domingo, 7 de febrero de 2010

Poéticas - L.U. (9)



La existencia de un arte normativo queda fuera de lugar en la práctica artística desde hace ya décadas. Convengamos que el arte es un lenguaje, que lo es. He aquí, pues, que en su exposición (lo que se nos muestra) se halla el discurso, y su gramática, y su sintaxis. Naturalmente el texto, convencional, descifrable, como lo conocemos mediante la escritura y su abecedario codificado e inteligible, es lo de menos, y por tanto es inexistente. Contamos con las referencias, con las materias del soporte, las cargas, los pigmentos o los acrílicos. Contamos con el cuadro colgado en la pared o con la escultura sin pedestal erigida sobre el suelo, o simplemente contamos con los trastos de una ordenación plástica en un espacio dado. La apariencia es el texto. La metáfora, por decirlo brevemente. Un caos que podemos racionalizar aunque no podamos descifrarlo. O quizás sí. No existe la norma, porque no existe el reglamento que sustente a aquélla. El arte de vanguardia es un arte sin reglas: puede escribir con faltas de ortografía con toda la libertad del mundo.

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