en él, es en él.

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