A veces el sabor de la ceniza en la lengua recuerda simplemente
a los vivos, a las aguas más turbias de sus bocas inútiles y abiertas.
A veces de los muertos nos alcanza el sabor más fecundo de la tierra, el cielo virgen, los aires más claros, toda la luz y toda la palabra puras, sencillamente de milagro.
martes, 26 de enero de 2010
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