miércoles, 24 de febrero de 2010

Poéticas -M.M. (13)


Desgajado el realismo contemporáneo en facciones, sino antagónicas a nivel formal (lo real, lo evidente, proclama su codificación visual sin cortapisas), lo ideológico establecerá los elementos diferenciadores que las distinguen una de otra. Pero la intencionalidad prevalece en la categoría procesual de la obra de todas ellas, y aleja todas estas tendencias representacionales del realismo decimonónico y el más obtuso y pertinaz del siglo XX. Lo distintivo recae en un compromiso previo a su ejecución que mediatiza el discurso, a pesar de su transparencia formal, agregándole un manifiesto oculto, adyacente o literal. Ya se trate del nouveau realisme, el pop-art, el hiperrealismo, realismo crítico-social o realismo fantástico, lo figurativo en la acepción contemporánea equivale a una intención deliberada, a un propósito más allá de lo representado, aunque sólo sea un mero prurito técnico.
El cuadro que encabeza estas líneas exige al espectador una aceptación preliminar fácilmente adivinada en sus presupuestos: tal realismo no invoca aquel instrumento de reproducción fiel a unos caracteres típicos; antes al contrario, la inversión conceptual, el juego de unos espejos ingeniosos en la mente del artista y el entramado cultural que se oculta detrás, define una obra cuyas reminiscencias de todo tipo (incluso estilísticas y hasta evocadoras de lo intemporal del arte de épocas muy antiguas) se hacen presentes de manera inequívoca. La denotación, tan palpable, es engañosa. Es un doble juego que abarca desde el cultismo hasta la transgresión vanguardista mediatizada por la excelencia técnica.
Podría decirse en cuanto a la representación que se nos propone (tan escueta en el fondo, tan significativa en los detalles –el dorado, por ejemplo-) que nos hallamos ante una suerte de iconografía/soporte-iconología/símbolo apelando, con un amplio criterio del uso de la referencia, a las distinciones de Panofsky, tan sutiles en la nomenclatura de los estratos significativos de la obra artística. En resumen, una connotación de segundo grado respecto a lo iconográfico, como se ha venido a llamar a lo iconológico.

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