lunes, 15 de febrero de 2010

Poéticas - M.M. (12)



¿Que percibe el artista al retratarse? La percepción que le alcanza de ese ejercicio básicamente técnico debe ser en primer lugar un extrañamiento de sí mismo, una complacencia que mucho tiene de distanciamiento ante su propia figura. El es un fragmento de la realidad, una realidad sobre la que especular plásticamente, un motivo más de exploración. Van Gogh se autorretrató por necesidad decenas de veces; Rembradt lo haría otras tantas por un imperioso deseo de autorreconocerse a través de las diversas vicisitudes de su burguesa aunque accidentada biografía. El artista se toma como pretexto, y la finalidad no es ofrecernos un retratado, unos rasgos distintivos, sino que descansa sobre la misma praxis, desvelar mediante lo visual lo que de intrínsecamente pictórico se halla en el original formal, por así decirlo. Más allá de fáciles psicologismos, de una instrospección bastante prescindible por lo demás, ya que la imagen que proyectamos a los otros nunca es idéntica a la que el espejo nos devuelve a nosotros mismos, el autorretrato para el artista ha devenido un soporte más sobre el que indagar procesos y conceptos, temas y ocurrencias estéticas. Si convenimos que el retrato ha constado desde sus remotos orígenes de tres estadios bien definidos en su evolución (plasmación naturalista del retratado/interpretación artística de la imagen del retratado/ausencia de relación objetiva entre retrato y modelo), podemos suponer futuras pretensiones de realización plástica incluso más o menos sofisticadas de aquellos tres ciclos fundamentales, o una conjunción de todos ellos, o una derivación, o un sucedáneo, un replanteamiento, una reflexión…

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