lunes, 1 de febrero de 2010

Poéticas - A.T.R. (8)



Lo que haya de fascinante en una imagen, cautiva ya del “hecho artístico”, procede en gran medida no tanto de la originalidad de su propuesta como de la intencionalidad que informa y hasta justifica su creación. De la reflexión previa, que termina categorizando lo objetual, lo visible, nace verdaderamente el interés de lo plásticamente expuesto. No es posible olvidar que la conceptualización en el arte, aun llevada a sus extremos, también lleva aparejada una representación, un reglado visual (lo aparente). En muchas de estas experiencias lo que se muestra al espectador es lo residual del pensamiento que estimula una creación. La idea siempre es más rica que su excrecencia material; en otras ocasiones la conformación objetual a la que se le convoca alcanza a sorprender por la riqueza de la sugestión que propicia. Lo que se nos propone transciende mucho más allá del método de su elaboración. La atractiva gramática de incontables estéticas eminentemente procesuales radica en la inventiva del soporte, la invención del icono plástico. Entonces las extrapolaciones pueden ser múltiples, pues depende de aquel soporte reconocible o referencial lo que despierta nuestras propias analogías. Cuanto más cuando lo conceptual termina en una concreción pro-objeto y nada inmaterial, como sucede en este caso. Decidamos que lo que se nos muestra es un libro. El libro. Tal vez su origen sea tan liviano como la textura del sueño… o tan rotundo como la roca.
Por tanto, el libro es real, la hoja continua es real, la materia es real, las tintas son reales y lo es asimismo el exquisito cuidado procesual de su conformación. Y, sin embargo, todo parece provenir de una vigilia que escudriña hasta la última esquina en sombras de la realidad acechante. La suplantación reviste caracteres tautológicos pero siempre cambiantes. En la obra que glosamos atisbamos el libro, el libro sin texto, el libro infinito, el libro como traducción de una realidad reinterpretada, contada de nuevo, la página desmesurada del relato del pasado o… del futuro. El libro re-creado con añagaza, con desesperanza o con ilusión, con gozo o como ritual de celebración, con la sabia y astuta coquetería de una prometeica scherezade que, burlando el tiempo, saca del arca de la imaginación mil y una noches que aguardan el amanecer, mil y una historias que contar.

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