domingo, 17 de enero de 2010

El sol (2).

"La aflicción constante por el fracaso no le torna abyecto ni fatuo. Conoce bien su vulgaridad y su falta de talento para ser un buen artesano. Ha de luchar por conquistar logros más audaces. Además, estaba el asunto de su dependencia siempre hiriente, imprescindible y vital. El significado de su pasión oscilaba entre la supervivencia como hombre y su dignidad como pintor. El mismo, la pintura, no son sino el elenco necesario que decora la tragedia callada de saberse inútil, siempre inútil, incorregiblemente inútil. Por otra parte, ¿adivinaba el futuro terrible? No podía pensar en ello mientras el fragor de los días le conminaba a una violencia silenciosa. Su viaje sin retorno había adquirido un viraje fatal. Le cercaba el caos, ya no podría luchar contra el desorden que el infortunio impuso a su pintura, y el pobre suicida sólo podía entender su vida desde el rigor y la sorpresa de aquélla, nunca a partir de sus fiascos, tan humillantes como previsibles.
"Una existencia irregular, casi una mera supervivencia, le abandona más y más al linde de lo borroso, a la mareante espiral del borracho con todos los sentidos revueltos de confusión y amodorramiento. Estaba en la frontera de lo terminal: difuso y contrariado, trata de sobrevivir aun en la calamidad...: Nada de hablar de fatiga; esta misma noche voy a hacer un cuadro más...
"Entonces debió darse cuenta por fin que el círculo se estrechaba. Una amenaza anida en el estallido del color y el trazo inconcluso: ya comienza a desterrar del cuadro la apariencia de las cosas, del mundo. Descubre que en su obra, más tarde o más temprano, va a acaecer lo irremediable, se despoblará de los signos de la tierra y del hombre, del cielo... Se estaba quedando con nada, tan sólo con la materia de la pintura, los gestos, el asombro, y la soledad de su alma temerosa, el trazo huero, la raya... su alma rabiosa, que no se ve..., el alma que ningún hueco llena".

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