Llegó solo y desnudo y aquí acampó sus miedos
cuando rugía el viento y manaba la lluvia
interminablemente.
La luz milagrosa fue su refugio entre las viejas piedras,
en lo hondo de las sombras la lumbre precaria ilumina
lo extravagante, la magia: el alma puede hablar.
Pronto aprendió a nombrarse, a celebrar el mundo.
domingo, 17 de enero de 2010
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