miércoles, 24 de marzo de 2010

JOSE GRAU, dibujante - 1914-1998 (10)


Estas dos culturas de la imagen casi nacen a la par. El cine y el cómic se inscriben en la evolución de una cultura de masas que hace de lo visual la piedra axial de su nomenclatura. El lector deviene espectador en un caso y en otro, si bien los bocadillos del tebeo exijan un cierto tipo de lectura-guía, aunque siempre precipitada, de comprensión fugaz, una detención en la escritura adicional, nunca prioritaria, a la imagen propiamente dicha. Sin embargo, son evidentes las diferenciaciones lingüísticas. Son lenguajes distintos; así, la imagen en movimiento de la cámara cinematográfica propende a una enjundia y enriquecimiento visual dominados por una dinamización verosímil, que acentúa o paraliza la acción, siempre controlada por su creador. El cómic recrea casi sin limitaciones un mundo imaginario o realista, secuenciado sin pausa por la disposición de las viñetas, pero tropieza en el estatismo, y a pesar de la pericia del dibujante para imprimir la sensación de movimiento el tempus, más allá de la credulidad del lector-espectador, encastilla el relato en una presunta ilusión cinética que desgajada del curso de la historia que se nos cuenta termina mostrándosenos de una iteración e inmovilidad inevitables, hasta enfáticas.

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