miércoles, 3 de marzo de 2010

El sol (10).

Le dije en voz bien alta que la forma, como una escritura melancólica o agitada, escrupulosa o dramática, revelaba el estado del espíritu de Van Gogh. Demasiados testamentos. Hablé con... Dijo: mira, las pinceladas en ése... son un buen asunto grafológico. Grafología pura. La forma es su emoción, y lo que nos cuenta tan simple como la naturaleza...
¿Quieres oírlo...?
¡Bah, no se oyen los cuadros!
Veo, pues, desde la cima de la colina el paisaje. Me digo: es un Van Gogh, un discurso encerrado en la forma. ¡Qué mudo genial! Roulin (a punto de marchar con su uniforme nuevo) le decía: no seas tan excitable, mi querido amigo. Se lo decía con esa voz de timbre extrañamente puro y emocionado..., era como un lejano resonar del clarín de la Francia de la Revolución...
Así de natural. Una excusa. Después de todo, ¿qué coartadas se busca un artista? Recuerda a... Repetía una y otra vez ante el cuadro blanco: maldita sea, no veo nada ahí... (Otro... ¡que quería escribir bien, sin faltas de ortografía!)
(Nunca dijo nada interesante. Pero, bastaba con mirar su rostro, que era como el alma, entonces..., durante esos años.)

El mundo tiene miedo de mí. (Enero, 1889.)

AHORA YA NO PUEDO ESCONDERME EN LA CASA DE ZUNDERT, PASEAR TRANQUILO POR LOS SENDEROS DE LA HUERTA DE ATRAS.

¿Qué voy a hacer si me ha sido necesario empinar un poco el codo para conseguir la alta nota de amarillo que he logrado este verano...?

Trabajaré de nuevo en los vergeles... Tengo el ánimo preciso.

Cuando después de mi enfermedad revisé mis telas, la que me resultó mejor fue...

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