jueves, 27 de mayo de 2010

JOSE GRAU, dibujante - 1914-1998 (17)


En el hogar paterno del dibujante ha habido siempre varias ediciones del Quijote. En 1927 su padre, a modo de regalo para el hijo, compraría por tres pesetas una más, la de Sopena del Centenario (la editorial incrementaba las reimpresiones de manera espaciada desde 1916), casi de bolsillo por su singular e irregular tamaño (17,5X11,5). Una edición próxima a las novecientas páginas sin expurgar ni uno solo de los sonetos intercalados al principio y al final de la Primera Parte, encuadernada con tapas de cartón grueso, con el lomo de color hueso y una ilustración en cubierta no carente de interés, de autor anónimo, que idealiza las figuras de don Quijote y Sancho en sus monturas enmarcados en unas gráciles columnas de estilo renacentista, lo cual es todo un acierto, ya que Cervantes es un escritor inequívoco del Renacimiento, algo que parece olvidarse con excesiva facilidad. Los dibujos en las páginas interiores, de otro ilustrador, no son dignos de mención, a pesar de la laboriosidad con que se escenifican distintos episodios de la obra. El libro, de letrería rígida y apretada, incómoda de leer, lleva un prólogo de A. Herrero Miguel, compuesto de una sucinta, laudatoria y mentirosa biografía de Cervantes así como un recorrido crítico de la novela cervantina, una completa relación de los trabajos del escritor y una profusa bibliografía que arranca de mediados del siglo XVIII y alcanza hasta la Europas litteraturhistoria de un tal O. Sylvian och J. Bing, impresa en Helsingfors, bajo los auspicios de la Akademiska Bokhandeln, en el año 1910. El pequeño, aunque voluminoso libro, forma parte de una colección de cinco ejemplares de idéntico tamaño y características, cuya lenta publicación se alargaría hasta 1930. El conjunto recoge asimismo, La Galatea, Los Trabajos de Persiles y Segismunda y las Novelas Ejemplares en dos tomos. Estos cuatro últimos volúmenes puestos a la venta, a diferencia del primero, a dos pesetas cada uno. En la contraportada de estos ejemplares puede leerse una relación de las obras que componen la Biblioteca Sopena de esa época, de manera que los textos de Miguel de Cervantes, Quevedo, Mateo Alemán o Mariano José de Larra se entremezclan con La bestezuela del amor y La hora de la caída, de Hoyos y Vinent; ¡Muera el Señorito!, de López de Haro y Loca de amor, Incesto y Noche de Bodas de Eduardo Zamacois.
En la página de cortesía de esta la primera edición del dibujante aún niño (todavía no contaba trece años), se ha estampado el nombre del propietario y el año (José Grau, 1927) mediante un sello de tipos móviles entintado del tampón empapado de azul.
A partir de esa fecha el dibujante tardaría menos de medio año en empezar y concluir su primera lectura de El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Años más tarde, en octubre de 1933, pocos meses antes de que la atrabiliaria derecha española ocupase de nuevo el poder merced a su victoria electoral del 18 de noviembre, el dibujante, que empieza a mantenerse económicamente a sí mismo, se ha regalado por su cumpleaños una nueva y lujosa edición del Quijote, acabado de imprimir el 15 de mayo de ese año. Por veinticinco pesetas ha adquirido en la editorial Iberia, con sede en Madrid, Barcelona y Valencia, esta última domiciliada en Emilio Castelar, 18, dos espléndidos tomos con conteras encuadernados en piel y guardas con aguadas, cortes entintados, de exquisita y muy legible tipografía con capitulares historiadas en rojo y más de un centenar de láminas fuera de texto grabadas por Gustave Doré.
Envueltos en un extraño papel color calabaza, el dibujante aprieta los grandes volúmenes contra su pecho y apresura el paso por san Vicente hacia casa ansioso de deleitarse en las ilustraciones y emprender por segunda vez una lectura completa de la épica enajenada del caballero de la Triste Figura.
Una España convulsa, que parece anticipar los desastres de la guerra, comienza a desintegrarse en banderías. No hará ni tres días que el artista en ciernes tuvo uno de los mayores sobresaltos de su vida hasta entonces: a poco más de dos manzanas de donde se encontraba en ese momento, una ráfaga de metralleta mató a un joven e hirió a otros cuatro cuando se dedicaban a pegar carteles de su partido sobre los desconchados de la pared de un antiguo edificio, en la parte oscura y gótica de la ciudad.

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