martes, 2 de febrero de 2010

El sol (4)

En abril del 75 hablaba de un pequeño cuadro vertical.
Sin embargo, apelaba antes a la clandestinidad que a una abierta confrontación con la realidad. El era oscuro en los años de la iniciación. Su crónica se disolvía en los lúgubres espacios de las secretas celebraciones y las anécdotas menores. A menudo alquilaba habitaciones vacías en barrios periféricos, menestrales y algo siniestros. Sus idas y venidas trazaban una genealogía urbana, pobre y alarmante, entre moral e ideológica, que no repudiaba el riesgo más comprometido.
Pudo haber sido violento. No lo fue: amaba demasiado las cosas que conocía bien.
No era un hombre propenso a enmarañarse con planes de dudosa creencia: como no creía en el éxito se entendía poco impresionable ante los logros de salón y las múltiples apariencias de lo novedoso. Tal vez, en el fondo, le repugnaba su misma habilidad para sobrevivir en un medio que se adecuaba casi con perfección a sus dolorosos defectos pues, paradójicamente, a pesar de todo, éstos terminaban neutralizándose en el embrollo de la frivolidad colectiva.

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