viernes, 12 de febrero de 2010

JOSE GRAU, dibujante - 1914-1998 (5)



La superviviencia del mito, del ser legendario, interviene en el comic a través de una pluralidad manifiesta, y múltiples son sus disfraces a través de la contemporaneidad de nuestros días o trasladadas sus peripecias a épocas más antiguas. La invención del héroe, aún desmitificado en ocasiones, es imprescindible en la historieta, como lo es su batallar contra una fuerza hostil, encarnada a veces en el enemigo desconocido, en la personificación del mal o frente a una banda de villanos a los que sólo parece dominarles una locura homicida sin otro objeto aparente que destruir el mundo. Todo esto a través de un maniqueísmo abrumador. La inspiración que anima las hazañas siempre concluye en la confrontación de dos fuerzas. Pero más allá de la maldad, este antagonismo sucede a veces que se dirime en lo simple, en lo ideológico , y así, la contienda se materializa idealmente en la preservación de una moralidad que no esconde el conservadurismo más tendencioso. Curiosamente, y salvo casos de grosera intencionalidad (política o religiosa las más de las veces) orientada a un público infantil fácilmente adoctrinable, los profesionales del tebeo, dibujantes y guionistas, o ambas cosas a la vez, urdían sus tramas y caracteres desde el más puro convencionalismo de la imagen, lejos de cualquier afán o imposición propagandístico. Ninguna otra mediación en sus narraciones gráficas, excepto la de procurar entretenimiento a sus lectores, guiaba sus inocentes propuestas. Ellos hubieran sido los primeros sorprendidos de adivinar en los lances y aventuras de sus héroes de papel consignas o doctrinas, el dogma yuxtapuesto en los avatares trepidantes de sus personajes.

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